Alberto Santacruz
Mérida, 21 sep (EFE).- Aunque la vitalidad de Juana es envidiable, no recuerda bien su edad. Si se le pregunta cómo es su día a día, relata menesteres de un tiempo muy pasado; la memoria de Charo «va por rachas», por lo que no duda en apuntar las cosas.
Ambas mujeres forman parte de las centenares de miles de personas enfermas de Alzheimer en España -no existe un censo real- que reclaman más recursos económicos y sociales al objeto de recibir una atención interdisciplinar.
A estas personas hay que sumar otras tantas, que son las familias, los cuidadores y los profesionales de numerosas ramas que trabajan diariamente en pro de darle una vida mejor y con derechos.
«Somos un colectivo cada vez más numeroso, porque no puede separarse el binomio persona enferma-cuidador, ya que lo que afecta a uno redunda en el otro y viceversa», ha afirmado a EFE la directora de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias de Mérida (AFAM), María Jesús García.
Ampliar la oferta de recursos específicos dedicados al cuidado de las personas con enfermedad de Alzheimer, avanzar hacia el diagnóstico temprano y de precisión de la misma y el desarrollo de «una vez por todas» del Plan Integral de Alzheimer y otras Demencias constituyen las grandes demandas de este colectivo, que, además, exige ser reconocido como «grupo social».
«Exigimos los mismos derechos que se otorgan a otros colectivos importantes de la población», añade García, quien expone que el lema de este año del Día del Alzheimer es ‘Igualando derechos’.
«No es que no tengamos derechos, sino que se nos engloba en diferentes colectivos, pero no se nos da una atención directa y especializada -reclama- a lo que es la enfermedad de Alzheimer».
García lamenta que el citado Plan Nacional no esté dotado económica ni asistencialmente. «Estamos en un cajón de sastre a nivel sanitario y social, pero no específico para la enfermedad de Alzheimer», insiste.
Esta enfermedad no tiene cura; lo único que se puede hacer son los tratamientos que hay, «que son paliativos, no son curativos». Es lo que se conoce como «gimnasia mental», a la que se suman otros campos del bienestar, como la rehabilitación física, la psicomotricidad, la logopedia y la ergoterapia, entre otros.
La gimnasia mental

La estimulación cognitiva tiene por objeto ralentizar el avance de la enfermedad y que la persona se mantengan el máximo tiempo posible con su capacidades preservadas, pero nunca «lo perdido es recuperable», según explica la neuropsicóloga de AFAM, Tatiana Benítez.
En esta línea, «la reserva cognitiva», aquello que por nuestro trabajo o por estudios, ya sea manual o mental, «nos ayuda» a tener «una reserva que nos van a dar apoyo para mejorar aquello que hemos ido perdiendo poco a poco».
«Con el entrenamiento cognitivo y esa reserva cognitiva podemos sostener esas capacidades», añade.
No podemos olvidar que esta es una enfermedad neurodegenerativa que, por tanto, está relacionada con factores biológicos, pero que se acompañan de otros de la vida social que afectan al cerebro y, por tanto, hace que cambie la personalidad, «nuestra forma de ser, nuestra forma de hacer las cosas, cómo nos comportamos».
También a «nuestra capacidad cognitiva, como la atención, las funciones ejecutivas, el lenguaje, el cálculo e incluso los reconocimientos de imágenes, colores y formas».
Detección precoz
Uno de los problemas de cara a un diagnóstico precoz radica en ese dicho de que «son cosas de la edad». La familia achaca ese deterioro de la memoria, ese deterioro cognitivo, a que «nuestro padre, madre, abuelo o abuela ya es muy mayor». «Son cosas de la edad», se dice.
La gente asume que una persona, por el hecho de que va cumpliendo años puede tener pérdidas de memoria. «Es verdad, hay una pérdida de memoria que está asociada a la edad, pero es muy difícil saber hasta qué punto el límite está entre la enfermedad y lo normal».
Cambios en la personalidad, pérdidas de memoria recurrentes, cuadros de depresión y dificultades para tareas que siempre han sido comunes son algunas de las alarmas, apunta García.
Usuarios
Juana, que tiene «ochenta y tantos… no me acuerdo bien», lleva «muy pocos meses» en el centro de Mérida, pero realmente lleva muchos más. Asegura que en AFAM participa en talleres de escritura, lectura y hasta de costura. No cuenta -o no lo recuerda- que asiste a sesiones de estimulación cognitiva y sensorial, terapia psicomotriz, ergoterapia y rehabilitación física, entre otros muchos.
Cuando no está en el centro, según afirma, se va a la plaza de España y «allí montó la de San Quintín». La realidad, apuntan desde AFAM, es que ese tiempo de ocio del que habla forma parte de su pasado. Una jota que aprendió de joven la recuerda perfectamente y no duda en cantarla y bailarla a la vez.
Charo recuerda muy bien su edad, pero no la dice «porque no viene al caso». En el centro y, merced a esa gimnasia mental «vamos recordando y creo que no se nos olvidan» las cosas «que hemos ido aprendiendo»
Aunque su memoria, según afirma, «va por rachas», Charo reconoce que recurre a «apuntarse» las cosas para no olvidarlas, como el Día del Alzheimer, 21 de septiembre.