Ana Burgueño
San Sebastián, 20 sep (EFE).- La casi desconocida lucha canaria, que en las islas se vive como algo más que un deporte, se erige como absoluta protagonista de ‘La lucha’, segundo largometraje del director tinerfeño José Alayón, un drama sobre el duelo y la ausencia traspasado por los áridos paisajes de Fuerteventura.
Este filme, que compite en la sección New Directors del certamen donostiarra, llega respaldado no solo por el equipo de la película, también por el Gobierno de Canarias, cuya Consejería de Actividad Física y Deportes ha organizado este sábado una exhibición de lucha canaria en la playa de la Zurriola, junto al Kursaal, sede del Festival.
Luchadores canarios y bregadores vascos han participado en este acto promocional del filme en una mañana de calor bochornoso.
‘La lucha’ es una historia pequeña, de pocas palabras, que crece con las imágenes, con los primeros planos de hombres y mujeres que tratan de desestabilizar al contrario mediante las agarradas características de este deporte tradicional que se remonta a los guanches.
Sus actores son luchadores reales. En sus cuerpos, con sus camisetas y pantalones arremangados, se posa la cámara, rojos y azules que predominan sobre el terrero, ese círculo de arena donde se mueven por parejas y al que acuden a diario los dos protagonistas, Miguel y Mariana, padre e hija, perdidos y desorientados desde la muerte de la esposa y de la madre.
Los dos, luchadores también, trasladan al combate lo que llevan dentro, mientras la incomunicación cobra distancia entre ellos.
Alayón, como en ‘Slimane’, su primer largometraje, ha encomendado la fotografía a Mauro Herce, autor también de la de ‘Sirat’, el filme de Oliver Laxe que aspira a ser nominado a los Oscar.
El guion vino después de la idea, pues el germen de la película fue el deseo del director de llevar al cine el imaginario de la lucha canaria, de la que había recibido clases en la escuela, en Educación Física, y con la que volvió a «reconectar» hace siete años.
«Volví a ver una ‘luchada’ y pensé que eso era potentísimo. Me gusta mucho construir el cine desde el cuerpo directamente, y dije, bueno, pues aquí tiene que haber algo poderoso. No sé por qué nunca se ha hecho una película con este universo. A partir de ahí, empezamos ya a imaginar lo que podía ser y vimos que había una buena metáfora entre la lucha y luchar en la vida», explica a EFE José Alayón (Arona, 1980).
Tuvieron claro desde el principio que querían hacer «una película pequeña, a nivel emocional, de familia», asegura Alayón, que considera la lucha canaria como «uno de los pocos espacios de resistencia identitaria del archipiélago».
La lucha cuenta con apoyo institucional, aunque el mayor peligro para su pervivencia no cree que esté en que dejara de existir ese respaldo, sino en que «los niños dejen de luchar».
«En los 80 y los 90 se hacía mucha lucha, pero de repente, en los 2000, todos los niños empezaron a hacer otros deportes, como baloncesto, fútbol…», señala el realizador tinerfeño, que no obstante advierte de que la lucha canaria «tiene un arraigo súper bestia, pasa de padres a hijos, de abuelos a nietos».
«Existe algo como de pertenencia, que es muy poderoso. Creo que es más importante esa comunidad que está generada ya en la familia. Está muy bien el apoyo institucional, que se intente mantener, pero donde está la base de la lucha es en eso, en el orgullo que representa la práctica de este rito precolonial, un orgullo ancestral», destaca.
Alayón, que es también productor y director de fotografía, creyó más «honesto» buscar su reparto entre luchadores «que sintieran esa pasión de verdad».
Se ve a la legua que es así. Yazmina Estupiñán y Tomasín Padrón, los protagonistas, que también han viajado a San Sebastián, están de acuerdo en que, de haber optado por actores, el público lo habría percibido.