Londres, 13 ago (EFE).- Las Islas Marshall son una nación de Oceanía compuesta de cinco islas, 29 atolones y alrededor de 40.000 personas. Hasta este jueves esta pequeña población localizada a miles de kilómetros de la costa de Australia tenía el honor de ser reconocida como la única nación del mundo sin equipo de fútbol.
Hasta este jueves porque, por fin, tras muchos años intentándolo, las Islas Marshall disputarán el primer partido de fútbol once de su historia.
«Ha sido muy complicado llegar hasta esto», explica Justin, uno de los entrenadores del equipo y que atiende a EFE desde Arkansas (Estados Unidos) horas antes de que tenga lugar este histórico momento.
«Hemos tenido que organizar muchas cosas. Como te puedes imaginar tuvimos que empezar prácticamente desde cero. De ahí a jugar un partido internacional es un gran éxito», añade, incidiendo en que todo este trabajo se ha hecho en calidad de voluntarios y que la mayoría de la gente, incluyendo jugadores y entrenadores, se han tenido que tomar vacaciones en sus trabajos diarios para poder formar parte de este torneo.
El entrenador comenta que «el grupo es fantástico» y que todos sus integrantes están «muy unidos».
«Todos somos voluntarios, muchos están utilizando sus vacaciones para venir a trabajar. Tenemos nuestros trabajos, pero hacemos esto también», agrega.
«No recibimos dinero de nadie, todo el dinero viene de donaciones a través de internet, de la venta de camisetas y de algunos patrocinios», añade. El Gobierno de la isla no financiara el proyecto hasta que no sean miembros de una confederación, para lo que hace falta que sigan jugando partidos.
De las bombas nucleares al fútbol

Este sueño comenzó a tomar forma en 2020, cuando las islas contrataron al inglés Lloyd Owers como director técnico del equipo y comenzaron a ojear jugadores, a formar un grupo y a pensar que algún día sería posible jugar un partido de fútbol once contra once.
El primer experimento llegó el año pasado, cuando la federación de las Islas Marshall organizó un triangular con Kiribati y Micronesia, además de sus filiales, pero en el que en lugar de jugar fútbol once se optó por el fútbol sala.
La pasión de la isla no es tanto el fútbol como otros deportes más estadounidenses como el baloncesto o el béisbol, herencia de cuando esta población estuvo bajo esa bandera desde la Segunda Guerra Mundial hasta que lograron la independencia en 1979. Durante la Guerra Fría, los estadounidenses utilizaron estas islas como campo de pruebas y lanzaron en sus alrededores 67 bombas nucleares.
De aquel escenario a la euforia de poder disfrutar del fútbol y soñar con algún día entrar en la federación oceánica y en la FIFA, han pasado muchas décadas y mucho trabajo.
«Sólo queremos continuar con nuestro viaje, ayudar al desarrollo del fútbol en la isla, queremos jugar más partidos, desarrollar una liga en la isla, crear un equipo femenino también. Llegar a las escuelas, mejorar la calidad en general, preparar a entrenadores. Tenemos mucho trabajo por delante para poder unirnos a la FIFA, para poder jugar un partido en nuestra isla. Tenemos muchos más sueños con este proyecto», explica Justin.
Futbolistas de todos los niveles
Para reunir al equipo y al cuerpo técnico, se ha tenido que recurrir a futbolistas de Majuro, la capital, aunque la mayoría sólo han jugado al fútbol sala en su vida y nunca al once, otros vienen de departamentos de la isla, de Estados Unidos -con parentesco con la isla- e incluso de Alemania, gracias a contactos por medio de las redes sociales.
«Los futbolistas son de todos los niveles, algunos tienen mucha experiencia, mucha calidad técnica, otros están aprendiendo, por lo que esto va a ser una gran prueba para ellos», sostiene Justin.
Este jueves, el balón empezará a rodar y el sueño de una minúscula isla del oceáno Pacífico se convertirá en realidad. Sus rivales: las Islas Vírgenes de Estados Unidos, las Islas Turcas y Caicos y el Ozark United sub-19 de Estados Unidos. EFE
Manuel Sánchez Gómez