València, 19 sep (EFE).- El nivel de contaminación microbiológica en la Albufera de València, que resultó gravemente afectada por los vertidos ocasionados por la dana del 29 de octubre, se ha reducido casi once meses después y en estos momentos es «muy moderada» y no supone riesgos sanitarios para la población.
Así lo ha asegurado a EFE Gloria Sánchez, investigadora en el área de seguridad microbiológica de los alimentos en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IATA-CSIC), donde dirige el grupo de Virología Ambiental y Seguridad Alimentaria.
Sánchez intervino este jueves en un ciclo de conferencias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde habló sobre el ‘Impacto de los vertidos posteriores a la DANA en la Rambla del Poyo y su repercusión en la Albufera’, centrándose en la parte de caracterización microbiológica y química de las aguas y sedimentos.
Según ha explicado a EFE, en las primeras semanas tras la dana, la presencia de contaminación fecal «fue elevada» debido al desbordamiento de depuradoras y colectores de aguas residuales en las zonas afectadas.
Sin embargo, el doble efecto de la dilución natural y la mortalidad progresiva de los microorganismos, unido a las infraestructuras de contención, han contribuido a la mejora de la calidad del agua.
Los análisis más recientes muestran que la contaminación en el agua es, un año después de la dana, “muy moderada” y no supone riesgos sanitarios para la población, dado que la Albufera no es un espacio de baño, sino de uso agrícola.
«El agua de la Albufera está como el de salida de una planta depuradora que se utilice para riego», ha indicado Gloria Sánchez, quien ha añadido que en la actualidad los niveles de contaminación microbiologica «no son preocupantes».
En cuanto a los sedimentos, aunque los niveles iniciales eran más altos, también se observa una reducción progresiva.
A nivel químico, ha explicado, también se han recogido muestras de aguas y sedimentos del barranco del Poyo, el barranco de Picassent y de la Albufera, pero todavía no está todo analizado y, por ello, «hay que ir con precaución, porque no es solo un único parámetro, lo tenemos que mirar en conjunto».
Paralelamente, el CSIC está desarrollando un nuevo estudio para evaluar el posible impacto en la agricultura y, desde hace tres semanas, se están tomando muestras de agua de riego, suelos y vegetales de consumo en crudo, como tomates o espinacas, para analizar la presencia de patógenos, antibióticos y resistencias bacterianas.
Aunque todavía no hay resultados concluyentes de este último proyecto, los investigadores insisten en la necesidad de mantener la vigilancia y de estudiar de manera conjunta los parámetros microbiológicos y químicos para valorar los efectos a medio y largo plazo.