París, 14 ago (EFE).- Entre una visita al Louvre, un paseo por el Sena y un desayuno en las terrazas de Montmartre, el turista ha encontrado una nueva atracción en París: visitar la «Orejona», el trofeo de la Liga de Campeones conquistado por primera vez por el París Saint-Germain (PSG) en junio pasado y que brilla en el Parque de los Príncipes.

Desde que hace tres semanas fue colocado al final del recorrido por las entrañas del estadio que cada día hacen unas 2.000 personas, el número de visitantes se ha incrementado un 75 por ciento. En algunas horas del día, incluso se cuelga el cartel de ‘no hay billetes’.
«Es algo excepcional que prueba que hay una corriente de simpatía hacia el club. Recibimos visitantes sobre todo internacionales», explica a EFE Mathilde Schidegger, responsable de eventos del PSG, que señala que el aumento de turistas en el estadio ya empezó a perfilarse desde principios de año.
En paralelo a la buena marcha del equipo de Luis Enrique, las colas fueron alargándose a las puertas del estadio los días en los que no había partido. «Desde hace seis meses notamos cómo crece el interés por el club», agrega Schidegger.
«Estamos logrando un nivel similar al que teníamos en la época de Messi y de las ‘superestrellas’ de dimensión internacional. Eso demuestra que el éxito deportivo del equipo tiene tanto atractivo como los grandes nombres como Messi o Neymar», señala.
Una tendencia que se ha agudizado con la llegada de la ‘Orejona’, colocada en el último tramo del recorrido por las tripas del Parque de los Príncipes, en el que por 23 euros los aficionados tienen derecho a visitar los vestuarios y el gimnasio, pisar el césped e incluso la tribuna presidencial.
Casi todos, sobre todo los niños, se van de la visita con una foto del emblemático trofeo que el PSG perseguía con ansia desde que en 2011 el club pasó a manos del fondo soberano catarí, que ha invertido ingentes cantidades de dinero para finalmente conseguirlo.
Lo ha conseguido de la mano de Luis Enrique, en el enésimo proyecto pero el más personal, con un entrenador con plenos poderes que ha aparcado las aventuras basadas en grandes nombres del panorama internacional pero sin coherencia deportiva.
La visita al Parque de los Príncipes busca «mostrar un poco el ADN del club» con la guinda que supone poder posar junto a la Copa de Europa, señala Schidegger.
Desde la ciudad mexicana de Monterrey vino a ver la copa Jesús Ramos, que pasea por los pasillos del estadio enfundado en su camiseta de los «Tigres», el equipo de su alma.
«Pero en Europa me gusta mucho el PSG», señala este sexagenario que viaja con su familia y que reconoce que ver la copa era «uno de los alicientes» de su viaje a la capital francesa.
«Pensábamos que había partido, pero la visita al estadio nos ha hecho felices. Es un privilegio», asegura el mexicano, maravillado por ver el trofeo de la Liga de Campeones, una competición que confiesa que sigue asiduamente desde su ciudad.
«Ha sido muy emocionante, no es habitual poder ver esta copa tan de cerca», afirma Lola, que ha llegado junto a su marido, José, y sus dos hijos, para cumplir el sueño de mayor de ellos, «un fanático del fútbol».
«Pensar que hace cuatro días lo estábamos viendo por televisión y ahora estamos aquí, con nuestro hijo es muy emocionante», asegura el padre, que recuerda que, llevados por la afición del hijo, han visitado otros estadios en España, como el Bernabéu en Madrid o San Mamés en Bilbao, además de Mestalla en Valencia, la ciudad donde viven.
«En otros estadios no te dejan bajar al césped», completa Lola, que confiesa tener el «corazón partido» porque «la mitad de la familia» es madridista.
Luis Miguel Pascual