Fátima Alonso Pérez
Mérida, 6 ago (EFE).- ‘Memorias de Adriano’ ha presentado esta noche en Mérida un alegato de la escucha y la reflexión de mano de un emperador con un gran sentido de Estado, humanista, pacifista y con una inusual sensibilidad en un espectáculo lleno de un lirismo que ha presentado a un político que habla al corazón y al pensamiento, a la emoción y a la razón.
Interpretado por Lluís Homar en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, bajo la dirección de Beatriz Jaén, sus meditaciones han tambaleado conciencias de gobernantes y ciudadanos en un montaje contemporáneo y fiel del ‘best seller’ homónimo de Marguerite Yourcenar, publicado en 1951, ambientando en el siglo II d. C. y vigente más que nunca.
Dieciocho siglos después, el mensaje de Adriano no está tan lejano y es tan necesario porque, como dice el emperador, el primero nacido en Hispania y considerado uno de los cinco buenos del imperio romano, su afán ha sido que «a todos llegara la inmensa majestad de la paz romana».
«Que el viajero más humilde pudiera transitar de un país a otro sin formalidades vejatorias», que los funcionarios del Estado formaran un consejo competente atento a las necesidades de los ciudadanos, que los soldados se mantuvieran en las fronteras «para garantizar la paz», que en el mundo los filósofos tuvieran su lugar, como también los bailarines y actores, y que las mujeres «se pudieran mover con dignidad, con una calma llena de fuerza».
Mensajes, o enseñanzas, que han retumbado en las piedras del teatro romano de Mérida, cuya escena ha estado dominada por una especie de despacho presidencial, asemejado también a un plató de televisión y habilitado al efecto para preparar el discurso de sucesión de un emperador, de un hombre, que sabe que va a morir.
Y es que un Adriano enfermo, consciente de su próxima muerte, escribe un carta a su sucesor, Marco Aurelio, en un acto que termina convirtiéndose en un relato íntimo en el que repasa su vida personal, sus hazañas, la Historia con mayúsculas, la de la figura de un gran mandatario, pero también su historia con minúsculas, la de una persona que ha llegado a la edad «en que la vida es una derrota aceptada».
Lo hace acompañado de un grupo de cinco asesores -interpretados por Clara Mingueza, Álvar Nahuel, Marc Domingo, Xavi Casan y Ricard Boyle- que no tienen texto, pero cuyo papel es esencial para convertir lo que podría ser un monólogo en un espectáculo muy teatral que, como dijo Lluís Homar durante la presentación de la obra, traslada el relato de forma compartida.
Son asesores de imagen, de comunicación, personales, pendientes de grabar el discurso de sucesión del emperador que, por momentos, se reencarnan en personas determinantes en la vida de Adriano -como Plotina, la esposa de Trajano, o sus enemigos políticos Celso y Quieto- para, en una atmósfera casi onírica, poner en escena su peregrinaje vital.
El de un hombre que brilla por su sabiduría y equilibrio, por su empatía, por su humanidad, pero que también adolece de contrataciones y oscuridad, en una existencia en la que la soledad hace también acto de presencia.
Entre todos ellos sobresale Antínoo, el joven griego de gran belleza que conquistó el corazón del emperador y fue divinizado por él tras su muerte en el río Nilo. Ha sido interpretado por el bailarín Álvar Nahuel para regalar una pieza dancística que ha materializado uno de los momentos más poéticos del espectáculo y ha llevado a una reflexión sobre la inevitable condición humana de la mortalidad. «Traten de entrar en la muerte con los ojos abiertos», ha afirmado Adriano.
La palabra -y la escucha- ha sido la gran protagonista de esta obra, plasmada también en las videocreaciones del montaje, con expresiones como «Anima vagula blandula» -pequeña alma errante-, inicio de un poema atribuido a Adriano que expresa la despedida del alma del cuerpo moribundo; o «Tellus stabilita» -tierra firme-, que aparece en monedas acuñadas durante el reinado del emperador en referencia a la estabilidad del imperio bajo su gobierno.
‘Memorias de Adriano’ es un texto complejo y profundo, coproducido por el certamen emeritense y el Teatre Romea, que por segunda vez se representa en Mérida tras ser protagonizado por Pepe Sancho en 1998, en esta ocasión con dramaturgia de Brenda Escobedo, escenografía de José Novoa, música de Tagore González y videocreación de Pedro Chamizo.
«Espero que llegue la historia y que lleguen las palabras de Adriano», deseó antes de su estreno su directora, que ha debutado con esta obra en el certamen extremeño.
«Roma debía escapar a su cuerpo de piedra con la palabra Estado, la palabra ciudadanía, la palabra República», han sido algunas de las que ha proclamado el protagonista, Lluís Homar, para quien Adriano es uno de los personajes más extraordinarios que ha interpretado a lo largo de su carrera.
«A cada uno su senda, y también su meta, su ambición si se quiere, su gusto más secreto y su más claro ideal. El mío ha estado encerrado en la palabra belleza», ha exclamado también el emperador. EFE