Berlín, 6 jun (EFE).- Los 150 años del nacimiento de Thomas Mann, que se cumplen este viernes, y los 70 años de su muerte, que se cumplirán el 12 de agosto, han desatado una catarata de publicaciones, películas, actos y exposiciones que abordan distintos aspectos de su vida y su obra y se preguntan también sobre la vigencia de uno de los escritores alemanes más representativos.
Las publicaciones van desde enfoques predominantemente literarios, como una monografía de Dieter Borchmeyer, “Thomas Mann. Obra y época”, hasta aproximaciones biográficas, como una nueva biografía de Tilmann Lahme, en la que se resalta la homosexualidad al menos latente y al parecer nunca vivida del autor de “La montaña mágica”.
Borchmeyer esquiva deliberadamente el enfoque biográfico y explica que en ese aspecto ya está prácticamente todo dicho desde hace mucho tiempo y que tiende a incurrirse incluso en una actitud algo voyerista.
Sin embargo, al abordar los debates políticos en los que Thomas Mann participó, o aquellos de los que fue objeto, a Borchmeyer no le queda más remedio que recurrir a lo biográfico.
Hans Wisskirchen, el presidente de la Sociedad Thomas Mann, mezcla, por su parte, lo político, lo biográfico y lo literario en un libro -«Heinrich y Thomas Mann. 1871-1955»- en el que aborda un tema recurrente que son los encuentros y desencuentros entre el autor de «La montaña mágica» y su hermano mayor, que inicialmente fue su modelo a seguir como escritor y también como intelectual comprometido.
Wisskirchen ve las advertencias contra las corrientes antidemocráticas como algo altamente vigente en medio del auge de la ultraderecha y movimientos con tendencias autoritarias en todas partes del mundo.
La Buddenbrookhaus de Lübeck, la casa museo que lleva el nombre de la primera novela de Thomas Mann, “Los Buddenbrook”, dedica una exposición al tema de “Thomas Mann y la democracia” y procura darle un sentido a muchas de sus afirmaciones en contextos actuales.
La segunda cadena de la televisión alemana (ZDF) tituló un documental “¿Es posible salvar a Thomas Mann?”. Aunque la mayoría de las personas entrevistadas apuntaban a que a Thomas Mann no había que salvarlo de nada, la idea del programa era preguntarse si su obra literaria seguía teniendo vigencia.
La extensión de sus principales novelas -“Los Buddenbrook” tiene cerca de mil páginas y “La montaña mágica” las supera-, así como la complejidad de la gran mayoría de sus textos son sin duda algo que puede disuadir a muchos lectores potenciales.
Sin embargo, es precisamente esa complejidad la que puede hacer atractiva la obra de Thomas Mann como una especie de antídoto en una época de simplificaciones. Los duelos retóricos de dos de los personajes claves de “La montaña mágica”, el masón ilustrado Ludovico Settembrini y el jesuita reaccionario Leo Naphta, parecen en determinados momentos estar dándose hoy.
Es el caso, por ejemplo, de cuando Naphta pretende negar toda pretensión de objetividad de la ciencia con lo que, como le responde Settembrini, le abre paso a todo tipo de arbitrariedad.
También en “Doctor Faustus” hay un círculo de intelectuales reaccionarios que prevén que en el futuro la política no se hará con argumentaciones sino con mitos y leyendas y el narrador, Serenus Zeitblom, se indigna al constatar que no dicen eso horrorizados, sino con cierto tipo de satisfacción.
«El cuarteto literario», un programa icónico de la televisión alemana dedicado a discutir novedades literarias, hizo una excepción y se ocupó de «La montaña mágica» 101 años después de su publicación.
La sorprendente actualidad de muchos aspectos de esa novela, que describe el fin de una época, fue destacada en el programa.
En la parte biográfica, ha aparecido un libro -«Una felicidad sin tacha. El joven Thomas Mann y el precio del éxito»- dedicada a los primeros años de la vida del escritor, hasta su matrimonio con Katia Pringsheim en 1905.
La recepción de Thomas Mann en Alemania ha pasado por diversas fases. En los años cincuenta del siglo pasado los conservadores lo miraban con resquemor por la radicalidad con que había exigido una confrontación con el pasado nazi. En los setenta fue la izquierda la que lo miraba con desconfianza como representante de una literatura claramente burguesa.
Ahora, 150 años después de su nacimiento, se tiende a tratar de verlo en toda su complejidad y todas sus contradicciones que en cierta manera son las contradicciones que siguen atravesando a Alemania.
Rodrigo Zuleta