Turnberry (R. unido), 28 jul (EFE).- El Reino Unido asistió este lunes a la insólita imagen de su primer ministro, Keir Starmer, siendo recibido en su propio país por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con quien mantuvo una reunión bilateral en su complejo de golf de Turnberry, al oeste de Escocia.
Lo habitual sería que fuera Starmer quien actuara como anfitrión ante la visita de un mandatario extranjero, pero en este caso ha sido Trump quien ha llevado la voz cantante, al encontrarse en territorio británico en un viaje «personal» del 25 al 29 de julio.
Lejos de limitarse a jugar al golf, el presidente estadounidense está aprovechando su estancia para cerrar varios asuntos pendientes: sin ir más lejos, el domingo selló un esperado acuerdo arancelario con la Unión Europea (UE) que ha evitado una temida guerra comercial.
En una jornada que comenzó practicando su deporte favorito, Trump, junto con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen —que viajó desde Bruselas para la ocasión—, anunció un pacto que fija un gravamen del 15 % a ciertos productos de la UE, además de prever compras comunitarias de energía y equipamiento militar estadounidense, entre otros puntos.
Este lunes le llegó el turno al primer ministro británico, que mantiene una buena relación con el presidente estadounidense desde que en febrero lo visitó en la Casa Blanca.
Aunque algunos críticos en el Reino Unido consideran que Starmer es demasiado obsequioso con Trump, sus esfuerzos parecen estar dando frutos, pues en mayo alcanzaron un acuerdo arancelario que reduce las tarifas a determinadas exportaciones británicas a cambio de un mayor acceso al mercado del Reino Unido para productos agrícolas estadounidenses.
En el encuentro de hoy, Starmer espera ultimar los aspectos pendientes para la plena aplicación de ese pacto y abordar los conflictos en Ucrania y Gaza, donde Londres se ha ofrecido a colaborar con sus aliados en la elaboración de un plan para garantizar la paz una vez se logre un alto el fuego.
Recepción a la escocesa
Vestido con traje azul marino y corbata roja, Trump recibió a Starmer y a su esposa, Victoria, a la entrada de su lujoso complejo, mientras de fondo sonaba una gaita escocesa que impidió escuchar buena parte de su conversación ante la prensa.
Al saludar a Victoria, el presidente comentó que «es una primera dama muy respetada en Estados Unidos», a lo que ella no pareció reaccionar de manera especial.
Una vez cesó la música de la gaita, el presidente estadounidense abordó, como es habitual en él, diversos temas. Desde su llegada a Escocia el viernes, ha advertido en varias ocasiones a los países europeos de que deben frenar la inmigración, que -según él- está transformando el continente, y ha reiterado su oposición a las turbinas eólicas, que considera que afean el paisaje, en particular desde sus campos de golf en Turnberry y Menie, cerca de Aberdeen.
Tras la reunión con los Starmer, todos se desplazarán a ese segundo complejo en el noreste de Escocia, donde el presidente prevé inaugurar este martes, junto a sus hijos Eric y Donald Trump Jr., un nuevo campo de golf de 18 hoyos.
Allí se unirá a ellos, en otra escena llamativa, el ministro principal del Gobierno escocés, el independentista John Swinney, hasta hace poco un férreo crítico de Trump.
Frente a quienes le acusan de hipocresía, Swinney ha defendido el encuentro con el argumento de que le permitirá plantear asuntos relevantes para Escocia, como impulsar una tregua en Gaza, y por el potencial del acto para promocionar a esta región británica como destino turístico.
Tras este viaje veraniego a la tierra de su madre, Trump regresará al Reino Unido del 17 al 19 de septiembre para realizar su segunda visita de Estado -tras una primera en 2019-, acompañado de su esposa, Melania. Durante esa visita se alojarán invitados por el rey Carlos III de Inglaterra en su castillo de Windsor, a las afueras de Londres.
