La Habana, 13 jul (EFE).- Las imágenes se difundieron rápidamente en redes sociales. Para no pocos masones cubanos era cuestión de tiempo. Hoy, hace una semana, un grupo forzó su entrada en la Gran Logia, en el corazón de La Habana, para reventar una reunión convocada por un líder que no reconocen.
El acontecimiento fue resultado de semanas de tensiones dentro de una de las comunidades más antiguas del país con cerca de 20.000 miembros. El material acumuló miles y miles de reproducciones.
“Esto es histórico. No había ocurrido y es un punto de inflexión”, sostiene a EFE Camila Acosta, periodista independiente y autora del libro ‘Del templo al temple, silencios y escándalos de la masonería cubana’.
La génesis se ubica en 2024 e involucra a quien fuese el Gran Maestro de los masones: Mario Alberto Urquía. El líder de la hermandad denunció el robo de unos 19.000 dólares de las arcas de la comunidad.
Poco después, firmó su renuncia, acorralado por las presiones de sus correligionarios, y fue detenido como sospechoso, según se reportó en redes sociales y en medios independientes.
Mayker Filema Duarte fue colocado por la masonería como cabeza provisional hasta elegir a un nuevo dirigente.
Muchos críticos, sin embargo, pronto señalaron a Filema Duarte por presuntamente tener una relación cercana con Urquía y con el oficialismo.
Los más reacios a su figura también lo han acusado de tener vínculos con la Seguridad del Estado. Para Acosta, no se trata de “teorías de la conspiración” y argumenta que estos señalamientos se sostienen por distintos hechos concretos, como la detención de integrantes de la comunidad que han sido críticos del Gobierno.
Vínculos con el oficialismo

Esas sospechas contra el líder en funciones se dispararon por tres hechos recientes: en primer lugar, la insistencia de Filema Duarte de no dar un paso al costado tras una votación del pasado mayo que lo removió de su cargo.
En segundo lugar, el Ministerio de Justicia, con la facultad de supervisar todas las asociaciones civiles en la isla, invalidó dicha destitución.
Como último punto, el Gobierno desconoció la elección Juan Alberto Kessel como nuevo Gran Maestro, por presuntos errores de procedimiento. Para una parte importante de la masonería esta fue la gota que colmó el vaso.
Los masones díscolos han sostenido que Kessel resultó ganador con un 60 % de los votos posibles.
Este episodio hizo que los masones rebeldes denunciaran un “golpe burocrático” contra su institución, vista por muchos de sus integrantes como un reducto de autonomía con respecto al enjambre de organizaciones civiles en la órbita del Partido Comunista de Cuba (PCC, único legal).
Posición oficial

Después de meses de silencio dentro del oficialismo, el propio ministro de Justicia, Óscar Manuel Silvera, dio declaraciones a la televisión estatal para justificar la legalidad de las acciones emprendidas por su cartera.
Silvera negó las acusaciones de interferencia estatal y aseguró que las tensiones son un «asunto interno» de la masonería y que el Gobierno mantiene una relación de «cercanía y respeto» con la institución.
También, reconoció que las autoridades cubanas han mantenido reuniones y «conversatorios» con diversos grupos de masones, tanto a solicitud de ellos como del propio ministerio para «garantizar un mayor entendimiento».
Acosta considera que ha habido una “intromisión descarada” y asegura que prueba de ello es que, un día antes de los forcejeos del pasado domingo en la sede nacional de los masones, el líder rebelde Kessel fue detenido.
“Es una demostración de fuerza (por parte del Gobierno), al final ellos quieren imponer su poderío (…) la otra cuestión es que a la masonería les conviene tenerla bajo control porque hay prácticamente una logia masónica en cada pueblo de Cuba”, asegura.