La Moscú monumental y postsoviética está en deuda con Tsereteli

El actual esplendor de Moscú, la ciudad más grande y poblada de Europa, se debe en no poca medida a la prolijidad del artista de origen georgiano Zurab Tsereteli (1934-2025), cuyos innumerables monumentos son la tarjeta de presentación de la urbe rusa de 13 millones de habitantes.  EFE/ Fernando Salcines

Moscú, 9 jul (EFE).- El actual esplendor de Moscú, la ciudad más grande y poblada de Europa, se debe en no poca medida a la prolijidad del artista de origen georgiano Zurab Tsereteli (1934-2025), cuyos innumerables monumentos son la tarjeta de presentación de la urbe rusa de 13 millones de habitantes.

«Todos los proyectos que emprendía pasaban por el prisma de su alma, de sus vivencias», comentó a Efe el pintor, nieto del artista y actual presidente de la Academia Rusa de las Artes, Vasili Tsereteli.

 Síntesis de arquitectura y monumentalismo

La huella del pintor y escultor en esta ciudad, odiado y amado a partes iguales hasta su muerte en abril pasado, es una indeleble síntesis de arquitectura y monumentalismo, asevera su nieto sin poder ocultar el orgullo que siente.

La Moscú de 2025 ya es inconcebible sin una de sus obras más grandiosas: el Parque de la Victoria, el amplio conjunto monumentalístico dedicado a la victoria soviética sobre la Alemania nazi.

Al oeste de la capital rusa, donde anteriormente estuviera la colina Poklónnaya en la que Napoleón esperó en vano que le trajeran las llaves de Moscú, hoy se extiende un enorme parque, coronado por el monumento a la Victoria: un San Jorge -patrón de la ciudad- a la grupa de un caballo encabritado que fulmina al dragón del nazismo.

A sus espaldas, se alza al cielo una gigantesca bayoneta de 141,8 metros de altura -en referencia a los 1.418 días que duró la Gran Guerra Patria- cubierta de bajorrelieves alegóricos, y justo a la altura de cien metros se yergue Nike, la diosa de la victoria, acompañada de dos ángeles.

Al igual que el San Jorge, la mano de Tsereteli está en el Museo de la Victoria, ubicado a espaldas del monumento, en las fuentes, en las columnas, en todo el memorial.

«Fue un artista único» que vio en Moscú «un centro de energía» al cual volvía constantemente pese a trabajar a lo largo de su vida en otras grandes capitales como Nueva York o París, explica.

De Colón a Pedro el Grande

El actual esplendor de Moscú, la ciudad más grande y poblada de Europa, se debe en no poca medida a la prolijidad del artista de origen georgiano Zurab Tsereteli (1934-2025), cuyos innumerables monumentos son la tarjeta de presentación de la urbe rusa de 13 millones de habitantes.  EFE/ Fernando Salcines

Pero la capital rusa ya no sería la misma sin otras obras transformadas en símbolos moscovitas como Pedro el Grande -gigantesca escultura de 98 metros erigida sobre el río Moscova en honor a la Armada Rusa-, o la reconstruida Catedral de Cristo Redentor.

Sus detractores le acusaban de haber reconvertido un monumento a Cristobal Colón en el emperador ruso, algo que no tenía nada que ver con la realidad según su nieto, que achacó estos ataques a campañas de los enemigos políticos de Luzhkov.

«El monumento a Pedro el Grande fue creado en 1995 y develado en 1997, y el de Colón fue creado en 1993. Demoró mucho la búsqueda de fondos para financiar este proyecto», explica Vasili, en referencia a la escultura de Colón, de 110 metros de altura, develada finalmente en 2016 en Puerto Rico.

Al igual que decenas de monumentos, entre los que destaca el conjunto ‘Ojotni Riad’, junto al Kremlin, estas obras fueron el resultado de un trabajo colectivo que implica a arquitectos e instituciones oficiales, observa Vasili.

Los moscovitas, ya acostumbrados a estas obras, refrescan el calor estival junto a la fuente de los caballos o disfrutando las esculturas de los cuentos tradicionales rusos recreados por Tsereteli apenas a decenas de metros de las murallas rojas del Kremlin.

Avalancha creativa

Su presencia en Moscú, particularmente visible durante el mandato del anterior alcalde, Yuri Luzhkov (al frente de la capital de 1992 hasta 2010), provocó que sus detractores le acusaran de «artista de la corte» y de inundar la ciudad con sus obras.

Sin embargo, más allá de la amistad entre Tsereteli y Luzhkov, nacida mucho antes, en la época soviética, ya en los ochenta las obras del artista estaban presentes en Moscú, e incluso ahora, después de su muerte, varias esculturas esperan ser desveladas en lo que resta de año, afirma Vasili.

El primer monumento de Tsereteli inaugurado en la capital rusa en 1983 es ‘Amistad por los siglos’, de 42 metros de altura, «una escultura abstracta dedicada a la amistad entre Rusia y Georgia y que es a su vez una obra única, la primera dedicada a la escritura y al idioma», comenta.

Pero Tsereteli no solo erigió gigantescas obras escultóricas tan a tono del gigantismo monumentalista del realismo socialista.

«También dejó cuatro estaciones de metro en Moscú», dice Vasili, que cita además diseños en instituciones como el Centro Georgiano Mziuri, en Stari Arbat; el nuevo escenario del Teatro Bolshói de Moscú, o la cúpula, las cruces y las puertas de la Catedral del Cristo Redentor.

«Decía que no le alcanzaban las 24 horas, trabajaba todo el tiempo», sonríe.