Monteverde (Costa Rica), 5 sep (EFE).- La permacultura es un modelo sostenible que busca transformar el paisaje productivo en Costa Rica y más allá de ser una técnica agrícola, se plantea como un sistema de diseño y gestión eficiente de los recursos naturales, que trabaja junto a la naturaleza, para generar beneficios tanto para las comunidades como para el entorno.
El objetivo principal de este modelo es recargar la tierra y enriquecerla, tanto para uso humano como para la naturaleza; por lo tanto, a través de la observación y comprensión de los recursos naturales renovables como el sol, el agua, el viento y la tierra, se crea una interacción para plantear un diseño único y poder generar ya sea alimentos o energía.
«Es un método de diseño paisajístico y ecológico a partir de un método cultural, donde nosotros trabajamos con los recursos naturales y no en contra de ellos», afirma la guía de permacultura, Cris Rojas, quien añade que la propuesta utiliza los recursos naturales para lograr su mejor desempeño «lo que significa que si tengo mucho sol en determinada zona y sé cómo se comporta el sol en la tierra, puedo aprovechar esa energía para producir alimentos, de modo que es una gran solución para el paisaje productivo», agrega.
El cofundador de la permacultura, el australiano David Holmgren, definió los 12 principios del modelo como: «Herramientas de pensamiento, que cuando se usan juntas, nos permiten rediseñar creativamente nuestro entorno y nuestro comportamiento en un mundo con menos energía y recursos».
Los doce principios son: Observar e interactuar, captar y almacenar energía, obtener un rendimiento, aplicar autorregulación y aceptar comentarios, usar y valorar los recursos y servicios renovables, no producir residuos, diseñar patrones a detalle, integrar en lugar de segregar, usar soluciones pequeñas y lentas, usar y valorar la diversidad, usar los bordes y valorar lo marginal y el uso creativo y respuesta al cambio.
Permacultura aplicada en Costa Rica

En Costa Rica, la Reserva Natural Valle Escondido, ubicada en Monteverde, que combina una reserva natural de diecisiete hectáreas con una granja orgánica, ofrece experiencias turísticas y educativas que integran la hospitalidad, utiliza esta práctica para crear en sus visitantes una conexión con la naturaleza y una vida saludable.
Según Rojas, Costa Rica -con su gran riqueza natural y su tradición en políticas ambientales, así como protección de los bosques- ofrece un escenario idóneo para aplicar la permacultura como estrategia de desarrollo rural y de producción sostenible.
Como parte de sus acciones, en la reserva utilizan pequeños invernaderos llamados Tubo de Jonah, hechos con neumáticos de camión reutilizados donde cultivan parte de los alimentos de su restaurante. Además, utilizan el agua lluvia recogida de los edificios por gravedad para ayudar a fertilizar las plantas que crecen en la zona, lo que está acorde con el principio de obtener rendimientos.
«El agua de lluvia la utilizamos para poder regar algunas de nuestras green houses y también reutilizamos las aguas grises como lo que es la lavandería y las aguas que vienen de la cocina para filtrarlas. Con eso también regamos todos nuestros jardines aromáticos, lo que nos permite ahorrar una cantidad increíble de agua y de recurso», explica Rojas.
En la misma vía, los cultivos de la reserva son orgánicos «somos libres de pesticidas, de herbicidas, de fungicidas y lo ofrecemos en nuestro restaurante orgánico, es decir de la granja a la mesa», explicó la guía.
Otra propuesta es la implementación de la ecotécnica de la mosca soldado, que consiste en aprovechar los residuos orgánicos y, en especial estiércol de gallinas, como insumo para que las larvas de esta mosca los descompongan, esto permite reducir los residuos orgánicos, al evitar que terminen en vertederos donde generan gases de efecto invernadero y transforman esos desechos en un compost rico en nutrientes.
Sin embargo, la permacultura no debería solamente limitarse al diseño de paisajes productivos o a la gestión de recursos naturales. «Tenemos que ampliar un poco más el concepto y no verlo solo como un método de diseño, sino un estilo de vida. Y cómo se puede lograr, siguiendo algunos de los principios y valores éticos en nuestro día a día. Desde cuidar la tierra, cuidar a las personas, comprar productos orgánicos, reducir la cantidad de desechos que nosotros hacemos, son pequeños pasos», puntualiza Rojas. EFE
María José Brenes Quesada
