La Virgen inspirada en un Murillo que sobrevivió al bombardeo de Nagasaki

Vista del altar de la Catedral de Urakami, que quedó completamente arrasada durante el bombardeo atómico de Nagasaki en 1945, y fue reconstruida varias décadas después. Hibaku no Maria (La Virgen María bombardeada) fue hallada entre las ruinas de la Catedral de Urakami tras el bombardeo de Nagasaki. La estatua original era una talla de madera inspirada en una pintura de Murillo, de la que sólo quedó la cabeza quemada y que hoy día es considerada un símbolo de la resiliencia de la comunidad cristiana perseguida durante siglos en Japón. EFE/ Antonio Hermosín

Nagasaki (Japón), 4 ago (EFE).- ‘Hibaku no Maria’ fue hallada entre las ruinas de la Catedral de Nagasaki tras el bombardeo atómico de la ciudad. Se trata de una talla de madera inspirada en una pintura de Murillo, de la que sólo quedó su cabeza carbonizada y que hoy es considerada un símbolo de la resiliencia de la comunidad cristiana en Japón.

Vista del altar de la Catedral de Urakami, que quedó completamente arrasada durante el bombardeo atómico de Nagasaki en 1945, y fue reconstruida varias décadas después. Hibaku no Maria (La Virgen María bombardeada) fue hallada entre las ruinas de la Catedral de Urakami tras el bombardeo de Nagasaki. La estatua original era una talla de madera inspirada en una pintura de Murillo, de la que sólo quedó la cabeza quemada y que hoy día es considerada un símbolo de la resiliencia de la comunidad cristiana perseguida durante siglos en Japón. EFE/ Antonio Hermosín

La Catedral de Urakami se alza sobre una de las muchas colinas que rodean Nagasaki, en un barrio tradicionalmente habitado por cristianos desde el siglo XVI tras la llegada de esta religión a la ciudad portuaria del sudoeste nipón, principalmente a través de misioneros jesuítas.

Vista de la Catedral de Urakami, que quedó completamente arrasada durante el bombardeo atómico de Nagasaki en 1945, y fue reconstruida varias décadas después. Hibaku no Maria (La Virgen María bombardeada) fue hallada entre las ruinas de la Catedral de Urakami tras el bombardeo de Nagasaki. La estatua original era una talla de madera inspirada en una pintura de Murillo, de la que sólo quedó la cabeza quemada y que hoy día es considerada un símbolo de la resiliencia de la comunidad cristiana perseguida durante siglos en Japón. EFE/ Antonio Hermosín

Los primeros cristianos nipones se enfrentaron a la represión y la persecución de las autoridades feudales japonesas, que veían en la religión importada de occidente una amenaza para su poder, y que llegaron a darla por erradicada tras la masacre con la que se saldó la Rebelión de Shimabara (1637-1638).

Pero esta fe sobrevivió de forma clandestina, y los llamados ‘kakure kirishtian’ (cristianos ocultos) continuaron practicando su credo en la intimidad en Nagasaki, en barrios como Urakami e islas cercanas a la ciudad, haciéndose pasar por budistas de cara al exterior.

No fue hasta 1873 cuando se levantó la prohibición al cristianismo en Japón, y a finales de ese mismo siglo se comenzó a construir la Catedral de Santa María, también conocida como de la Inmaculada Concepción o Catedral de Urakami.

«Sufrimos persecución durante siglos, y sufrimos especialmente el bombardeo de la ciudad», señaló Kenichi Yamamura, deán de la catedral, sobre el nuevo golpe que encajó la comunidad cristiana al final de la II Guerra Mundial.

‘Fat Man’, la segunda bomba atómica empleada por Estados Unidos contra Japón en el conflicto -y última arma de este tipo usada hasta la fecha- fue lanzada por una sucesión de azarosas circunstancias sobre Nagasaki, a solo 500 metros de donde se encuentra la Catedral.

Se estima que la bomba mató a 8.500 cristianos de los 12.000 que vivían en Urakami, entre ellos todos los asistentes a una concurrida misa que se celebraba en esos momentos en la iglesia, que quedó completamente destruida, sepultando bajo escombros a los feligreses.

En los días posteriores, un monje originario de Urakami llamado Kaemon Noguchi, encontró la cabeza de la estatua de la Virgen mientras buscaba entre los escombros de la iglesia, según explicó el antes citado deán durante una visita de prensa extranjera el pasado mes de junio.

Aunque quemada, con las cuencas de los ojos vaciadas y una mejilla agrietada que para muchos asemeja una lágrima, el rostro de la virgen conservaba una expresión de serenidad y tristeza.

El padre Noguchi se llevó la reliquia consigo al monasterio al que pertenecía en Hokkaido (norte), y la conservó allí hasta devolverla a la catedral una vez esta fue reconstruida varias décadas después del bombardeo.

Originalmente, la estatua completa era una pieza de madera tallada y pintada de unos dos metros, inspirada en la ‘Inmaculada Concepción’ del pintor español Bartolomé Esteban Murillo, y se encontraba en el altar mayor de la Catedral de Urakami.

Hoy, ‘Hibaku no Maria’ ocupa un lugar de honor en la reconstruida Catedral de Urakami como un recordatorio del horror de la guerra nuclear y de las penurias que soportó la comunidad cristiana local.

«Esta Virgen vela por todas las personas que sufren en la guerra», afirmó Yamamura.

La cabeza de la talla original puede verse en un pequeño altar a la entrada del templo, mientras que una réplica de la estatua completa inspirada en el lienzo de Murillo puede contemplarse en una capilla secundaria de la Catedral.

El busto presidió el altar habilitado para una homilía oficiada por el difunto papa Francisco en un estadio de béisbol de la ciudad en 2019, durante la visita del pontífice a Japón, y en la que habló de la «herida difícil de curar» que arrastra la ciudad y reclamó «un mundo libre de armas nucleares».

La supervivencia de la ‘Virgen bombardeada’ contrasta con la destrucción total que sufrió la iglesia, donde aún se conservan otros objetos rescatados de entre las ruinas como una campana quebrantada, un cáliz doblado, candelabros retorcidos y estatuas de piedra mutiladas.

Junto a la iglesia también yace intacto uno de sus campanarios originales, que se derrumbó en la noche después del ataque nuclear y causó tal estruendo que los vecinos de la zona pensaron que había caído otra bomba sobre la ciudad.

Antonio Hermosín Gandul