Juan Javier Ríos
Madrid, 20 sep (EFE).- La gripe aviar ha infectado a más de 67.000 aves domésticas tras su reaparición a mediados de julio en una granja extremeña, con un sector atento a la incidencia otoñal -época en la que normalmente suele aumentar- y con avicultores haciendo frente a gastos de varios miles de euros.
Desde ese primer foco en Ahillones (Badajoz) en una granja de pavos, las autoridades sanitarias han declarado seis en España que dejan un saldo de 67.000 aves infectadas y unas 44.000 sacrificadas para evitar la propagación de la enfermedad.
Si bien, estas cifras serán actualizadas en los próximos días al alza tras la confirmación ayer mismo de otro foco en una granja de gallinas ponedoras de Olmedo (Valladolid) con un parque de 760.000 aves.
Es el quinto evento que España registra para la gripe aviar de alta patogenicidad en la última década pero aún queda lejos de superar el impacto que tuvo en las granjas el iniciado en agosto de 2022, cuando se sacrificaron más de 747.000 aves domésticas, en su mayoría en dos brotes en la provincia de Guadalajara.
Impacto económico
Desde la interprofesional de carne avícola (Avianza) reconocen que es difícil poner una cifra actualmente al impacto económico que esta incidencia tiene para las granjas al estar activo el brote.
Para hacerse una idea, en marzo de 2022, cuando España afrontó brotes centrados principalmente en Sevilla y Huelva, el sector avícola calculó unas pérdidas de 50.000 euros por granja.
Hay que tener en cuenta que erradicar un foco conlleva gastos para el sacrificio de animales, las labores de desinfección y limpieza, reforzar medidas de bioseguridad, costes veterinarios y otros indirectos como pérdida de producción futura o incluso costes labores por el personal que cesa temporalmente su actividad debido al vacío sanitario de la granja.
El papel de los seguros agrarios
Más allá de las indemnizaciones que facilitan las distintas administraciones cuando surgen estos focos, los avicultores cuentan con los seguros agrarios como herramienta para asegurar sus producciones.
Desde Agroseguro, han informado a Efeagro de que, por el momento, les ha llegado un solo siniestro relacionado con estos brotes de gripe aviar aunque dan por hecho que recibirán alguno más en las próximas semanas.
La avicultura comenzó a incorporarse al seguro agrario en 2004 y actualmente existen tres líneas que cubren diferentes riesgos, entre ellos el de gripe aviar que está incluido dentro de la garantía básica de los seguros.
El 80 % de las aves de puesta (huevos) están aseguradas en España frente a este y otros riesgos mientras que en la avicultura de carne este porcentaje ha crecido en los últimos años hasta rozar el 50 %.
En estos casos, el seguro cubre la pérdida de producción provocada por las obligaciones de cuarentena en la explotación e intenta hacerse cargo de las pérdidas que la Administración no puede asumir, por ejemplo, la inmovilización de las explotaciones circundantes al foco principal de la enfermedad, entre otras coberturas.
Un virus que rompe su estacionalidad con el que hay que convivir
En este contexto, la directora del centro de investigación sanidad animal (Cresa) del IRTA, Natàlia Majó, ha puesto en valor los «buenos sistemas de detección» que están permitiendo detectar la circulación del virus en el país.
Aun así, ha señalado que se trata de un virus que ha roto su estacionalidad para estar presente «durante todo el año» de tal forma que, «eventualmente, se contamina alguna granja».
No obstante, los «mecanismos de control funcionan muy bien», algo que es esencial de cara al otoño cuando las migraciones hacen que aumente la posibilidad de nuevos focos en aves silvestres.
Ha valorado el nivel de bioseguridad en las granjas porque, aunque «siempre es «mejorable», el sector está «muy concienciado» tras «muchos años» de lucha contra el virus.
Para esta experta, es conveniente que el sector se «haga a la idea de que es un virus con el cual habrá que convivir».
También recuerda que a nivel de salud pública, para que haya un contagio a una persona, esta debe haber mantenido un contacto «muy estrecho y continuado» con un animal que esté excretando virus.