Pamplona, 14 jul (EFE).- La imagen de numerosas calles del Casco Viejo de Pamplona abarrotadas de vasos de plástico y otros envases que se repite todas las mañanas de los Sanfermines para algunos es inevitable pero para otros es atajable, con medidas que pasan por la educación de la ciudadanía y por prácticas previas y posteriores al reciclaje.
En una ciudad que del 6 al 14 de julio puede cuadruplicar su habitual población de 208.000 personas, que en esos días celebran fundamentalmente en la vía pública una fiesta en la que se come y se bebe a cualquier hora, el año pasado se recogieron 1.165.280 kilos de basura.
En conjunto en los últimos Sanfermines se retiraron de la calle un total de 538.100 kilos de vidrio, mientras que fueron 327.700 los kilos de basura recogida y 299.480 kilos de basura «barrida».
Un elemento importante fue el vaso reutilizable, el que se adquiere por un euro, se utiliza el tiempo que se desee y se puede devolver recuperando el mismo dinero o cambiar por otro limpio. A este sistema, implantado en 2017 por el Ayuntamiento de Pamplona, se adhirieron el pasado año unos 80 establecimientos, donde en total se repartieron 475.000 vasos, frente a los 422.400 de 2023.
La apuesta por reforzar la corresponsabilidad

Se trata de una alternativa al vaso desechable por la que sin duda apuesta el director del Área de Conservación Urbana del Ayuntamiento de Pamplona, Patxi Iriarte. En entrevista con EFE concede que es «innegable» la imagen de suciedad que en determinados momentos de los Sanfermines pueden ofrecer las calles de la ciudad.
La imagen es casi inevitable fruto de algunas horas nocturnas, de consumo de alcohol y de zonas con aforo importante donde se generan grandes cantidades de residuos. «Por las dimensiones de las fiestas y el carácter popular y callejero no existe un modelo similar al de Pamplona. Eso lo convierte en un reto algo más complejo», reconoce Iriarte.
También aprecia en los últimos años una «mayor sensibilidad hacia el impacto medioambiental, especialmente en las generaciones más jóvenes».
Y esa «transformación social» puede ayudar a su juicio a que medidas como el vaso reutilizable o la reducción de los envases plásticos se vivan como una parte natural de las fiestas y no como una imposición.
En esa evolución, «el gran reto de los Sanfermines de los próximos años es llegar a un equilibrio entre el disfrute colectivo y el uso de los espacios públicos. El objetivo no es renunciar a la esencia popular, callejera y participativa de las fiestas, sino avanzar hacia un modelo donde el respeto al entorno, la corresponsabilidad y la conciencia ecológica formen parte del propio espíritu festivo».
Los plásticos dañan la imagen pero sobre todo la salud

También el profesor de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) Inazio Irigoien, director de la Cátedra NILSA de Sostenibilidad Local, entiende la prevención como el principal punto de arranque en esta materia. Evitar la presencia de plásticos de un solo uso es esencial «no solo para la imagen, sino para la salud» de la ciudadanía.
Considera que no es el consumidor el inicial culpable de estos residuos, sino los productores de alimentos, artículos y géneros que son comercializados en estos envases tan dañinos. Aboga por medidas como reducir estos soportes y en todo caso fabricarlos en materiales biodegradables.
Como «modelo de transición» entiende que el vaso de plástico reutilizable en los Sanfermines es un recurso «potente», pero «siempre y cuando se haga bien». Señala que no se avanza nada usando uno de ellos pero tirándolo en la calle como los desechables.
Con todo ello Irigoien entiende que en los últimos años en Sanfermines «se ha avanzado mucho» en este terreno, pero «se pueden hacer muchas cosas, y una de ellas pasa siempre por responsabilizar a las personas de sus actos».