Zaragoza, 27 jul (EFE).- A pesar de décadas de avances, en muchos lugares se siguen manteniendo prácticas del pasado como la mutilación genital femenina, que lleva a las niñas que la sufren a enfrentarse a cicatrices que las perseguirán toda la vida. En muchos países las mujeres son aún más vulnerable debido a que son circuncidadas, lo que supone la extirpación total o parcial de los genitales externos.
En Aragón, como en otras partes del mundo, las vacaciones no siempre son sinónimo de descanso. Para algunas niñas, el regreso al país de origen con sus familias puede convertirse en una pesadilla silenciosa ya que durante estos viajes, algunas son sometidas a la mutilación genital femenina (MGF), una práctica que deja heridas profundas no solo en sus cuerpos, sino también en sus vidas.
Organizaciones como Médicos del Mundo o la Fundación Kirira trabajan para ayudar a las mujeres que han sufrido esta práctica. Una fundación que, además, sigue luchando por erradicar todo tipo de violencias ejercidas contra niñas y mujeres, como la MGF o el matrimonio infantil.
Según datos de la ONU, más de 230 millones de mujeres y niñas han sufrido algún tipo de mutilación genital femenina en el mundo. En España, y también en Aragón, existen este tipo de casos aunque se trata de una práctica ilegal. La labor de las asociaciones y de la sanidad pública es crucial para prevenir y acompañar a las víctimas.
La MGF consiste en la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos que se sigue practicando en al menos 30 países de África, Oriente Medio y Asia.
“Para estas comunidades es motivo de fiesta. De alegría. Es una forma de proteger a la niña”, relata en declaraciones a EFE una mentora de Médicos del Mundo en Aragón, Mamb Atjaba.
Además, al ser una práctica tradicionalmente ejercida por mujeres madres o abuelas, muchos hombres se desentienden. “Siempre han dicho que no, que no es una práctica machista. ¿Por qué? Porque no son ellos quienes la realizan”, explica Atjaba.
Distintos niveles de gravedad
Existen distintos niveles de gravedad en esta práctica, según apunta a EFE la coordinadora de la Fundación Kirira, María Boente.
Hay desde intervenciones menos invasivas hasta procedimientos que dejan secuelas físicas y psicológicas de por vida. En los casos más ‘leves’ se hacen cortes en las paredes de la vagina para conservar un aspecto más infantil durante la edad adulta.
Otros tipos de ablación suponen el corte del clítoris para que no crezca más y algunos métodos implican reducir la abertura vaginal a un orificio mínimo, lo que genera complicaciones permanentes, sobre todo durante la cicatrización o en el momento del parto, cuando la herida se abre de nuevo. “En muchas de estas comunidades, las mujeres tienen una media de seis hijos, lo que agrava aún más las consecuencias”, señala Boente.
En Aragón la población migrante representaba en 2024 un 17,8 % del total. Según datos del INE, hay un total de 6.323 personas que vienen de países donde esta práctica sigue vigente. A pesar de ello, según María Boente, “no se pueden saber los datos concretos de cuántas mujeres han sido mutiladas porque no existen registros y cada comunidad autónoma lo gestiona de forma distinta”.
Aragón cuenta con protocolo para la detección desde 2021
Desde 2021, Aragón cuenta con un protocolo para la detección y prevención de posibles casos, elaborado por el Departamento de Sanidad. Una de las herramientas clave es el compromiso por escrito que firman las familias antes de viajar, garantizando que no se practicará la ablación durante su estancia en el extranjero.
Desde la Fundación Kirira explican que cuando se detecta un posible riesgo, se activa una primera fase de alarma.
Lo primero es avisar al centro educativo, para ver si han notado ausencias o comportamientos extraños. También se informa al pediatra, que revisa si la madre ha sido mutilada, porque eso aumenta el riesgo de que la niña lo padezca, cuenta Boente.
Si el peligro se confirma, entran en juego los servicios sociales, que hablan con la familia desde la empatía para evitar bloqueos. “No se trata de castigar, sino de proteger a la menor. Si los padres acaban en la cárcel, ella puede quedarse sola”, advierte.
Uno de los pasos más importantes es el llamado ‘pasaporte preventivo’, que acredita que la niña volverá igual que se fue.
“A veces, los padres no querían que se realizará la ablación, pero son los tíos o la abuela quienes la llevan a la fuerza. Y cuando vuelven, la ley actúa contra los progenitores, aunque no hayan sido los autores”, explica la responsable de la Fundación Kirira.
A pesar de los avances en prevención, la MGF sigue siendo una realidad silenciada. En Kenia, aunque esta práctica se haya ilegalizado, sigue realizándose en la oscuridad.
Médicos del Mundo derivó 48 mujeres en 2024
En Aragón la evidencia existe. En 2024, Médicos del Mundo intervino con 200 personas procedentes de países donde se hace esta práctica y derivó a 48 mujeres a la unidad especializada en mutilación genital femenina del Departamento de Sanidad, según la Delegación del Gobierno en Aragón.
Por eso desde las instituciones, asociaciones y medios la responsabilidad es clara: seguir informando, acompañando y rompiendo el silencio.
Julieta Demir Maria