Isabel Saco
Ginebra, 9 jul (EFE).- La tecnología actual, cuyo eslabón más reciente es la inteligencia artificial, permite crear un sistema de rendimiento humano y de atención médica centrados en el usuario, ya sea que esté sano o enfermo, según coincidieron expertos que trabajan en el desarrollo del «súperhumano» y personas discapacitadas a quienes estos avances han cambiado la vida.
«Estaba muy interesada en el concepto de cómo las redes, los grandes modelos lingüísticos y los datos en tiempo real podían ayudar a las personas a anticiparse a la primera enfermedad», dijo la cardióloga y directora del USC Center for Body Computing en la Universidad del Sur de California, Leslie Saxon, quien también fue pionera en la salud digital en Estados Unidos.
La medicina y la tecnología se están «dando un apretón de manos» para ver si ambas pueden conjuntamente «aumentar al ser humano para adelantarnos a la primera enfermedad, que es lo que muchos multimillonarios en mi país intentan parar lograr la longevidad», relató en un encuentro con periodistas en la Cumbre de Inteligencia Artificial para el Bien Común en Ginebra.
La gente muy adinerada se acerca a ella con un deseo inconfesable de inmortalidad, le explican que tienen dinero, una vida cómoda y le preguntan cómo pueden mantener eso y aumentar no solo sus años de vida, sino también su calidad.
«Y creo que la forma de lograrlo es anticipándose a la primera enfermedad. Cuando eres un atleta de élite, la primera lesión te predispone a más lesiones, una vez que tienes una enfermedad crónica, vas a sufrir episodios agudos de esa enfermedad. Necesitas medir a cada individuo, su ritmo cardíaco o arritmia, su metabolismo, cognición y fatiga, tratar al ser humano como un sistema», explicó.
Eso también incluye conocer cómo creció el paciente, cuál ha sido su nivel socioeconómico a lo largo de su vida, si ha pasado privaciones o, por el contrario, ha tenido recursos económicos en abundancia, si esto lo favoreció o lo perjudicó, y cuáles han sido sus factores ambientales, entre otras informaciones.
Leslie sostuvo que en esta ecuación los datos son fundamentales y tienen un efecto positivo porque permiten involucrar al usuario y le motivan a asumir la responsabilidad de su salud.
«Te damos los datos sobre ti, personalizados, te mostramos cómo impactan en tu salud. Esto tiende a acelerar el cambio de comportamiento porque las personas no son simplemente ignorantes o perezosas, lo que sucede es que no tienen la información que necesitan para actuar en su propio interés», aseveró.
Compartiendo el escenario en la Cumbre con Saxon estaba la joven británica Tilly Lockey, quien sufrió la amputación de sus manos a los 15 meses de nacida y ahora usa manos biónicas altamente eficaces.
Las acompañaban también la atleta paraolímpica británica Charlotte Henshwa, quien siendo bebé sufrió una amputación bilateral de piernas debido a un defecto congénito; y el brasileño Rodrigo Mendes, la primera persona parapléjica que pudo conducir un coche de carreras únicamente con la mente.
Lockey, cuya discapacidad se debió a una meningitis combinada con una septicemia y que ningún médico pensó que podría sobrevivir, dijo que espera que la tecnología de la que ella ha podido beneficiarse pueda ser cada vez más asequible para la gente que lo necesita.
Mientras hacía una demostración, explicó que maneja su prótesis biónica con dos botones y dos simples movimientos musculares que controlan toda la mano y los gestos de abrir, cerrar, agarrar o hacer señales.
Por su parte, Henshwa -originalmente nadadora, pero que se ha convertido en atleta en múltiples disciplinas- usa piernas protésicas con tecnología que consideró «bastante básica», aunque para mostrar lo rápido que avanza la ciencia en esta área comentó que hace algunos años tuvo la oportunidad de probar «un par de piernas con microprocesadores».
Mendes, que dirige una institución dedicada a promover el acceso de niños con discapacidades a la educación regular, relató que durante su participación en un programa de televisión se le lanzó el desafío de utilizar un dispositivo que le permitiría conducir un coche de carreras usando su mente, lo que inicialmente no creyó posible.
«Imaginen estar dentro de un auto de carreras que no tiene volante ni pedales y que estás usando un casco con electrodos que leen tus ondas cerebrales. Y bueno, recuerdo el momento en que el líder del proyecto vino y dijo: ‘OK, Rodrigo, ¿estás listo? ¿Podemos empezar?’ Me concentré, respiré profundamente y di la primera orden: acelerar. Y el auto comenzó a moverse», recordó.