Rebeca Palacios
Lumbreras (La Rioja), 4 oct (EFE).- La Venta de Piqueras, en el pueblo de Lumbreras (La Rioja), ha rememorado este sábado, durante la XIX Fiesta de la Trashumancia, el viaje que cada otoño hacían los pastores con sus rebaños desde la sierra riojana hacia los pastos extremeños.
Esta edición se ha centrado en recrear la preparación del desplazamiento desde Cameros a las invernadas en el sur, con un mercado artesano, paseos teatralizados, talleres infantiles y una degustación de caldereta, ha explicado a EFE el pastor riojano Jesús Sáenz.
Los asistentes han podido aprender a hacer ungüentos para el viaje, diarios de campo, pequeños zurrones, calcular el peso del queso y la lana en un ambiente lúdico, amenizado por personajes de la época, quienes han explicado anécdotas y curiosidades de la vida pastoril.
Sáenz, quien se ocupa del rebaño municipal de la localidad de Brieva de Cameros, ha conducido un centenar de ovejas por un recorrido de unos 3 kilómetros, desde San Andrés.
Ha destacado que este año se hayan iniciado los trámites para declarar el legado pastoril riojano como Bien de Interés Cultural (BIC), porque cree que hay que reconocer la historia, tradición y costumbres que aportó la trashumancia al crecimiento económico y social de esta zona.
Tras trabajar muchos años como repartidor de transporte urgente, cambió su ocupación para encargarse de las tareas de alguacil en el Ayuntamiento de Brieva de Cameros, localidad de la que desciende su familia materna, y entonces le ofrecieron trabajar de pastor.
A sus 61 años, cuida el rebaño municipal, que cuenta con 800 ovejas de raza navarra, pequeñas y de carne muy sabrosa, que está muy cotizada en restaurantes burgaleses, mientras que en La Rioja prefieren corderos más grandes.
Un premio y un precio

El pastoreo tiene para él «un premio», ya que le permite disfrutar de la naturaleza y estar más cerca del cielo, pero reconoce que también paga «un precio», que es la soledad y no poder compartir tiempo con su familia.
Pero esa falta de compañía humana en su quehacer diario también le permite hablar consigo mismo, apreciar el paisaje y observar los astros, algo que a él le compensa en esta etapa laboral de su vida.
«En la sociedad actual nos quejamos de la falta de tiempo, vivimos engañados con las prisas, no nos realizamos como individuos, pero esta vida se puede cambiar», ha reflexionado.
A pesar de que hay ganaderos jóvenes que han querido quedarse en sus pueblos para dedicarse a este oficio, ha admitido que, actualmente, muchas explotaciones no son viables, por la pérdida de rentabilidad y los ataques de los lobos a los rebaños.
Ha asegurado que, la sierra riojana, cuenta con «despensas de comida» para quien se anime con la actividad ganadera, pero ha matizado que «no solo se trata de cuidar de los animales, lo complicado es vivir en un pueblo pequeño».
Este pastor cree que muchos jóvenes no conocen este estilo de vida, con trabajo más duro en función de las épocas, pero sostiene que, si no lo conociesen, habría más «valientes» para ejercer este oficio.