Jorge Dastis
Jerusalén, 7 may (EFE).- A pocos días de que se cumpla el plazo dado por las autoridades israelíes para clausurar las escuelas de la UNRWA (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos) en Jerusalén Este, las madres del campamento de Shuafat se niegan a contemplar alternativas.
“Creo que esta escuela es extraordinaria, es excepcional. Yo estudié en esta escuela y por eso traje a mi hija aquí”, explica a EFE Anuar, una joven madre de 27 años junto a su hija de 8, Tagrid.
A principios de abril, el Ministerio de Educación israelí ordenó el cierre en 30 días de seis escuelas de educación primaria de la UNRWA en Jerusalén Este. El plazo se cumple el próximo domingo.
La orden sigue a la entrada en vigor, a finales de enero, de dos leyes que prohíben a la UNRWA operar en “territorio soberano” de Israel, lo que incluye el este de Jerusalén, así como contactar o mantener cualquier tipo de comunicación con entidades del Gobierno israelí.
La escuela para niñas de la UNRWA, en el campamento en Shuafat, está ubicada a pocos metros del puesto de control israelí que controla la entrada y la salida de personas del resto de Jerusalén Este, anexionado unilateralmente y gobernado ‘de facto’ por Israel pese a que la comunidad internacional lo considera territorio palestino ocupado.
En el puesto, tres jóvenes reclutas de la policía fronteriza israelí revisan los documentos de todo el que cruza en dirección al centro de la urbe de Jerusalén, a punta de fusil.
Cuando un grupo de jóvenes se dispone a pasar, una de las uniformadas quita el seguro de su arma y apunta. Otro agente revisa sus papeles y los jóvenes cruzan, sin incidentes.
“Un peligro para las alumnas”

Anuar todavía mantiene la esperanza de que la escuela no cierre pero aclara que, en caso de tener que enviar a su hija a otro centro, buscará uno dentro del campamento de Shuafat, para que su hija no tenga que cruzar a diario el puesto de control israelí.
“El puesto (de control) representa un gran peligro para las alumnas. Es un lugar inseguro, y el Ejército no distingue entre mayores y pequeños”, dice.
Tagrid, la hija de Anuar, dice disfrutar sobre todo de sus clases de ciencia y, de mayor, quiere ser profesora. “No quiero que la escuela cierre porque nos da una buena educación”, asegura la niña.
Anuar teme que, si al final tiene que trasladar a Tagrid, la joven pierda acceso a las actividades y el espacio que solo ofrece el centro de la UNRWA.
“Hay otros niños que no tienen ni siquiera un patio donde jugar, las clases de educación física están eliminadas y el entretenimiento es inexistente. Mi hija está contenta en lo educativo, pero también en lo recreativo”, cuenta la mujer.
Anuar destaca, sobre todo, las clases de agricultura, donde enseñan a las niñas a sembrar. Piensa que este tipo de actividades fomentan la cooperación entre compañeros y ayudan a crear un ambiente positivo.
En el centro de la UNRWA, además, Anuar conoce “a la profesora, a la directora, y a la orientadora”. “Conozco a las alumnas, y me comunico con las madres de las otras alumnas ante cualquier incidente”, explica.
Sin planes alternativos

LA UNRWA fue creada por la Asamblea General de la ONU en 1949, un año después de la guerra que siguió a la creación de Israel y que causó el desplazamiento de unos 750.000 palestinos de sus aldeas, muchas destruidas y que hoy son territorio israelí.
El mandato de la agencia es el de dar “ayuda directa a cualquier persona cuyo lugar de residencia fue Palestina entre el 1 junio de 1946 y el 15 de mayo de 1948, y que perdieron tanto su hogar como sus medios de subsistencia a consecuencia del conflicto de 1948”, detalla su misión, por lo que brindan educación primaria, sanidad y otros servicios sociales a los palestinos con estatus de refugiado.
Mayida, de 49 años, tiene una hija en séptimo curso en la escuela de la UNRWA en Shuafat. La mujer asegura que no sabe qué hará si finalmente cierran el centro.
“Espero que la escuela siga existiendo. Ni siquiera me he planteado un plan para enviarla a otro lugar. No sé a dónde irá”, lamenta.
Aun así, tiene una cosa clara: tampoco la hará cruzar a diario el control israelí.
Ninguna de las dos mujeres ha recibido información ni alternativas de las autoridades israelíes al respecto. Los profesores y responsables del centro, aseguran, seguirán haciendo su trabajo mientras Israel se lo permita.