Laura Sarabia, el alfil caído de Petro

Fotografía de archivo, tomada el pasado 27 de marzo, de la entonces canciller de Colombia, Laura Sarabia, durante una rueda de prensa, en Bogotá (Colombia). EFE/Carlos Ortega

Bogotá, 3 jul (EFE).- En tres años del gobierno de Gustavo Petro pocos rostros han sido tan visibles como el de Laura Sarabia. Fue clave en su campaña, su mano derecha, jefa de gabinete y de la diplomacia colombiana pero en su paso por las entrañas del poder navegó un rosario de desautorizaciones, enredos judiciales y enemistades.

El choque de trenes por la licitación de pasaportes fue la gota que colmó el vaso y llevó a la canciller más joven de la historia de Colombia a hacer lo que tantas veces exigió en sus discursos públicos: menos palabras, más acciones.

Y tras cinco meses al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores, Sarabia selló hoy su salida del gobierno.

La «hormiguita» de Petro

Con su renuncia, el gobierno pierde a su mujer más influyente. Sarabia fue, en palabras del propio presidente, su «hormiguita organizadora» durante la campaña que lo llevó al poder en 2022.

Nacida en 1994 en una familia militar de Bogotá y politóloga de la Universidad Militar Nueva Granada, Sarabia irrumpió en la política como asesora del Partido de la U y, entre 2018 y 2020, trabajó en la Unidad de Trabajo Legislativo del entonces senador, y hoy ministro del Interior, Armando Benedetti.

Fue precisamente a través de Benedetti, con quien hoy no puede verse, que Sarabia se sumó a la campaña presidencial.

Cuando asumió como primer presidente de izquierda de Colombia, Petro nombró a Sarabia jefa de gabinete y, así, con solo 28 años, pasó a manejar la agenda y los horarios del mandatario, y a consolidarse como una de las personas de mayor confianza en su círculo cercano.

De perfil bajo a un escándalo sonado  

Sarabia siempre buscó un perfil bajo y, a los ojos de algunos, era vista como el engranaje invisible que lograba mantener alineado al Gobierno en sus momentos críticos. Para otros, en cambio, encarnaba el poder sin contrapesos de un liderazgo basado en lealtades personales.

La joven salió como jefa de gabinete tras uno de sus mayores escándalos, que involucró a su exniñera Marelbys Meza. Este caso comenzó con un robo extraño de dinero en el apartamento de Sarabia y terminó haciendo estallar la guerra entre la ahora excanciller y su exjefe Benedetti, hoy uno de los hombres más cercanos a Petro.

La hasta hoy jefe de la diplomacia colombiana señaló a su exempleada como sospechosa del robo y Meza denunció que su teléfono fue interceptado por la Presidencia y fue sometida al polígrafo de la Casa de Nariño.

Pronto surgieron versiones que señalaban a Benedetti como responsable de filtrar el caso a los medios y luego salieron unos audios suyos enviados a Sarabia, en los que la amenazaba con revelar secretos de la campaña presidencial y hablaba de presuntas irregularidades en la captación de recursos.

La relación entre ambos se ha tensado a tal punto que en abril Sarabia declaró contra Benedetti en la Fiscalía por supuesta violencia de género y enriquecimiento ilícito.

Deterioro y desautorizaciones 

El ascenso de Sarabia al frente de la Cancillería, un ministerio que históricamente había estado alejado de las intrigas políticas, se dio en un momento delicado para la diplomacia colombiana. Era la tercera persona al frente de este ministerio en apenas dos años y medio de gobierno.

Sus dos antecesores, Álvaro Leyva y Luis Gilberto Murillo, habían salido envueltos en la misma controversia que ahora le costó el cargo: el contrato para la expedición de los pasaportes.

Hace una semana, Sarabia dijo que la estatal Imprenta Nacional no estaba lista para producir los pasaportes y propuso extender la medida que mantiene vigente el contrato con la firma Thomas Greg & Sons.

Pero horas después, Petro la desautorizó en un consejo de ministros, donde dijo que no habría más prórrogas. Esta semana, el presidente dejó a Sarabia al margen de este asunto cuando se lo encargó a su nuevo jefe de despacho, Alfredo Saade, quien llegó a reforzar el núcleo duro del petrismo.

El caso de los pasaportes no ha sido aislado. Una de las primeras muestras de desautorización pública de Petro a su antigua mano derecha ocurrió tras la victoria de Daniel Noboa en las elecciones presidenciales de Ecuador. Mientras Sarabia felicitaba al mandatario electo a través de redes sociales, Petro puso en duda los resultados.

Aunque finalmente asistió a la posesión de Noboa, el presidente habló en ese momento de un posible fraude.

Otro episodio similar tuvo lugar en mayo pasado cuando Colombia se preparaba para firmar un acuerdo de intenciones para unirse a la Ruta de la Seda. Petro ordenó modificar el documento que había preparado el despacho de Sarabia, lo que sembró dudas sobre su gestión.

Durante su viaje oficial a China, ambos estuvieron distanciados y la entonces canciller no asistió a la alocución del presidente desde ese país.

Entramados judiciales y enemigos

Además del caso con su exniñera y el conflicto con Benedetti, Sarabia ha estado salpicada por otros escándalos, como uno de presunta corrupción en el sector salud.

Con esos ruidos a su alrededor, su estilo frontal y un ascenso meteórico, Sarabia generó recelos y tensiones dentro del propio gobierno, al punto de que en febrero pasado, en un consejo de ministros televisado, la vicepresidenta Francia Márquez la confrontó y contó que había tenido que decirle: «Respéteme, que soy la vicepresidenta».

El futuro profesional de Sarabia es, por ahora, incierto. Pero como escribió en su carta de renuncia, la parte «más importante» de su vida pública la ha vivido al lado de Petro, que no ha dicho aún quien será su cuarto canciller.

Carla Samon Ros