Las desapariciones de los temporeros Tidiany e Ibrahima: ¿Demasiadas coincidencias?

Imagen de archivo del traslado del juzgado de Villacarrillo (Jaén) de Ginés V.L., el empresario agrícola arrestado como principal sospechoso de la desaparición forzosa del jornalero senegalés Ibrahima Diouf. EFE/ Jose Manuel Pedrosa

Sagrario Ortega

Madrid, 16 jun (EFE).- Tidiany Coulibaly desapareció en 2013 en Villacarrillo (Jaén) e Ibrahima Diouf ocho años después en ese mismo municipio. Eran temporeros que trabajaban para un mismo patrón, Ginés V.L., sospechoso de haber acabado con sus vidas. Del primer caso fue absuelto por falta de pruebas y del segundo está pendiente de juicio tras una investigación que aprecia demasiadas coincidencias.

Precisamente este lunes se cumple un mes de la puesta en libertad, bajo fianza de 25.000 euros y con medidas cautelares, de Ginés V.L., decretada por la Audiencia Provincial de Jaén en el caso de la desaparición del senegalés Ibrahima Diouf, que durante meses investigó la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

Y aunque los agentes de esta unidad eran conscientes de que en la desaparición del otro temporero, Tidiany Coulibaly, natural de Mali, la Justicia absolvió al empresario jienense y, por tanto, no podían tener en cuenta este caso como indicio en contra del sospechoso, no pudieron pasar por alto la «gran similitud» entre ambos hechos.

Porque los investigadores, como recalcan en el atestado al que ha tenido acceso EFE, consideran «un hecho sumamente excepcional» que se hayan producido dos desapariciones de temporeros en el mismo pueblo (tres en los últimos 25 años en la provincia de Jaén) y que, además, se produjeran en la misma vivienda a la que, por desavenencias laborales, el mismo empleador (Ginés V.L.) les emplazó a acudir.

Tras sus pesquisas, la UCO concluye que los hechos y las circunstancias que rodean la desaparición de los dos temporeros no son extrañamente coincidentes, «sino que son una réplica mejorada», con una reproducción del ‘modus operandi», idénticas circunstancias espacio-temporales y un mismo perfil de víctima.

El «cúmulo» de indicios que apuntan al patrón

Unas pesquisas que podrían acorralar a Ginés V.L., quien pudo hacer desaparecer al jornalero senegalés de forma «organizada y metódica», con «un cierto grado de planificación» y un posterior «estado de alerta constante» y «actitud obstruccionista» a la investigación.

El empresario pudo haber acabado con la vida de Ibrahima Diouf en la tarde del 5 de enero de 2021, justo cuando cesaron «de manera abrupta» e «injustificada» todas las interacciones del inmigrante, desde su teléfono móvil y redes sociales hasta su contacto con su entorno social y familiar -ya no enviaba dinero a su mujer y su hijo- y sus planes más inmediatos.

Entre esos planes figuraba trabajar en Cartaya (Huelva) y abandonar sus labores de recolección de la aceituna para Ginés V.L. debido a las precarias condiciones laborales y de habitabilidad en las que vivía.

Así, según recalcan los investigadores, al patrón le contrarió la decisión del temporero, al que no quiso pagar la cantidad total que le debía, lo que Ibrahima no aceptó.

Ginés V.L. lo consideró una provocación y emplazó al jornalero a verse en una vivienda de Villacarrillo que compartían los temporeros y que ese día estaba vacía. Una casa ubicada en una zona poco transitada, con viviendas colindantes deshabitadas y en una calle con apenas circulación tanto de coches como de viandantes.

Entre las 16:07 horas de ese 5 de enero y las 19:16 horas los investigadores sitúan el ataque mortal al senegalés y la inutilización de los terminales telefónicos, los cuales dejaron de emitir señales para siempre. Y fue en ese lugar donde se detectó la señal por última vez.

Después, el presunto autor -que pudo usar un arma de fuego- ocultó el cuerpo del temporero, su equipaje y todas sus pertenencias. A día de hoy, ninguno de los dos jornaleros desaparecidos han sido encontrados, con o sin vida.

Contradicciones, incoherencias y falsedades

Los agentes han constatado «multitud de incongruencias, contradicciones y falsedades» en las diferentes versiones de los hechos que ha ofrecido Ginés V.L. Asimismo, han observado un desfase horario significativo en el relato que realizó el investigado y una sospechosa falta de memoria.

Creen también que tiene la forma física necesaria para acometer esos hechos, porque no en vano fue militar del Grupo de Operaciones Especiales de Ejército. Además, conoce muy bien su entorno geográfico y tiene vehículos para llegar a lugares de más difícil acceso, donde podría haber ocultado el cuerpo de Ibrahima.

Y aunque no ha podido ser intervenida, los investigadores dan por hecho la tenencia de un arma corta porque en el techo de su garaje se halló munición en perfecto estado de los calibres 22 y 9 milímetros parabellum.

Nunca se encontró el jersey de color granate que el patrón llevaba ese día -como reflejan las cámaras- y no se descarta que pudiera limpiar el escenario del crimen, incluso un supuesto charco de sangre que una testigo dijo que observó en la acera de la calle de la vivienda donde supuestamente sucedieron lo hechos.

El atestado resalta también cómo el empresario intentó obstaculizar la pegada de carteles de SOS Desparecidos que difundían la desaparición de Ibrahima, con una conducta «desproporcionadamente airada» hacia los amigos del senegalés.

Utilizó a su madre para grabar la declaración policial

Ginés V.L. temía que su madre le metiera en un «lío», como manifestó en varias ocasiones en las conversaciones interceptadas por los agentes. No decía el motivo, pero sí que tenía miedo a lo que su madre pudiera testificar y, por eso, le obligó a ocular una grabadora entre su ropa cuando fue llamada a declarar como testigo,

Incluso, la obligó a presentar una denuncia falsa contra los amigos de Ibrahima que pegaron los carteles de SOS Desaparecidos. Denunció que tres de ellos habían entrado en su casa y le habían pegado patadas y puñetazos en el suelo, pero resultó que era falso.

Los diálogos consigo mismo que le cercan

Parece ser que el empresario tenía la costumbre de rememorar cosas en voz alta y en la soledad de su vehículo, como se pudo comprobar con las medidas de investigación autorizadas por la Justicia.

Fueron manifestaciones espontáneas que podrían cercarle. «Algo van a encontrar, no sé como lo hacen. No me jodas», decía para sí mismo probablemente preocupado por la investigación.

Suele «revivir» los hechos en voz alta y verbaliza detalles, llegando incluso a reproducir diálogos, indican los investigadores.

Y en una ocasión -clave, para los agentes-, rememora un diálogo modulando la voz según el interlocutor.

Para la UCO, este diálogo reproducido por él mismo a dos voces es crucial:

Ginés: IBA (así era conocido y llamado Ibrahima)

Ibrahima: no, no, no

Ginés: Ven que no te vas a enterar. Id preparando los curas.

Un racismo exacerbado

Durante la investigación, la Sección de Análisis y Comportamiento Delictivo de la Guardia Civil realizó informes técnicos sobre el empresario, del que concluía que presentaba un comportamiento «impulsivo, baja tolerancia a la frustración y gran inestabilidad emocional».

Otro rasgo conductual apuntaba a un racismo exacerbado. De hecho, él mismo se calificaba abiertamente como racista y llegaba a referirse a los extranjeros como «mugre» y «roña».