La erosión del suelo y la contaminación de los ríos, el reto de Galicia tras el fuego

Un hidroavión sobrevuela en agosto el incendio de Vilaboa, en Pontevedra, en una fotografía de archivo. EFE/ Salvador Sas

Paula Fernández

Santiago de Compostela, 5 sep (EFE).- Apagadas las llamas de la mayor oleada de incendios que ha sufrido en su historia reciente, Galicia se enfrenta ahora al reto de evitar que las cenizas lleguen a los ríos y contaminen sus aguas, abordar la erosión del suelo y paliar los daños a corto y largo plazo en la flora y la fauna.

Todavía se está evaluando la magnitud de la catástrofe -las cifras provisionales de la Xunta apuntan a unas 110.000 hectáreas quemadas mientras que Copernicus las eleva a 160.000-, pero expertos y ecologistas urgen a ponerse manos a la obra de inmediato para evitar que el desastre ambiental sea aún mayor.

Las llamas tienen un gran impacto sobre los suelos y en alrededor del 10 % de las superficies quemadas suele ser necesario intervenir porque no son capaces de recuperarse por sí mismas, explica a EFE el catedrático de Edafología Agustín Merino, de la Universidade de Santiago de Compostela (USC).

Normalmente se cubre el terreno con paja, «pero en esta ocasión en que la superficie es tan enorme, la cantidad de paja que tendríamos que utilizar es impensable, especialmente con la situación de los ganaderos que necesitan forraje», considera el profesor, que llama a centrarse en evitar que el suelo se desmorone en las zonas más sensibles.

Son las áreas cercanas a viviendas, estructuras como carreteras o ríos, ya que sin vegetación las corrientes provocadas por las lluvias arrastran las cenizas y contaminan el agua, provocando un proceso de eutrofización, un exceso de nutrientes que altera su calidad.

«En muchos sitios se va a impedir la toma de agua», alerta Merino, que refiere que para evitarlo hay que establecer barreras vegetales, sobre todo en las zonas de gran pendiente.

Son actuaciones «absolutamente urgentes», porque en un clima mediterráneo como el de la provincia de Ourense se suelen producir fuertes lluvias con la llegada del otoño.

La asociación ecologista Arco Iris calcula que la pérdida de suelo por hectárea de superficie quemada puede alcanzar las 24 toneladas el primer año y otras 5 el segundo por el arrastre de escorrentía.

«Es una barbaridad», señala a EFE su presidente, Pachi Lueiro, que insta a la Xunta a utilizar drones para reforestar las zonas afectadas con gramíneas como se ha hecho en otras partes de España para recuperar los suelos.

Impactos en flora y fauna

Si las cenizas llegan a los ríos afectarán también a las algas y a los peces, pero no es el único impacto de los incendios en la flora y la fauna.

Especies vegetales endémicas con poca distribución en la zona «pueden haber desaparecido», asegura a EFE la doctora en Ecología por la USC Otilia Reyes, que recuerda que la vegetación es la base de refugio y alimentación de animales.

Los que corren o vuelan han podido salvarse de las llamas, pero han quedado desplazados a otras zonas y han perdido su ecosistema, lo que dificulta su supervivencia.

Los incendios favorecen la entrada de especies exóticas invasoras, y en Galicia es «muy frecuente» la invasión de acacias, que germinan muy rápido tras el fuego y pueden desplazar a las plantas nativas, lo que genera un «cambio muy importante en la biodiversidad», avisa Reyes.

Tras el fuego, es importante planificar bien y evitar en la medida de lo posible acciones que puedan dañar más el terreno, como la extracción de madera o el uso de maquinaria pesada.

Actuar antes del fuego

Más allá de las medidas urgentes contra los daños a posteriori, los expertos llaman a actuar antes de los incendios, como huir del monocultivo y «pensar mucho qué especies se plantan», señala la ecóloga Reyes, ya que masas continuas de árboles como el eucalipto facilitan la propagación.

Las administraciones también deben dar formación a la población sobre cómo actuar ante los incendios porque la mayor parte del monte es privado, asevera Merino.

Y los efectos alcanzan a todos, zanja el experto en recuperación de suelos: «Este daño no afecta solamente al rural sino a todo el conjunto de la población, de ahí sacamos nuestras aguas, nuestra madera, la energía y nuestros alimentos».