Fermín Cabanillas
Camas (Sevilla), 8 jul (EFE).- El ingreso en prisión del maltratador que se cambió de género tras una sentencia en firme por maltrato a su expareja, que pasó de llamarse Cándido a Candy, ha permitido a su víctima respirar tras una situación en la que ha pasado «mucho miedo” y un proceso judicial y de denuncias que, para ella, “fue una cuestión de supervivencia”.
Cris, que llegó a España hace más de 15 años desde su Paraguay natal en busca de una vida mejor, lo explica en una entrevista con EFE en Camas (Sevilla), la localidad en la que vive, en una charla que ha decidido que sea a cara descubierta, abandonando la actitud de ser la víctima la que se esconda, y tras asegurar que las noticias que le fueron llegando de la detención las recibía “sobre todo con alivio”.
Durante la entrevista, en un parque público cerca de su casa, sigue mirando a su alrededor bastante nerviosa, y confiesa fuera de cámara que no puede controlar todavía el miedo “irracional” a que aparezca su maltratador.
No obstante, ahora tiene “mucha tranquilidad y la sensación de haber conseguido un logro más”, y recuerda que tanto las agresiones que sufrió como los procesos judiciales que ha vivido “han sido años bastante duros, de mucha lucha, muy complicados”.
Detenido por casualidad

La detención se produjo el pasado viernes, al ser reconocida esta persona por unos policías en un bar en Espartinas, a 12 kilómetros de Camas. En realidad, nada le impedía acercarse al pueblo donde vive la víctima, porque cuando se cambió de género en el Registro Civil con un trámite de ventanilla y fue declarada mujer dejó de tener vigor cualquier orden de alejamiento basada en la Ley de Violencia de Género.
Se le detuvo “por casualidad”, aunque quiso engañar a los policías diciendo que no llevaba encima el DNI y aportó los datos de su hermano. Para esos policías, Cris tiene palabras de agradecimiento, igual que para su abogado, José Antonio Sires, “que se ha tomado este caso como algo personal”.
Y se cierra así un capítulo que, para ella, ha supuesto “ir con mucho miedo por las calles, sin saber qué hacer muchas veces, dónde ir o a quien acudir”, además de saber que la sentencia que condenó en firme a su maltratador prescribiría el próximo noviembre.
“Lo he logrado, y otras pueden lograrlo”
Ahora, intenta darle a su vida toda la normalidad posible. Trabaja como camarera de piso y quiere comenzar los trámites para tener la nacionalidad española.
También quiere animar a las mujeres que, como ella, sufren o han sufrido maltrato “a que den un paso adelante, que denuncien, porque sí se puede, aunque hay muchas que no lo hacen por temor, pero es una equivocación bastante grande».
“Denunciar es una cuestión de supervivencia. Yo lo he logrado, y aquí estoy», dice antes de despedirse, consciente de que esto no ha terminado, porque a quien le agredió física y psíquicamente le piden cuatro años de cárcel en un nuevo juicio, que se ha suspendido dos veces por incomparecencia (argumentaba que estaba en Marruecos), y se acaba de empezar un nuevo proceso contra la misma persona por más agresiones contra ella.
De hecho, asegura que la imagen de verla entrar en la sala con las esposas puestas procedente de la cárcel no le produce tranquilidad alguna. Al contrario, afirma que ni así quiere verle, y que solo pensarlo la pone nerviosa y le hace mirar al pasado.
Mientras tanto, tras más de un año eludiendo a la Justicia, Candy ha dormido esta noche en la cárcel Sevilla I. Después de permanecer dos días en el módulo de ingreso de la prisión, se le llevó al módulo 51, destinado a mujeres y horas después fue trasladada a uno de respeto para hombres, en el que se encuentran presos «de confianza», internos de más edad o agresores sexuales de perfil bajo.