Redacción Ciencia, 18 jun (EFE).- Cada primavera millones de polillas Bogong emprenden un largo viaje de mil kilómetros por Australia, desde las planicies de Queensland y Nueva Gales del Sur hasta los Alpes australianos donde pasan el verano en hibernación. Al despertar, regresan a las cálidas tierras del este para aparearse y morir.
Aunque se sabía que estos invertebrados -al igual que los pájaros- se ayudan del campo magnético de la Tierra para hacer este épico y nocturno viaje, cómo se orientaban era uno de los grandes misterios de la naturaleza. Hasta ahora.
Un estudio publicado este miércoles en la revista Nature ha descubierto que las polillas Bogong (Agrotis infusa) usan las constelaciones de estrellas y la Vía Láctea para orientarse, un tipo de navegación que sólo se había observado en los seres humanos, algunas aves y posiblemente las focas.
El estudio revela que estas polillas combinan la navegación celeste con el campo magnético terrestre para localizar un destino concreto que no han visto jamás: las frescas cuevas de las Montañas Nevadas, donde pasarán el verano.
Dirigida por científicos de la Universidad de Lund (Suecia), la Universidad Nacional de Australia (ANU) y la Universidad de Australia Meridional (UniSA), la investigación ha resuelto uno de los grandes misterios migratorios de la naturaleza, que cada año protagonizan unos cuatro millones de polillas.
«Sabíamos que algunas aves e incluso los seres humanos podían utilizar las estrellas para navegar largas distancias, pero esta es la primera vez que se ha demostrado en un insecto», destaca Eric Warrant, de la Universidad de Lund e investigador en la ANU.
«Estas polillas son increíblemente precisas. Usan las estrellas como brújula para guiarse a lo largo de grandes distancias, ajustando su rumbo en función de la estación y la hora de la noche», comenta el investigador.
Un viaje de mil kilómetros
Para hacer el estudio, los autores capturaron algunas pollas al inicio de sus migraciones primaverales u otoñales y las colocaron en un simulador de vuelo que recreaba los cielos nocturnos naturales y que tenía el campo magnético terrestre bloqueado. El objetivo era ver cómo se orientaban en diferentes condiciones del cielo.
Cuando se les presentó un cielo estrellado natural, las polillas volaron sistemáticamente en la dirección migratoria correcta para la estación: hacia el sur en primavera y hacia el norte en otoño. Y cuando el cielo estrellado se giraba 180 grados, las polillas siguieron orientándose bien.
Pero, cuando se mezclaron las estrellas, su orientación desapareció.
Sin embargo, las características exactas del cielo nocturno que ayudan a la migración de las polillas aún no están claras, y sigue sin saberse si las polillas pueden ver las estrellas individuales con sus ojos compuestos.
Los autores creen que la Vía Láctea es una franja brillante de luz en la mitad sur del cielo que muy probablemente sea visible para las polillas Bogong.
El equipo también investigó la base neurológica de este comportamiento, identificando neuronas especializadas en el cerebro de la polilla que responden a la orientación del cielo estrellado. Estas células, que se encuentran en las regiones del cerebro responsables de la navegación y la orientación, se activan con mayor intensidad cuando la polilla se orienta hacia el sur.
«Este tipo de sintonización direccional demuestra que el cerebro de la polilla Bogong codifica la información celeste de una manera sorprendentemente sofisticada. Es un ejemplo notable de la compleja capacidad de navegación que alberga el diminuto cerebro de un insecto», subraya Warrant.
Los autores están convencidos de que el hallazgo podría servir de base para tecnologías en robótica, navegación de drones e incluso estrategias de conservación de especies amenazadas por la pérdida de hábitat o el cambio climático pero para eso es necesario proteger las rutas migratorias de estas polillas que en los últimos años han disminuido drásticamente y han entrado en la lista de especies vulnerables. EFE
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