Buenos Aires, 20 ago (EFE).- La actividad económica de Argentina logró acumular en el primer semestre una recuperación del 6,2 %, pero con señales de enfriamiento en el inicio de la segunda mitad del año y un creciente encarecimiento del crédito.
Según informó este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), la actividad económica -un dato que sirve como anticipo provisional para medir la variación trimestral del producto interior bruto (PIB)- registró en junio pasado un descenso del 0,7 % % en comparación con mayo último, tras haberse contraído en aquel mes 0,1 %.
El informe oficial muestra, sin embargo, una recuperación del 6,4 % en comparación con junio de 2024, la novena subida interanual consecutiva, pero que se da desde bases muy deprimidas el año pasado.
De acuerdo a los datos del Indec, la actividad económica acumuló en el primer semestre del año un avance del 6,2 %, desde una caída del 3 % en igual período de 2024, cuando la economía sufrió el golpe del severo ajuste puesto en marcha por el Gobierno de Javier Milei a finales de 2023.
El positivo desempeño semestral esconde, sin embargo, una progresiva desaceleración en la actividad.
Las variaciones mensuales negativas de mayo y junio confirman esta tendencia.
De acuerdo a cálculos de la consultora Orlando Ferreres, la actividad desaceleró al 0,5 % en el segundo trimestre, desde un avance del 1,3 % en el primero.
Según un informe del Centro de Investigación del Ciclo Económico (CICEC) de las Bolsas de Rosario y Santa Fe, durante junio se observó un «freno generalizado en la actividad», con «caídas significativas en el sector industrial, en la construcción y en importaciones, además de un estancamiento en la recuperación de la masa salarial real del empleo privado registrado».
Enfriamiento de la actividad
El CICEC apuntó que en los últimos meses la actividad económica se ha visto afectada por factores de inestabilidad, tanto a nivel local como internacional.
En el plano interno, estos factores incluyen cambios en la política monetaria y cambiaria que «continúan generando una serie de ajustes en distintas variables que no terminan de estabilizarse», mientras que «a nivel externo, los conflictos bélicos y la política arancelaria del Gobierno estadounidense continúan provocando volatilidad en los mercados internacionales».
Los salarios registrados siguen retrasados con respecto a la inflación, lo que afecta a la demanda de diversos sectores productivos.
Según un informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, las ventas de los comercios pyme cayeron en julio un 2 % interanual y un 5,7 % con respecto a junio, «condicionadas por factores económicos que limitaron el consumo, como el endeudamiento de los hogares, el uso restringido del crédito y el aumento de los costos operativos».
La actual política monetaria privilegia la contención de la inflación por sobre el crecimiento de la actividad económica.
En la recta final hacia las elecciones legislativas de octubre, el Gobierno ha optado por intentar frenar las presiones cambiarias y su impacto en la inflación mediante una política monetaria que convalida crecientes tasas de interés.
Esto ha encarecido el crédito para empresas y hogares, lo que previsiblemente impactará en la actividad.
«Hacia adelante vemos un aumento del riesgo de desaceleración de la actividad, por posible empantanamiento de la recuperación de los ingresos de las familias, y porque la política monetaria prioriza el combate a la inflación por sobre la actividad lo que lleva a tasas de interés más altas y volátiles», observó Orlando Ferreres en un informe.