Shlomi (Israel), 10 mar (EFE).- El instituto Ort Shlomi, a menos de 400 metros de la frontera entre Israel y Líbano, acogió este domingo a la mayoría de sus alumnos tras un año y cuatro meses vacío debido a la guerra entre el Ejército israelí y la milicia chií Hizbulá, que desplazó a unas 60.000 personas en el norte del país y a más de un millón de libaneses.
En lo alto de la loma en la que se encuentra la escuela, desde donde se ve la valla que separa ambos países, profesores y conserjes esperan a los adolescentes con dulces, globos y música con lemas como “Am Yisrael Chai” (“El pueblo de Israel vive”).
Muchos se abrazan o chocan las manos al reencontrarse tras más de un curso desperdigados en ciudades como Haifa, Nahariya o Jerusalén. “No quiero volver a ver un hotel en mi vida”, bromea la profesora Nitza Schwartz, de 58 años.
A pesar de que intentó permanecer en Shlomi, el intercambio de fuego constante -a la par de la guerra en Gaza- llevó a Israel a ordenar la evacuación de 28 comunidades el 16 de octubre de 2023, lo que obligó a la maestra a residir durante más de un año en varios hoteles en Jerusalén y Haifa, donde seguía impartiendo clase.
El 8 de octubre de ese año, Hizbulá comenzó a disparar cohetes contra territorio israelí en solidaridad con los gazatíes, que apenas encaraban la represalia lanzada por Israel tras el ataque múltiple de Hamás un día antes que dejó 1.200 muertos.
Finalmente, este 7 de marzo la maestra Schwartz pudo volver a Shlomi. Israel permitió este mes a los residentes del norte regresar a sus hogares, pero hasta esa fecha el Estado les pagaba un hotel si no querían hacerlo. Ahora reciben un subsidio por su retorno, así como compensación por los posibles daños a sus propiedades por los cohetes y drones del grupo chií.
La última estimación de la Oficina del Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, elevaba a 30.000 los desplazados que habían vuelto a sus hogares, si bien la cifra es previa al 7 de marzo.
La ofensiva israelí sobre Líbano, que del intercambio de fuego diario se convirtió a finales de verano en una invasión terrestre del sur de este país y bombardeos masivos contra los suburbios de Beirut, entre otras áreas, llegó a desplazar a más de un millón de personas y a matar a cerca de 4.000.
Aunque muchas han vuelto a sus hogares en el Líbano, casi 98.900 siguen sin poder hacerlo, según el último informe de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
La frontera norte tras la guerra

Al preguntar al director del instituto, Ofir Glick, si teme que vuelvan las hostilidades responde con una sonrisa: “Nada de miedo” y añade: “el Ejército está aquí”. En el bolsillo trasero del pantalón lleva una pistola que, reconoce, no cargaba antes del inicio de la guerra.
Con gestos señala a la montaña junto al instituto para indicar que las fuerzas armadas israelíes aún están al otro lado, en territorio libanés. Junto a Shlomi está uno de los cinco puntos en los que Israel pretende quedarse indefinidamente, en palabras del ministro de Defensa, Israel Katz.
El acuerdo de alto el fuego, que entró en vigor el pasado 27 de noviembre de 2023, estipulaba que Israel debía retirar sus tropas del sur de Líbano en enero. A pesar de ello, extendió su presencia hasta el 18 de febrero, momento en el que determinó que seguiría ocupando cinco puntos fronterizos en el Líbano para “hacer cumplir” lo pactado a Hizbulá.
La maestra Schwartz asegura orgullosa que, tras la guerra, sus alumnos tienen aún más ganas de alistarse a unidades de combate durante el servicio militar obligatorio israelí, que muchos comenzarán en cuestión de meses.
“Quiero hacer algo que importe, con lo que pueda contribuir a mi país”, dice Shachaf Davidovich, de 18 años, uno de los 400 alumnos (de un total de 450) que han vuelto a casa.
Y sentencia: “En Israel no tienes opción (…) Si los jóvenes no piensan en ir a unidades de combate y arriesgar sus vidas, nadie lo hará. Si nadie lo hace, no tendremos un país”.
Paula Bernabéu
