Las proteínas antiguas arrojan luz sobre Paranthropus robustus,un extinto pariente humano

SK 48, un cráneo de un adulto de Paranthropus robustus recuperado en Swartkrans. Crédito: Dr. Bernhard Zipfel (con permiso del Dr. Lazarus Kgasi, conservador adjunto de Paleontología Plio-Pleistocena, en el Museo Nacional de Historia Natural Ditsong).

Elena Camacho

Madrid, 29 may (EFE).- Hasta ahora, los paleontólogos han reconstruido la historia de la evolución humana a partir de fósiles y de ADN antiguo extraído de estos restos, pero estas dos herramientas tienen límites: el registro fósil es escaso, y el ADN antiguo no se conserva bien pasados los 20.000 años.

Para superar estos problemas, los científicos han empezado a usar la paleoproteómica, una técnica que permite recuperar y analizar fragmentos de proteínas del esmalte dental de los fósiles, que se conservan más tiempo que el ADN antiguo y que aportan información muy importante.

Con esta técnica, un equipo de científicos liderado por la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), en el que han participado el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, ha estudiado las proteínas más antiguas de un linaje humano, extraídas de cuatro dientes de Paranthropus robustus, una especie de homínido que vivió en África hace entre 2,8 y 1,2 millones de años.

El estudio de estos restos, cuyos detalles se han publicado este jueves en la revista Science, ha permitido determinar el sexo biológico de estos homínidos y ha revelado, además, una variabilidad genética que no se había detectado hasta ahora en P. Robustus.

Según los autores, estos hallazgos abren nuevas vías para comprender la compleja historia evolutiva de estos parientes antiguos y confirman que la paleoproteómica es una técnica capaz de arrojar luz a cuestiones que de otra manera no se podrían abordar.

“La paleoproteómica ha venido para quedarse”, asegura a EFE el investigador del IBE y coautor del estudio, Tomàs Marquès-Bonet.

 

Ubicación y estructura de la cueva del yacimiento de Swartkrans, Sudáfrica, y vista oclusal de los dientes de Paranthropus analizados, de arriba a abajo: SK 830, un P4 izquierdo; SK 835, un M3 izquierdo; SK 850, un P3 derecho; SK 14132. Crédito: Dra. Robyn Pickering.

Proteínas ancestrales de África

Las tres autoras y autores principales del artículo con una réplica de Paranthropus robustus SK 48: la Dra. Palesa P. Madupe, la Dra. Claire Koenig y el Dr. Ioannis Patramanis. Crédito: Victor Yan Kin Lee.

Mediante técnicas de paleoproteómica, los investigadores lograron extraer proteínas del esmalte dental de cuatro fósiles de Paranthropus robustus, encontrados en la cueva de Swartkrans (Sudáfrica), de entre 2,2 y 1,8 millones de años de edad (son algunos de los fósiles más antiguos de esta especie).

El Paranthropus es un pariente primitivo del ser humano que vivió hace entre 2,8 millones y un millón de años, y coexistió con otros homínidos como el Australopithecus (el linaje de la famosa ‘Lucy’) y con algunos géneros de Homo.

Y, aunque era bípedo, también mostró adaptaciones en las extremidades superiores para trepar y un amplio nicho alimentario, basado en diversos tipos de plantas y posiblemente en insectos.

“El Paranthropus es un una de las ramas más misteriosas de los homínidos. Es muy robusto y su cara es claramente diferente a la de un humano moderno pero aún no sabemos bien cómo estaba conectado con el humano moderno (H.sapiens)”, comenta el investigador del IBE.

El análisis de la secuencia de estas proteínas permitió descubrir que dos individuos eran machos y otros dos, hembras: “Esto puede parecer una simpleza pero no lo es porque entre los científicos hay discusiones a la hora de determinar el sexo de los especímenes, y con este estudio hemos demostrado que se puede averiguar de manera molecular”, subraya Marquès-Bonet.

Determinar el sexo cromosómico de los individuos puede ser de gran ayuda para los paleoantropólogos porque permite tener una comprensión más precisa de las diferencias basadas en el sexo y los comportamientos sociales de nuestros parientes extintos.

“Haber determinado el sexo biológico de estos individuos que vivieron hace dos millones de años es realmente remarcable. Este hecho nos abre las puertas a entender la biología de otras poblaciones pertenecientes al linaje humano”, comenta Esther Lizano, investigadora del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) y coautora del estudio.

Pero la paleoproteómica también tiene límites porque si no se extraen suficientes proteínas, no es posible hacer un árbol filogenético que permita determinar cuándo se produjo la separación del linaje de Paranthropus y del linaje humano.

“En este caso, no lo conseguimos porque los dos son extremadamente idénticos en sus proteínas, y esto, en sí mismo, ya es un dato importante porque nos indica que en ese momento había poca diversidad genética y proteómica entre especies”, y que estos Paranthropus estaban estrechamente ligados con el linaje Homo (el del los sapiens, neandertales y denisovanos), apunta el científico.

Lo que sí descubrieron los investigadores es que un individuo es genéticamente distinto a los demás, “de la misma manera que entre humanos también hay diferencias en algunos aminoácidos, que son las partes de las proteínas”, detalla Marquès-Bonet.

 

Una dinámica colonial

En una explicación aparte, la autora principal del estudio, la sudafricana Palesa Madupe, apunta que para corregir errores del pasado basados en una ‘dinámica colonial’, que históricamente se ha apropiado de los yacimientos, de los datos y de la narrativa africana marginando a los investigadores y comunidades locales, el estudio reconoce el trabajo de los africanos en esta investigación.

“Esperamos que las futuras investigaciones en esta disciplina se alejen de la investigación helicóptero y se orienten hacia una ciencia más ética y socialmente responsable, que se centre en el conocimiento africano y eleve a las comunidades que son custodias de nuestro patrimonio fósil”, concluye la paleontóloga africana.