La ficción de la desextinción: un parque jurásico imposible y especies actuales «tuneadas»

El biólogo del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón, Pere Bover, habla con EFE de la desextinción, una obsesión incrementada por Hollywood y sus dinosaurios pero que es compleja de lograr. Lo que se está haciendo hoy día no es resucitar especies, sino tunearlas, es decir, modificar a los animales actuales para que se parezcan a los extinguidos". EFE/JAVIER BELVER

Pilar Bernal Zamora

Zaragoza, 2 ago (EFE).- Desde que el ser humano miró hacia atrás y supo que hubo criaturas más grandes y salvajes se obsesionó con la idea de devolverlas a la vida, pero la conocida como desextinción, lejos de Hollywood y sus dinosaurios, es algo más compleja de lograr, casi una ficción que supera con creces lo que la ciencia, hoy día, puede ofrecer.

«Estamos usando la palabra desextinción con demasiada facilidad», señala a EFE el biólogo e investigador de ARAID en el Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón, Pere Bover, quien afirma que «lo que de verdad se está haciendo no es resucitar especies, sino modificar a los animales actuales para que se parezcan a los extinguidos».

Un lobo gris «tuneado» y un elefante asiático como mamut

El biólogo del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón, Pere Bover, habla con EFE de la desextinción, una obsesión incrementada por Hollywood y sus dinosaurios pero que es compleja de lograr. Lo que se está haciendo hoy día no es resucitar especies, sino tunearlas, es decir, modificar a los animales actuales para que se parezcan a los extinguidos". EFE/JAVIER BELVER

El reciente estreno de la secuela ‘Jurassic World: El renacer’, o el anuncio hace unos meses de la empresa ‘Colossal Biosciences’ que afirmaba haber desextinguido la especie del lobo terrible, desaparecida desde hace 10.000 años, ha despertado de nuevo el debate sobre la realidad y las posibilidades de este hito científico.

«Realmente es un lobo gris tuneado», describe Bover, que explica que lo que ha realizado la empresa americana es modificar una parte del genoma de la especie del lobo gris, presente aún en algunas zonas del territorio.

«Quizás han modificado unos pocos cientos de pares de bases, pero comparten un 99,5 % de genoma, por lo que aún quedan 12 millones de diferencias por modificar para poder hablar de desextinguir la especie», cuantifica el investigador.

«Cambiar el color, su estructura o densidad es sencillo», declara Bover, quien aunque no niega que es todo un avance científico, no deben confundirse los términos. «La realidad es que no es una desextinción de la especie como tal, si no más bien es desextinguir genes», señala.

Además del lobo terrible, el dodo, el mamut o el tigre de Tasmania son algunas de las emblemáticas especies que se añaden a la lista de las empresas para devolver a la vida en los próximos años.

«El mamut sería un elefante asiático tuneado, peludo quizás, pero no uno auténtico», señala Bover, quien también recuerda la dificultad técnica para que se logre una población de esta especie, con un tiempo de gestación de los elefantes de casi dos años.

Los dinosaurios seguirán siendo cine

Y aunque la ficción siga dando esperanzas al espectador, en el caso de los dinosaurios esta desextinción es aún si cabe mucho más remota y la posibilidad de verlos seguirá siendo, de momento, cosa del cine. «El ADN se degrada, y aunque hemos conseguido conservar fragmentos de hasta un millón de años, los dinosaurios se extinguieron hace más de sesenta, así que no hay ADN con el que trabajar», explica Bover.

De hecho, lo más cercano que hay a los dinosaurios son las aves pero «por mucho que crucemos gallinas no vamos a obtener un velociraptor», bromea el investigador, quien afirma que no es una cuestión de ganas, sino de biología.

Pero, no solo es la inexistencia de ADN lo que limitaría la desextinción de los dinosaurios, sino también la realidad y biodiversidad en la que el mundo se encuentra.

«Los ecosistemas han cambiado y traer de vuelta algo del pasado puede ser peligroso si no encaja en el presente», advierte el investigador, quien añade que «cuando una pieza desaparece del ecosistema, a veces la naturaleza la sustituye, y si no lo ha hecho es porque no puede o porque no hace falta».

Un negocio por la biodiversidad ¿o por nostalgia?

Pero, ¿es acaso la desextinción del mamut o el dodo la solución a los problemas? ¿las necesita realmente la Tierra para mejorar el ecosistema? La respuesta no es del todo clara, pero Bover defiende que probablemente la inversión de estas empresas no merezca la pena en comparación con los beneficios que pudieran aportar a la biodiversidad.

«La excusa del mamut es intentar liberar grandes rebaños en las zonas del Ártico, para que su pisoteo genere un cambio de vegetación y que el CO2 que está acumulado en el suelo se libere», explica Bover, pero «crear un rebaño de mamuts es una inversión enorme», que podría ser sustituida por especies aun existentes en el planeta.

Además, teniendo en cuenta las desextinciones logradas, Bover también advierte de que una unidad por si sola no hace milagros. «La unidad ecológica es la población», subraya. «Soltar un mamut en el Ártico no transforma el ecosistema, ni restaura el equilibrio perdido hace miles de años», ejemplifica el investigador.

Un «antídoto» para una conciencia tranquila

Sin embargo, más allá de la viabilidad o ficción de estas promesas científicas, Bover también pone el foco en el riesgo de «trivializar» la pérdida de biodiversidad y encontrar en la desextinción un «antídoto» con el que exculparse. «Es como si dijéramos que podemos curar el cáncer de pulmón, así que no pasa nada por fumar», compara el investigador.

Porque mientras se sueña con traer a los dinosaurios de vuelta, en la Tierra el ritmo de extinción de especies actual es mil veces más alto que las tasas naturales de extinción, con una pérdida de géneros en los últimos cinco siglos que habrían tardado 18.000 años en extinguirse sin la presión humana, según un estudio realizado por Gerardo Ceballos y Paul Ehrlich.

Pero, ante unas cifras que no ayudan, la solución podría llegar desde las propias técnicas de la desextinción. «Hay una línea de trabajo muy interesante que consiste en modificar genéticamente especies actuales para mejorar su diversidad genética», explica Bover, que afirma que estas iniciativas «sí podrían tener un efecto real en la conservación de poblaciones muy reducidas y con graves problemas de consanguinidad».

«La extinción es para siempre, cuando una especie se extingue se pierde, y dudo mucho que podamos revertir eso algún día», concluye el investigador, quien prefiere centrarse en salvar las especies actuales en vez de soñar con lo que un día existió.