Madrid, 30 jun (EFE).- La historia clínica medioambiental del paciente será «una herramienta básica» para el médico del futuro, fundamental para orientar la causa de las enfermedades, sostiene su principal impulsor en España, el pediatra Juan Antonio Ortega.
Unos 400 profesionales participan actualmente en un curso sobre medicina medioambiental que ofrece la Asociación Española de Pediatría y que coordina Ortega, pionero en una materia en la que trabaja desde hace veinte años, cuando hablar sobre la incidencia del medio en las enfermedades era «motivo de incredulidad», cuando no «de burla».
Pese a que «los futuros líderes de la medicina ambiental están ahora mismo acabando sexto de primaria», Ortega está seguro de que esta rama «va a revolucionar la medicina».
El especialista, que coordina la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia), compara la situación con la de los genetistas hace 40 años. «A ver quién pone ahora un hospital sin unos servicios de genética clínica. En medicina ambiental pasará lo mismo», anticipa.
«Haces a un paciente unas pruebas genéticas y le parece fantástico. Pero le hablas de un cribado de salud ambiental y te pregunta para qué. Y el fondo es lo mismo, intentar comprender las causas de las enfermedades», señala.
«Seamos realistas: ¿quién le pregunta a los enfermos dónde trabajan y qué exposiciones tienen? Creo que la inmensa mayoría de los enfermos crónicos lo son por enfermedades ambientalmente relacionadas y todos tienen el derecho a una cuidadosa historia clínica ambiental que les permita resolver sus dudas y planificar mejor su futuro», dice a EFE el pediatra, que confía en que la generalización de esa historia sea «la mejor herencia» de su paso por la medicina.
Ortega apunta que, ante un paciente con riesgo cardiovascular, un médico pide una analítica para medir el colesterol, los triglicéridos o la creatinina, «pero todavía no pide los niveles de plomo, cuando se sabe que algunos metales pesados aportan tanto o más riesgo cardiovascular que el colesterol».
«No es difícil hacerlo, pero todavía no forma parte del acervo del médico», señala.
Anemia, párkinson: casos concretos
El doctor cita varios casos, expuestos durante el curso, de enfermedades causadas o agravadas por factores ambientales (cáncer, enfermedades endocrinas, trastornos del neurodesarrollo). Y refiere ejemplos concretos, como el de un pequeño que sufrió anemia aplásica y requirió un trasplante después de que el interior de su vivienda se decorase con pintura para fachadas; o el de niños inmunodeprimidos que reducen sus infecciones respiratorias gracias a la instalación de un filtro HEPA (recogedor de partículas) en su casa.
También habla de una persona de 26 años con párkinson, que llevaba desde la adolescencia expuesta a pesticidas por su trabajo en un invernadero: «No encontraron nada genético y le mandaron a nuestra consulta. Hicimos una evaluación de riesgos, un detalle de los pesticidas a los que estuvo expuesto, lo sacamos de la exposición y mejoró».
Asesor del Hospital San Juan de Dios de Barcelona, profesor en la Facultad de Medicina de Murcia, Ortega ha conseguido que en su programa de estudios se incluya la asignatura de medicina medioambiental pediátrica y prevé que pronto se impartirá en todas las facultades.
Pero en algunos aspectos habla de un necesario retorno a prácticas del pasado.
«Hubo un tiempo en el que el médico visitaba el domicilio del enfermo y reconocía el entorno en el que vivía. Hoy tenemos mucha información de los domicilios y de los barrios, de los índices de contaminación, sin necesidad de desplazarnos, pero es probable que en el futuro volvamos a recuperar esa visita, quizá mediante la inteligencia artificial o un gemelo digital, quién sabe», dice.
Ortega considera que, una vez desentrañado el ADN humano, el reto es «reconocer el exposoma, el ambiente que rodea a las personas». Hay una dificultad adicional: el genoma no cambia, pero el exposoma varía en el espacio y en el tiempo.
Negacionismo reactivo
Este pediatra ambiental admite que la actual es «una época de negacionismo absoluto» respecto a la emergencia climática y sus consecuencias, pero no se muestra excesivamente preocupado porque lo considera «un negacionismo reactivo».
«Los jóvenes, incluso los votantes de ultraderecha, tienen una conciencia verde y ambiental que sus padres nunca tuvieron. Es un negacionismo pasajero. La propia naturaleza es convulsa y los cambios los haremos probablemente al borde del precipicio. El impacto que tiene el cambio climático en la salud de las personas es imparable y tenemos que trabajar por mitigarlo», argumenta.
Juan Antonio Ortega, convencido también de que en el futuro todos los hospitales tendrán un espacio natural incorporado a su cartera de servicios, cree que el desafío en la relación médico-paciente no es tanto humanizar la medicina como «naturalizarla» y «enraizarla».