La economía española se multiplica por diez en 40 años en la UE, con retos aún pendientes

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen,, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Bruselas, en una imagen reciente. EFE/Sara Morato

Raquel Cinca

Madrid, 10 jun (EFE).- Cuatro décadas en la Unión Europea (UE) han permitido multiplicar por diez el tamaño de la economía española gracias a los fondos de cohesión, a un mercado sin fronteras y a la moneda común, un periodo de profunda modernización en el que se ha desarrollado el Estado del bienestar, pero con problemas estructurales aún pendientes de resolver.

El 12 de junio de 1985, cuando se firmó el tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea, que entró en vigor el 1 de enero de 1986, España se encontraba en plena reconversión industrial para dejar atrás la larga crisis de los años setenta.

El producto interior bruto (PIB), que en 1985 equivalía a 169.490 millones de euros (28,2 billones de pesetas a precios corrientes), cerró 2024 en 1,59 billones de euros con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

España era un país pobre, no competitivo, con un marco institucional débil y grandes limitaciones económicas; los servicios públicos eran insuficientes; el desempleo, elevado; y el salario mínimo muy bajo, explica a EFE el director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas, Raymond Torres.

El salario mínimo interprofesional (SMI) estaba en 1985 en 223,40 euros mensuales -hoy son 1.184 euros, cinco veces más- y la pensión media rondaba los 150 euros, una cantidad que se ha multiplicado por diez.  En este periodo, el IPC (índice de precios de consumo) ha subido un 257 %, es decir, los precios casi se han cuadruplicado.

En 1985 había 38,4 millones de habitantes, de los que 14 millones eran población activa, con 11 millones de personas ocupadas y 3 millones en paro, lo que suponía una tasa de desempleo del 21,4 %, según el INE.

Ahora hay 2,8 millones de personas en paro que suponen el 11,4 % de una población activa de más de 24,5 millones de personas, en una población total de 48,7 millones.

En este contexto, rememora Torres, la entrada en la UE marcó «un punto de inflexión»: el país atrajo grandes flujos de inversión directa extranjera, principalmente de países como Alemania, Francia y Reino Unido, y el comercio exterior pasó de representar el 16 % del PIB al 28 % en solo 10 años.

Las exportaciones apenas alcanzaban entonces los 30.600 millones de euros, mientras que en 2024 llegaron a 384.465 millones.

La adhesión a la Comunidad Económica Europea (luego Unión Europea) transformó también el capital físico del país, con carreteras, aeropuertos y otras infraestructuras financiadas con fondos estructurales europeos, según recuerda Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano.

A su juicio, Europa ofreció a España un marco de estabilidad, disciplina y oportunidades que permitió llevar a cabo esa transformación profunda de la economía.

En la misma línea, el socio director de Análisis Económico y de Mercados de Afi, José Manuel Amor, subraya que Europa fue «clave» y «faro» para una España que vivió años de mucho esfuerzo por cambiar la sociedad y las estructuras económicas.

Desde entonces, España ha tenido que hacer frente a tres crisis: la de principios de los noventa, la financiera de 2008 y la pandemia de 2020, momentos en los que ha mostrado «su capacidad de recuperación y de convergencia», afirma Molina.

Según Amor, en esos momentos de crisis, Europa fue para España un «ancla de estabilidad» y una «tabla de salvación».

Retos pendientes: desempleo, productividad y brecha de género

Torres (Funcas) cree que en España se puso el énfasis en «los grandes números», pero se cometió el error de «descuidar» el mercado laboral, un ámbito en el que, pese a las mejoras, persisten la inestabilidad y la precariedad, además de dos cuestiones clave sin resolver: la transición desde el sistema educativo a la vida laboral y la falta de recursos de las oficinas de empleo.

Se desatendió asimismo la vigilancia del sistema financiero, lo que provocó «una burbuja que fue creciendo a partir de principios del año 2000 con consecuencias muy graves».

A ello suma Torres la falta de diversificación de la economía en un momento en el que la construcción era «el único motor del crecimiento», de forma que, cuando colapsó, no había sectores preparados para tomar el relevo, situación que mejoró tras la crisis de 2008 con el impulso de sectores como las energías renovables y los servicios no turísticos.

Molina (Elcano) coincide con la idea de que «España tiene un modelo productivo débil y dependiente de sectores de bajo valor añadido», además de empresa pequeñas, una combinación que dificulta el aumento de la productividad, que es determinante para el crecimiento a largo plazo.

La falta de inversión privada, una excesiva dependencia de los servicios o la escasa industria de alto valor añadido son otros de los retos que debe afrontar España, además del «gran desafío» de una deuda pública muy elevada, según Amor (Afi).

También queda pendiente cerrar la brecha salarial de género y la menor presencia de mujeres en puestos ejecutivos, incide Torres (Funcas), después de que en estos años se haya producido la plena incorporación de la mujer al mercado de trabajo, pasando de suponer el 29 % de la población ocupada a ser hoy el 47 %.