Redacción deportes, 11 sep (EFE).- Uno de los grandes duelos de los Mundiales de Tokio será el que protagonizarán sobre la pista los dos hombres más rápidos del mundo en la actualidad, el botsuano Letsile Tebogo, campeón olímpico de 200 en París 2024, y el estadounidense Noah Lyles, oro olímpico en 100 metros. Dos atletas superlativos con dos historias de superación paralelas marcadas por una infancia difícil.
Tebogo, de 22 años, nació en Kanye, ciudad del sur de Botsuana, cerca de Sudáfrica, con unos 47.000 habitantes. Allí creció criado por su abuela. Su madre trabajaba a 500 kilómetros de distancia y no podía ocuparse de él.
El deporte fue su vía de escape. Primero el fútbol y después, a los 13 años, inspirado por el jamaicano Usain Bolt, empezó con el atletismo. Fue su válvula de aire para marcar distancias con un barrio peligroso, con muchos de sus amigos acabando en prisión. De hecho, en varias ocasiones reconoció que si no fuera por el deporte «igual hubiera acabado siendo delincuente».
«Creíamos que el fútbol era la única forma de sobrevivir pero ver a Usain Bolt me cambió la vida», declara Tebogo en un documental, en el que agradece la irrupción en su juventud de Kebonyemodisa “Dose” Mosimanyane, su descubridor y el entrenador que actualmente guía su carrera.
Sus inmensas cualidades físicas le hicieron destacar entre los chicos de su edad y pronto fue reclutado para empezar a competir a nivel internacional. En el Mundial sub-20 de Nairobi de 2021 ganó los 100 metros y se llevó el primer título júnior. Un año después, en Oregón, estableció un récord mundial sub-20 con 9.94 en los 100 y una semana después, en el Mundial sub-20 de Cali (Colombia), rebajó aún más esa marca hasta los 9.91 pulverizando su propio récord.
Con esas credenciales se presentó en el Mundial absoluto de Budapest 2023, al que llegó «con miedo por la transición de júnior a sénior». Sin embargo, sobre la pista no se arrugó y se llevó la plata en los 100 metros. Fue la confirmación del potencial y las cualidades que tiene y que le hicieron ganarse el respeto de sus rivales.
La plena felicidad que estaba teniendo sobre la pista se vio empañada el 18 de mayo de 2024. Durante el Gran Premio de Los Ángeles de la USATF, en Los Ángeles, su madre, que estaba enferma, falleció.
«Sentí que todo había terminado para mí, incluido el atletismo. No tenía la confianza para salir y hacer lo que tenía que hacer a solo dos meses de los Juegos Olímpicos», confiesa Tebogo, que tras varias semanas sin salir de casa en Gaborone logró recomponerse con el apoyo de su entrenador y una máxima: «¿qué pensaría mi madre si dejo el deporte?».
Se concentró en los Juegos y logro dos medallas históricas. Una plata con el relevo 4×400, la primera de Botsuana en unos Juegos, y un oro en los 200 superando al principal favorito, Noah Lyles, que se conformó con el bronce.
Trece meses después, en el Estadio Olímpico de Tokio, ambos se volverán a ver las caras sobre la pista. No será la primera vez del año.
Este año el mejor resultado de Tebogo fueron los 19.76 del mitin de Eugene (Estados Unidos) con 19.76 el 5 de julio, que solo le sirvieron para ser quinto en una carrera que precisamente se llevó Lyles con 19.63, su mejor marca de la temporada en los 200 metros.
Más recientemente, en Zurich (Suiza), y con un ‘diamante’ en juego, el ganador fue Noah Lyles, que se llevó su quinto título tras parar el crono en 19.74, solo dos centésimas menos que los 19.76 de Tebogo. Tercero fue el dominicano Alexander Ogando (20.14).
El nuevo capítulo se escribirá en Tokio en unos Mundiales a los que Lyles llega «motivado» para ampliar un palmarés que incluye, entre otros éxitos, seis oros Mundiales entre Doha 2019, Eugene 2022 y Budapest 2023.
Un palmarés, quizá impensable, para aquel niño que sufrió acoso escolar y que creció con asma, alergias, dislexia, TDA, ansiedad y depresión en Gainesville, ciudad de Florida.
«He empezado a tomar medicamentos antidepresivos y ha sido una de mis mejores decisiones en mucho tiempo. Desde entonces, he sido capaz de pensar sin matices oscuros en mente, sin aceptar que nada importa. Gracias a Dios existe la terapia psicológica», desveló en sus redes sociales en 2020.
El coronavirus, el aplazamiento de los Juegos Olímpicos y el movimiento Black Lives Matter, a raíz de la muerte de George Floyd, hicieron floreces en Lyles unos sentimientos que le afectaron personalmente. Sin embargo, como sentía desde pequeño, el magnetismo de una pista de atletismo fue un bálsamo. «El único lugar donde podía estar tranquilo».
El atletismo salvó a Lyles y a Tebogo. Dos rivales con dos historias paralelas. ¿Quién ganará en Tokio?.
David Ramiro