La Habana, 8 oct (EFE). – Las obsoletas centrales termoeléctricas (CTE) de Cuba, que trabajan a una fracción de su potencial tras décadas de explotación y un déficit crónico de inversiones, son a la vez la columna vertebral del suministro eléctrico del país y su principal talón de Aquiles.
La crisis energética que sufre la isla desde hace años, agravada de forma dramática en los últimos trece meses, se explica principalmente por los frecuentes fallos de estas instalaciones, responsables de aproximadamente el 40 % del mix energético nacional.
Según datos oficiales elaborados por EFE, las siete CTE estaban operando este martes a apenas un 25 % de los entorno a 2.600 megavatios (MW) de su potencia instalada, con tres de las siete sin producción. La tasa este miércoles se sitúa alrededor del 33 %.
La mayoría de las CTE fueron construidas en las décadas 60 y 70 del siglo pasado. La más anticuada es Mariel (occidente), con 62 años en explotación, y la más reciente es Felton (oriente), con 24. Las otras cinco promedian los 50 años de operaciones.
Los expertos internacionales sitúan entre 30 y 35 años la vida útil de este tipo de infraestructuras, límite temporal que se reduce si, como en el caso cubano, no se cumplen los mantenimientos que indica el fabricante y se emplea petróleo pesado (con un elevado porcentaje de azufre que daña las instalaciones).
La información oficial es escasa y fraccionada, pero de los 30 bloques de producción energética de las siete CTE operativas en Cuba, parece que actualmente sólo están instalados y operativos 15. Al menos 11 han sido retirados y cuatro están fuera de servicio.
Además, de los operativos, una cifra difícil de determinar entre tres y siete, están catalogados como mothballed (en reserva), lo que significa que su situación es precaria y se pueden emplear en algún momento, casi a modo de emergencia, pero no se puede garantizar un funcionamiento estable y prolongado.
Por último, los bloques operativos tampoco están funcionando al 100 % de su potencia instalada. Según los últimos datos oficiales sobre producción real, estas unidades de generación estaban trabajando entre el 44 y el 94 % de su capacidad instalada.
Un ejemplo de esto es la CTE de Felton, una de las mayores de Cuba. Cuenta con dos bloques por un total de 510 MW, pero sólo uno está operativo (el otro está fuera de servicio) y la última vez que se informó de su generación real estaba produciendo 180 MW sobre una capacidad instalada de 250.
Otro caso es el de la CTE de Mariel. Construida en 1963 (y ampliada en la siguiente década) con tecnología soviética, llegó a contar con ocho unidades de producción. De ellas, cuatro fueron ya retiradas y de las restantes una está fuera de servicio tras un incendio y las otras tres funcionan con una gran intermitencia.
La CTE Antonio Guiteras, una de las mayores y considerada la más estable del país, acumula en los últimos meses un gran número de incidencias. De hecho, tres de los cinco apagones nacionales que ha sufrido Cuba en los últimos doce meses se originaron por «salidas imprevistas» de esta central.
Recientemente las autoridades cubanas anunciaron una parada técnica en esta CTE en diciembre próximo, con una duración inicial estimada en seis meses. Sería la primera de esta entidad que se realiza en 15 años, cuando lo recomendado es cada siete.
Sin solución
El analista cubano del Instituto de Energía de la Universidad de Texas, Jorge Piñón, compara las CTE con los «almendrones», los pintorescos coches americanos de los años 50 que aún circulan por las calles de la isla.
Éstas, como los «almendrones», siguen en pie «con sudor e ingeniosidad criolla», considera Piñón, quien explica a EFE que «la falta de gestión y el modelo económico centralizado» han llevado a esta situación crítica al sector eléctrico cubano, completamente en manos del Estado desde el triunfo de la revolución en 1959.
Piñón señala que las autoridades de la isla del Estado nunca han asignado los suficientes recursos para el mantenimiento de las termoeléctricas.
Cálculos independientes consideran que el saneamiento completo del SEN precisaría entre 8.000 y 10.000 millones de dólares, unas cifras fuera de las posibilidades de Cuba, que atraviesa una grave crisis económica desde hace más de cinco años.
«La recapitalización de las termoeléctricas y grupos electrógenos tomará de cinco a ocho años», afirma el analista cubano. «Si Cuba fuera miembro de instituciones multinacionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, no pudiera ofrecer las garantías de condicionalidad que estas instituciones demandan para otorgar sus préstamos», agrega.
El Gobierno cubano destaca el impacto de las sanciones estadounidenses a la industria energética y le acusa de “asfixia energética”. Al respecto, Piñón considera que el daño de las sanciones es real, pero que no se puede responsabilizar completamente de la situación actual al bloqueo o embargo.
«En 2015, el Gobierno ruso aprobó la asignación a Cuba de un crédito estatal a la exportación por hasta 1.200 millones de euros para financiar la construcción de cuatro unidades generadoras para centrales termoeléctricas en la isla: una unidad de 200 MW en Mariel, y tres unidades de 200 MW en la planta de Habana del Este. Sin embargo el proyecto, tan necesario, nunca se materializó”, añadió.
Los apagones representan un fuerte lastre a la economía nacional, que se contrajo un 1,1 % en 2024 y suma en los últimos cinco ejercicios una caída acumulada del 11 %, según datos oficiales. La CEPAL también prevé que su producto interno bruto (PIB) sea negativo este año.
Los cortes impulsan asimismo el descontento social en Cuba y han estado vinculados a las principales protestas que se han registrado en el país en los últimos años, como las masivas de julio de 2021 y las menores registradas en las últimas semanas en La Habana y Gibara.
En este panorama, Piñón es tajante: «No hay solución ni en el corto o mediano plazo”.
Laura Bécquer