La genética, clave en la recuperación del lince ibérico

Imagen de archivo de un lince ibérico. EFE/Salas

Huelva, 12 may (EFE).- El estudio de la genética y la historia evolutiva del lince ibérico ha sido clave para la recuperación de la especie de la Península Ibérica, que en apenas dos décadas ha pasado de menos de cien ejemplares a más de 2.000, permitiendo su reclasificación de “en peligro crítico” a “vulnerable”.

A lo largo de más de veinte años, el estudio del ADN del lince ibérico ha permitido reconstruir su historia evolutiva, detectar los efectos de la pérdida de diversidad genética y guiar las decisiones del programa de cría y reintroducción, ha informado en un comunicado la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC).

“Se ha trabajado para reducir la consanguinidad en las poblaciones cautivas y reintroducidas, para maximizar la diversidad genética y la viabilidad de la especie”, ha explicado José Antonio Godoy, investigador de la EBD-CSIC, cuyo equipo acaba de publicar un artículo en la revista ‘Molecular Ecology’ sobre el papel de la genética en esta recuperación.

El lince ibérico fue antaño una especie común en el Mediterráneo occidental; según estudios paleontológicos, su distribución alcanzaba incluso el sur de Francia y el norte de Italia, donde coexistía con su pariente, el lince euroasiático.

Recientes análisis genómicos llevados a cabo en la EBD-CSIC han revelado que, aunque el lince ibérico se separó del euroasiático hace mucho tiempo, la introgresión -el flujo de genes entre especies- ha enmascarado esa antigua divergencia.

Ya en tiempos históricos, desde el siglo XVI hasta el XX, la población de lince ibérico empezó a fragmentarse: Para los años 80, su área de distribución se había reducido entre un 45 y un 81 %, con una población estimada de solo 1.100 ejemplares; pero el verdadero colapso llegó en 2002, con apenas dos poblaciones aisladas en Doñana y Andújar-Cardeña, cada una con menos de 50 individuos.

Diversidad genética

Los primeros análisis genéticos confirmaron que las poblaciones supervivientes estaban genéticamente diferenciadas; para comprender cómo se había llegado a esta situación, el equipo científico analizó ADN de muestras de museo, fósiles de hasta 43.000 años y linces antiguos.

Descubrieron que antaño existía una sola población continua en la Península Ibérica, que se fue fragmentando con el tiempo, que mostraba incluso menos diversidad genética que los actuales, algo que se atribuye a la hibridación con linces euroasiáticos: “La genética nos ha permitido estimar que hace unos 20.000 años había solo unos pocos miles de linces”, ha explicado Godoy.

Conservación con ciencia

A partir de 2002, comenzó un esfuerzo titánico de conservación, apoyado en gran medida por programas LIFE de la Unión Europea, poniéndose en marcha planes de cría en cautividad, reintroducción y seguimiento de las poblaciones, todo con el respaldo de la genética.

Esta herramienta ha sido crucial para seleccionar los individuos más adecuados para reproducirse, evitar cruces entre parientes y decidir dónde liberar a cada ejemplar y, sobre todo, para evitar la propagación de enfermedades con base genética, destacando el caso de la epilepsia juvenil idiopática, que entre 2005 y 2012 afectó a 20 de los 121 cachorros nacidos en cautividad.

Los investigadores de la EBD-CSIC identificaron que la enfermedad seguía un patrón de herencia recesiva y evitaron cruzar animales portadores, logrando erradicar la afección en nacimientos.

Otra enfermedad, la criptorquidia -descenso incompleto de los testículos- también se pretende abordar con estrategias genéticas: “Detectar las regiones del genoma asociadas a estas patologías nos permitirá aplicar medidas más eficientes para reducir su incidencia”, ha señalado Lucía Mayor, investigadora predoctoral de la EBD-CSIC.

Estudios comparativos con otras especies de lince han revelado que el ibérico, pese a su reducida población histórica, desarrolló cierta resiliencia genética, conocida como “purga genética”, lo que permitió que algunas variantes perjudiciales fueran eliminadas con el tiempo.

Sin embargo, la drástica caída poblacional reciente provocó una acumulación de mutaciones deletéreas, que afectaron su fertilidad, salud y capacidad de adaptación.

Leucemia felina

Uno de los momentos más críticos para la especie ocurrió en 2007, cuando un brote de leucemia felina afectó a casi todos los machos de Doñana en plena época reproductiva, lo que puso a esa población al borde de la extinción.

Como respuesta, se trasladó un macho procedente de Andújar-Cardeña, Baya, que logró reproducirse con tres hembras y dejó una descendencia vital para el futuro de Doñana; en los años siguientes, se introdujeron al menos once linces más, y aunque solo tres lograron reproducirse, el impacto fue notable: en 2022, por primera vez en décadas, Doñana superó los cien individuos, lo que supone “un claro ejemplo de rescate genético”, afirma Laia Pérez Sorribes, investigadora predoctoral en la EBD-CSIC.

Además de los collares de seguimiento y las cámaras trampa, hoy se utilizan técnicas genéticas no invasivas para estudiar a los linces, como el análisis de marcadores a partir de excrementos recogidos en el campo que permite identificar a los individuos, conocer sus linajes, registrar su reproducción y controlar la diversidad genética sin necesidad de capturarlos.

El reto ahora es consolidar la recuperación, para lo que el último proyecto europeo LynxConnect busca conectar las distintas poblaciones al objeto de crear una metapoblación dinámica, con intercambio genético y migraciones naturales: “Para asegurar la viabilidad genética a largo plazo, la población debería ser al menos tres veces mayor que la de 2023”, ha advertido Godoy.