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La microbiota intestinal, un ‘segundo cerebro’ que cuida de nuestra salud mental

El catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, Ignacio López-Goñi, autor del libro 'Microbiota y salud mental', posa durante una entrevista con EFE. EFE/Iñaki Porto

Javier Rodrigo

Pamplona, 12 sep (EFE).- En 2016, investigadores canadienses tuvieron la curiosa idea de retirar la microbiota intestinal de ratones y sustituirla por la de personas deprimidas. ¿El resultado? Los ratones se deprimieron, lo que demostró que ese conjunto de bacterias eran capaces de afectar directamente a los cerebros de los animales de laboratorio.

¿Significa esto que podemos curar la depresión en humanos mediante trasplantes de microbiota intestinal? No, al menos por ahora, ha afirmado en una entrevista con EFE el catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, Ignacio López-Goñi, autor del libro ‘Microbiota y salud mental’.

López-Goñi (Pamplona, 1962), autor del blog microBIO, ha explicado que la microbiota, conocida también como la flora intestinal, es un conjunto de microorganismos, no solo de bacterias, sino también de virus, hongos, levaduras y eucariotas, que se encuentran en lugares del cuerpo como el intestino, la piel, la boca o la vagina.

«La inmensa mayoría de ellos son unos buenos tipos, no son patógenos. Siempre pensamos en los microbios como en gérmenes, asociados a la suciedad o la enfermedad, pero en este caso, no», ha asegurado.

Todos somos mitad humanos, mitad bacterias

El catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, Ignacio López-Goñi, autor del libro 'Microbiota y salud mental', posa durante una entrevista con EFE/Iñaki Porto

Hace años se hablaba de que el cuerpo humano albergaba un kilo o dos de microorganismos, pero estudios recientes han rebajado esta cifra a unos 200 o 300 gramos. «Pero sí es verdad que, por cada célula que tú tienes, por cada célula humana, tienes un microorganismo. Podríamos decir que somos mitad humanos, mitad bacterias», ha señalado.

Si son tan importantes -y de hecho no podríamos vivir sin ellos-, conviene saber qué les gusta ‘comer’ a estos microorganismos. Porque debemos tener en cuenta que, cuando nos alimentamos, estamos alimentando también a nuestra microbiota.

En ese sentido, ha apuntado que, cuando se han comparado distintas dietas, se ha comprobado que la microbiota más numerosa y más diversa, que es sinónimo de salud, «es aquella que se encuentra en personas que llevan a cabo una dieta mediterránea, como no podría ser de otra manera».

Se trata de una dieta rica en alimentos como vegetales, frutas, frutos secos, aceite de oliva, probióticos, pescado y carne blanca, evitando sobre todo los edulcorantes, los procesados, las grasas animales y el azúcar.

Entre los enemigos de nuestra microbiota se encuentran el alcohol y el tabaco. Este último, ha precisado, afecta especialmente a la microbiota oral.

Microbiota y salud mental

El catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, Ignacio López-Goñi, autor del libro 'Microbiota y salud mental', posa durante una entrevista con EFE/ Iñaki Porto

Pero, ¿realmente los microorganismos intestinales afectan directamente a nuestra salud mental? Cada vez hay más datos que así lo confirman, ha destacado el catedrático, quien ha apuntado que hay cantidad de estudios donde se va viendo cómo influye la microbiota en enfermedades como la depresión, el párkinson o el alzheimer o en trastornos del espectro autista.

El mayor problema, ha agregado, es que «no sabemos si es causa o efecto, si son esas enfermedades las que causan las alteraciones en la microbiota o al revés».

Lo que sabemos es que hay una comunicación entre nuestro intestino y nuestro cerebro. Más del 90 % de la serotonina que se produce en el cuerpo se segrega a nivel intestinal. Nuestras bacterias intestinales producen serotonina, noradrenalina y otros neurotransmisores.

Así que, ¿tenemos un pequeño cerebro en el intestino? Aunque López-Goñi cree que esta afirmación es algo exagerada, sí que es cierto que hay una red neuronal muy potente a nivel intestinal, por ejemplo, a través del nervio vago, que es uno de los nervios craneales que conecta el cerebro con el intestino.

«Por eso tenemos esas sensaciones a veces cuando estamos estresados, que se nos pueden mover las tripas o a veces cuando estamos con problemas digestivos podemos estar de mal humor», ha comentado.

Trasplantes fecales como terapia

Llegados a este punto, surge una posibilidad fascinante, aunque algo escatológica, que es el trasplante fecal para mejorar el cerebro, aunque «a mí me gusta más hablar, porque queda como más bonito, de bacterioterapia», ha declarado López-Goñi.

Consistiría en utilizar bacterias intestinales de personas sanas para repoblar el intestino de otras enfermas y mejorar algunas patologías.

El trasplante de microbiota intestinal, ha indicado, está autorizado y se utiliza solo para una enfermedad, que es una infección por la bacteria clostridioides difficile y, «como ha funcionado tan bien, se ha empezado a aplicar desde la obesidad hasta la depresión o el autismo».

En estos otros casos, ha dicho, los resultados no son concluyentes: «No podemos decir que en este momento el trasplante de microbiota intestinal vaya a curarnos de alguna otra enfermedad».

Pero sí es verdad, ha concluido, «que muy probablemente en el futuro haya trasplantes sintéticos en los que tengamos un cóctel de bacterias muy determinadas que hayamos aislado probablemente del intestino de personas sanas que mejore la calidad de vida de algunas personas». EFE

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