La desaparición de la Verja de Gibraltar, un simbólico hito que transformará la zona

La Linea de la Concepción (Cádiz), 8-6-1969.- Periodistas británicos y residentes gibraltareños observan como los oficiales de aduanas españoles cierran la verja de entrada hacia España, según lo acordado el pasado día 6 en Consejo de Ministros.EFE/aa

Isabel Laguna

La Línea de La Concepción (Cádiz), 11 jun (EFE).-  La desaparición de la Verja de Gibraltar, una de las consecuencias más visibles que tendrá el acuerdo para el encaje de la colonia tras el bréxit, marca un simbólico hito en la historia del que es considerado uno de los pasos fronterizos más pequeños del mundo.

Es toda una alegría para las poblaciones que viven a uno y otro lado de ella, los vecinos de Gibraltar y de La Línea de La Concepción (Cádiz), que desde hace décadas consideran que esta verja que les separa es un termómetro que mide las tensiones políticas que han cernido sobre el Peñón.

Desde 1909 tras una epidemia

La Verja está situada en el lado del istmo más cercano a La Línea. Se colocó allí en 1909.

Fue después de que durante una epidemia de fiebre amarilla en El Peñón, España accediera a que en ese espacio, un istmo arenoso e inundable que no fue cedido a Reino Unido en el Tratado de Utrecht de 1713, se instalaran temporalmente barracones para acoger a las personas sanas y evitar contagios.

El campamento se quedó de forma permanente y Gibraltar levantó en el extremo del itsmo más cercano a La Línea la verja, la primera estructura metálica y fija que marcaba el paso fronterizo. Hasta entonces se marcaba con instalaciones provisionales de madera fácilmente transportables, según el historiador Jesús Verdú.

La Verja, un eufemismo con el que España evitó llamar ‘frontera’ a algo que considera que está en un territorio de su soberanía, quedó allí ubicada.

El itsmo acabó así dentro de la colonia del Reino Unido, que aprovechó el espacio también para construir un aeropuerto militar, que hoy tienen también uso civil.

Trece años fue «un pequeño muro de Berlín en el sur de Europa»

    La Verja no impidió que los ‘llanitos’, como se conoce a los gibraltareños, y sus vecinos de La Línea siguieran entrelazados durante décadas por intensas y constantes relaciones, incluso familiares.
  
   El momento más duro de su historia llegó el 8 de junio de 1969, cuando Franco ordenó cerrarla a todo tipo de tránsito, días después de que Reino Unido dotara de un estatuto de autonomía a la colonia. Dos años antes sus habitantes habían votado masivamente en un referéndum continuar su relación con Londres.

   Las restricciones habían ido escalando desde años antes. En 1966, por ejemplo, se impidió que las mujeres de La Línea que trabajaban en la colonia británica, unas 3.000 entonces, siguieran en sus empleos.

   El cierre definitivo fue «un disparate que hizo Franco», pensando que «Gibraltar caería como una fruta madura con medidas de aislamiento», según explicó a EFE el que fuera alcalde de La Línea, el socialista Juan Carmona.

   Numerosas familias quedaron separadas, sólo podían comunicarse quedando en la Verja y hablando casi a gritos, para que sus voces recorrieran los cien metros de distancia que había entre los dos lados del paso. Así las familias conocían, por ejemplo, a los nuevos bebés que habían nacido al otro lado.

  «Lo peor de todo era estar tan cerca. La casa de mi abuela estaba a diez o quince minutos caminando de la mía, y no podíamos ir. Era como un muro de Berlín en el sur de Europa», ha explicado en alguna ocasión el periodista gibraltareño Francisco Oliva, autor de un libro que rememora aquella época.

  La Verja estuvo así trece años, hasta que el primer Consejo de Ministros del primer gobierno de Felipe González aprobó la apertura a los peatones.

  En ese tiempo, Gibraltar no cayó como pensó Franco. Al contrario, «se echó en brazos de Reino Unido, que se convirtió en su protector» y empezó a desligarse de la cultura y el idioma español hasta el punto de que hoy las nuevas generaciones apenas hablan el idioma de sus vecinos.

  Durante aquel cierre La Línea perdió la mitad de su población por la falta de trabajo. Unas cinco mil familias se marcharon, muchas de ellas a Londres.

   El 15 de diciembre de 1982, la Verja de Gibraltar puso fin a los trece años más tristes de su historia. A medianoche de aquel 14 de diciembre cientos de vecinos de Gibraltar y La Línea acudieron a a este paso fronterizo.

  Era  tal la expectación que incluso los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional discutieron tanto tiempo por quién sacaría las llaves para abrir la Verja, que en esa etapa sólo se había abierto ocasionalmente para permitir el paso de los bomberos, de coches fúnebres o de algún enfermo, que se extendió el rumor de que éstas se habían perdido.

  Las colas, un termómetro de las relaciones

   Dos años después de la apertura a los peatones se abrió el paso a la circulación de vehículos.

   Desde entonces peatones, coches y camiones han sufrido periódicamente  ‘colas’  y atascos para entrar o salir de la colonia. A ambos lados se extendió sentir que éstas se agravaban cuando había tensiones políticas.

   Los conflictos en el paso llegaron al punto de que la UE decidió enviar en septiembre de 2013 y julio de 2014 misiones para mediar ante las quejas de Gibraltar y de España, tras lo que emitió recomendaciones para que se implementaran los medios para agilizar el paso.

   Es un paso que atraviesan a diario más de 15.000 trabajadores transfronterizos, de los que más de 10.000 son españoles, así como unos 200 camiones.

  Entre ellos se extendió especialmente el temor a las consecuencias del bréxit y ellos fueron quienes más se alegraron cuando el 31 diciembre de 2020, España y Reino Unido llegaron a un principio de acuerdo base sobre el futuro de Gibraltar, en el que se citaba la desaparición de la Verja.

  Cuatro años y medio después, se ha confirmado su desaparición. «Es un hito, no sólo simbólico, será transformador para las relaciones», aventura el historiador.