La playa de Tel Aviv se llena de israelíes buscando «paz», rota por las alarmas

La arena blanca de la playa de Tel Aviv, usualmente un hervidero, alberga aún estos días bañistas que acuden allí en busca de un poco de "paz", pese al cierre de todas las playas del país. La calma se rompe cuando suenan las alarmas, que fuerzan a los israelíes a correr en bañador, sombrilla en mano, al refugio más cercano. EFE/ María Traspaderne

Tel Aviv, 20 jun (EFE).- La arena blanca de la playa de Tel Aviv, usualmente un hervidero, alberga aún estos días bañistas que acuden allí en busca de un poco de «paz», pese al cierre de todas las playas del país. La calma se rompe cuando suenan las alarmas, que fuerzan a los israelíes a correr en bañador, sombrilla en mano, al refugio más cercano.

Las cafeterías cercanas a la Playa Jerusalén de Tel Aviv, una de las que delimitan esta ciudad costera y ubicada a pocos cientos de metros de edificios destrozados por los misiles iraníes, son este viernes un ir y venir de clientes, la mayoría jóvenes, algunos en bañador recién llegados de jugar a las palas, al fútbol o brocearse al sol, buscando una normalidad difícil de encontrar.

Lo hacen a pesar de unos cordones de plástico rojo instalados en la arena y jalonados con banderas negras, ignorados por los israelíes que instalan sus toallas, pareos y toldos sin prestar atención a la prohibición.

Gastón Fratesi, argentino de 29 años que se mudó a Israel hace cuatro y fundó un equipo de fútbol para judíos que migran solos al país, sale todos los días a la playa a chutar la pelota.

Con ella bajo el brazo, cuenta a EFE que está «tranquilo» sabiendo que, de ser necesario, puede ir a un refugio si suenan las alarmas, que lo hacen con una antelación de unos diez minutos antes de que lleguen los misiles.

Reconoce que su familia en Argentina, donde existe una amplia comunidad judía -muchos emigrados a Israel, como él- está preocupada, pero él intenta, dice, «postear mucho en Instagram que jugamos al ‘tableball’, que comemos asado… la realidad del día a día».

Buscando despejarse de la guerra

Junto a Gastón juega Abraham Nidam, un madrileño judío de 19 años que está haciendo un año de voluntariado en Israel, en el que ha pasado por Jerusalén, un ‘kibutz’ cerca de Gaza y ahora Tel Aviv. Hace cuatro días, su apartamento, a pocos metros de allí, quedó destrozado por un misil caído en un edificio a 50 metros, cuando él estaba en un refugio.

Mientras enseña vídeos que grabó con el móvil de cómo quedó su casa y del edificio destrozado, describe: «Todos los cristales de la casa rotos, tirados en el suelo, nuestras camas llenas de cristales, las paredes movidas… la puerta de la entrada abierta».

«Es parte de vivir aquí», concluye, aunque reconoce que su familia en España «está un poco intranquila». Él pudo haber salido en un vuelo organizado este viernes por el Consulado español, pero prefirió no hacerlo. «Quieren que me vuelva y estoy luchando para quedarme», dice.

Abraham coincide con su amigo en que va a la playa porque Irán ataca sobre todo por la noche y por una necesidad de «despejarse». «En esta situación, no siempre hay que estar enfocado en lo que pasa y pesando en que nos están atacando, sino que tienes que despejarte y estar lo más tranquilo», relata.

 

«Estamos acostumbrados»

Sentados en la arena, al sol, un grupo de tres amigos israelíes de 18 años cuentan cómo iban a irse de vacaciones a Costa Rica antes de comenzar el servicio militar obligatorio, pero su vuelo se canceló.

«Intentamos vivir nuestra vida, no queremos que los otros países que están en guerra con nosotros controlen nuestra vida», dice uno de ellos, Hagai Malkman, que asegura que en Israel no quieren la guerra porque son «gente de paz».

Su amigo Itai Levenson apunta que están habituados al conflicto. «No quiero decir que no nos preocupe, pero estamos acostumbrados. Es una situación triste, pero es lo que es», opina.

Y Amid Katoa apunta que esta vez es diferente y que estos proyectiles «no son como los de la guerra de Gaza, que son más débiles». «Aquí son misiles grandes, es más peligroso que los de Gaza», dice.

«Paz» es lo que dice buscar en la playa Guy Portman, una joven de 28 años que sirve en el Ejército en Cisjordania ocupada y tiene unos días libres hasta el domingo. Tumbada al sol, afirma que ha ido a «tener un poco de paz del estrés de los últimos días».

«Estaba escuchando las noticias todo el rato, y con las alarmas, sentí que necesitaba relajarme», explica para añadir que no tiene miedo y que está «muy orgullosa» del ataque que lanzó Israel sobre Irán.

Y, de repente, suenan las alarmas

De repente, exactamente a las 15.37, todos los móviles se iluminan y un sonido estruendoso sale de ellos: la alerta que avisa de que Irán ha lanzado un ataque. Los bañistas se ponen en marcha y cogen precipitadamente sus toallas, neveras, toldos y sombrillas para encaminarse al refugio más cercano.

Un aparcamiento subterráneo de un hotel en primera línea de playa se llena entonces de decenas y decenas de personas que bajan por las escaleras y rampas. Abajo, muchos miran preocupados el móvil, otros juegan de nuevo a la pelota bajo tierra.

Unos minutos después, el Ejército informa de que ya se puede salir. Los medios reportan ataques en la ciudad norteña de Haifa, en el centro y en el sur del país, que dejan al menos un herido grave y otro moderado.

En Tel Aviv, los bañistas no desisten. «¿Volvéis a la playa?». «¡Claro!», contesta un grupo de jóvenes antes de subir la rampa y enfilar de nuevo a la arena.

María Traspaderne