La vivienda, el rompecabezas de las elecciones en Portugal

Una pareja observa la puesta de sol en lo alto de un edificio mientras un avión pasa cerca del Parque Tejo en Lisboa, Portugal, 05 de agosto de 2023. EFE/EPA/MIGUEL A. LOPES /

Lisboa, 7 may (EFE).- “Tengo derecho a vivir aquí”, dice Rita, vecina del gentrificado barrio lisboeta de Graça, sobre uno de los principales problemas que afronta Portugal, donde los precios de compra de la vivienda subieron en 2024 el 13,3 %, y para el que los políticos no encuentran la llave de cara a las elecciones del 18 de mayo.

Margarida, también residente en Graça desde hace 25 años, explicó a EFE que muchas personas “se marchan a barrios más baratos porque no pueden permitirse los alquileres” en el centro de la ciudad.

“Vivir aquí es un acto de resistencia”, aseguró Margarida.

El último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) luso señala que en el cuarto trimestre de 2024 los precios de compra de vivienda llegaron a los 1.870 €/m2, un 15,5 % más que el año anterior, con los valores más elevados en Lisboa (4.425 €/m2), Cascais (4.201 €/m2), Funchal (3.693 €/m2) y Oeiras (3.622 €/m2).

Ante la carestía, el gobernante Partido Social Demócrata (PSD), del primer ministro Luís Montenegro, ha levantado las restricciones impuestas por los socialistas en el pasado a los alojamientos turísticos y defiende “crear un clima de confianza y seguridad para que se pongan en el mercado de alquiler viviendas adecuadas”.

Y apuesta por un amplio plan de ayudas fiscales para la construcción privada de casas.

En cuanto al líder de la oposición, el Partido Socialista (PS), se refiere a este asunto como “el mayor desafío nacional” y propone como solución “reforzar” la vivienda pública, más ayudas para alquileres y compra, e impulsar la construcción.

Ninguno de los dos menciona explícitamente límites a la vivienda turística.

“No son coherentes”, opinó Rita sobre las propuestas electorales, porque “asumen que existe un problema”, pero plantean medidas “muy vagas”.

Ella y Margarida participan, junto a otros vecinos de su barrio, en un colectivo que busca paralizar el proyecto de un hotel de lujo en el Quartel da Graça, un lugar emblemático de esta zona que desean que se convierta en un activo para la comunidad con una biblioteca o un centro cultural.

“El turismo acaba por engullirnos, en términos de comercio, de vivienda, de transporte…”, defendió Rita, a lo que Margarida agregó: “Ya tenemos demasiados hoteles por metro cuadrado”.

Desde el movimiento social conjeturan que si se vetaran los alojamientos turísticos se podría cubrir la actual demanda inmobiliaria de la población.

Tal es la situación en Lisboa que los propios residentes, entre los que hay numerosos extranjeros, han tratado de impulsar sin éxito un referéndum para prohibir los alojamientos turísticos.

Uno de estos vecinos es el barcelonés David Lloberas.

“Hoy por hoy, no faltan viviendas en Lisboa ni en las áreas metropolitanas de Portugal”, sostuvo en declaraciones a EFE.

El turismo no es la única causa de la crisis, puntualizó este activista, porque es habitual que no haya contrato de alquiler en Portugal, lo que permite cambiar los precios asiduamente, y los pagos no se declaran para no pagar impuestos, lo que se traduce en un “enorme poder negociador” para el propietario y una “desprotección absoluta” para el inquilino.

Lloberas, que llegó a la capital portuguesa hace seis años a estudiar y trabajar, ha cambiado de piso cinco veces. En uno de esos cambios, el casero pasó de pedir 1.100 euros a 2.000 en tan solo un año.

Y, en este sentido, afirmó que Lisboa “tiene precios de alquiler de Berlín y salarios de Grecia”, un “desequilibrio” entre el costo medio de una vivienda y el salario mínimo en Portugal, que es de 870 euros mensuales.

Alrededor de este problema orbitan otros desafíos, como la desaparición del tejido social local en distritos como Barrio Alto o Graça, antiguos sectores populares de Lisboa, donde ahora abundan los cafés de especialidad y los locales de ‘brunch’, y quedan pocas mercerías o carnicerías.

La movilización ciudadana ve que la vivienda de nueva construcción, por la que apuestan los partidos, es una solución a largo plazo cuyos beneficios no serán tangibles hasta dentro de 5 o 10 años y asume que no habrá ningún tipo de regulación de los alojamientos turísticos gane quien gane las elecciones.

Laia Mataix Gómez