Naciones Unidas, 25 sep (EFE).- La escalera mecánica averiada en Naciones Unidas el pasado martes, justo cuando el presidente Donald Trump y su esposa Melania subían al piso superior del recinto de la Asamblea General donde él iba a intervenir poco después, ha superado la categoría de anécdota y se ha convertido en la munición perfecta para los ataques del republicano a la organización.
La avería en la escalera, que fue resuelta en cuestión de minutos, se sumó a problemas con el teleprompter en los primeros momentos de su discurso y a supuestas deficiencias con el audio en la sala, unas deficiencias que a decir verdad ya se habían registrado el día anterior.
Para Trump, esa cadena de incidentes no fue casual, y escribió anoche en su red Truth Social: «No fue una coincidencia, sino un triple sabotaje en la ONU. Debería estar avergonzados de sí mismos. Estoy mandando una carta al secretario general y le exijo una investigación inmediata».
En realidad, lo más grueso estaba por venir en ese mismo mensaje: «No uno, no dos, ¡sino hasta tres acontecimientos siniestros! (…) No es de extrañar que la ONU no haya sido capaz de hacer el trabajo para el que se le puso a existir», añadió en mandatario estadounindense.
Un mensaje que suena a sarcasmo
El presidente Trump se ha dedicado por la vía de los hechos a socavar el trabajo de la ONU desde el día uno de su segundo mandato: ha abandonado los Acuerdos climáticos de París, se ha salido de la Organización Mundial de la Salud y de la UNESCO, ha congelado hasta la insignificancia los fondos para la cooperación internacional y ha marginado explícitamente a la ONU en sus esfuerzos por terminar las siete guerras que dice haber resuelto.
Además, la química no fluye entre Trump y el secretario general António Guterres: no habían hablado ni siquiera por teléfono una sola vez durante diez meses, ni tras ganar Trump las elecciones ni tras asumir enero su segunda presidencia. Por ello, había gran expectación de ver qué se decían el pasado martes en su primera conversación.
Pero antes de ese diálogo, Trump se había dedicado a atacar con toda la artillería a la organización desde el estrado mismo de la Asamblea General, ante 193 delegaciones de los estados miembros y con una audiencia mundial que probablemente sumaba decenas de millones de personas.
La gestión migratoria, el cambio climático, la incapacidad para impedir guerras, la inoperancia estructural… Trump sumó uno tras otro ataques a la ONU sembrados de chascarrillos sobre la escalera averiada o el teleprómpter, con una virulencia inaudita y ante la perplejidad de muchos de los asistentes (otros le reían las bromas).
Por ello, cuando más tarde subió al ‘piso noble’ de los despachos de Guterres, en el número 38 de la gran torre de Naciones Unidas que se levanta sobre el East River, todo el mundo se preguntó qué se dirían los dos líderes.
Trump contó posteriormente su versión de lo que vino a decir a Guterres: «Nuestro país apoya a Naciones Unidas al 100 %. Creo que el potencial de Naciones Unidas es increíble. Realmente increíble. Puede hacer tanto… Lo apoyo. Puede que a veces esté en desacuerdo, pero lo apoyo totalmente», escribió posteriormente a modo de resumen. El resumen de Guterres fue mucho más comedido.
A la luz de lo que había dicho antes y lo que ha repetido después, sus palabras suenan ahora a falsedad o a sarcasmo.
Javier Otazu