Los astados frustan el mano a mano Morante-Juan Ortega en la Beneficencia de Santander

El torero Morante de la Puebla da un pase con la muleta, durante el 'mano a mano' con Juan Ortega en el quinto día de la Feria de Santiago de Santander celebrado este miércoles en la capital cántabra. EFE/Pedro Puente

Santander, 23 jul (EFE).- El pobre juego de los toros de hierros diversos -El Pilar, Domingo Hernández y Álvaro Núñez- reseñados para el mano entre Morante de la Puebla y Juan Ortega frustró la Corrida de Beneficencia que hacía la quinta del abono de la Feria de Santiago de Santander.

Solo el segundo, de Domingo Hernández, permitió hacer el toreo bueno y una faena compacta a un Juan Ortega que lo pinchó.

El primero de El Pilar anduvo escaso de todo: trapío, fuerzas y raza. Morante esculpió dos verónicas asentadas, macizas y plásticas. En el prólogo muletero regaló un cambio de mano y un molinete invertido marca de la casa.

Hubo dos naturales de lenta eternidad, el segundo tan enroscado que casi lo prende por la cadera. Soportó parones y dudas con el arrojo de los valientes y lo mató eficaz.

El mago de La Puebla se sacó de la chistera un recibo al abanto tercero por chicuelinas asiendo solo medio capote. Ya a la verónica, el ‘domingohernández’ se le vino cruzado desde el burladero donde lo sujetaba el peonaje. Tal es la confianza actual de José Antonio que apostó por su juego de brazos para librar el comprometido embroque, sin rectificar la posición ni perder pasos. El toro lo arrolló. Los pitones impactaron contra el pecho del torero, mas la metralla no hizo carne.

El trancazo que le dieron en el caballo fue de órdago. Quedó frenado y sin vida el toro, al que Morante se limitó a machetear y pinchar reiteradamente.

El último cartucho del morantismo llevaba el hierro de Álvaro Núñez. Ciertamente explosionaban sus tornillazos en la muleta de Morante, que hacía lo imposible por limpiar los pases. Venía andando y dormido; hacía hilo; soltaba la cara. Asomó el fondo de valor del torero de La Puebla, que veía estallar los cabezazos en el aire como disparos de fuego antiaéreo.

Más ajustado no se puede torear. Llegó por momentos a imponer el toreo ligado y bello, esperando una enormidad aquellas embestidas desabridas. También hubo inevitables enganchones.

Hasta la media elíptica con que dejó en suerte al caballo al segundo, de Domingo Hernández, no se estiró Juan Ortega con el capote. Enseguida llegó el delirio, justo al tiempo en que empezó un efímero chaparrón: cumbre el inicio con doblones rodilla en tierra y, en pie, un circular diestro que duró dos horas.

‘Bodeguero’, que ya hizo pelea de bravo en varas, colocó la cara abajo y persiguió la pañosa con celo en dos series diestras de toreo majestuoso, acompasado, acoplado. Los remates, variados y torerísimos, como el pase de pecho rodilla en tierra de sabor antiguo y el molinete invertido tan personal.

Cuando cogió la zurda, bajó el toro, que ya no fue el mismo. Aún tuvo gas para permitir a Ortega escanciar derechazos que eran carteles de toros. Y un cierre con guiño al prólogo, con doblones profundísimos, esta vez de pierna flexionada. Tras pinchar, una estocada entrando tan despacio como había toreado.

También humillaba el colorado de El Pilar, de cuerna acapachada, aunque sin soltarse de las telas de inicio. Fueron esculturales los ayudados por alto con que Ortega se lo sacó a los medios. Allí hacía malabarismos con las alturas. Si lo apretaba por abajo, el animal se afligía; y a media altura derrotaba. Pases inconmensurables se alternaron con otros tropezados.

Con la tarde entrando en estado depresivo, Juan Ortega recibió al sexto con una larga en la que los pitones del de Álvaro Núñez le pasaron a centímetros del cuello. Quiso empujar hacia adelante su falta de clase. Tragaba los dos primeros de cada serie, en el mejor de los casos. A partir del tercero hacía cosas feas. Era rozar la tela y violentarse. El matador sevillano se eternizó en pos de un imposible.

FCIAH DEL FESTEJO

Corrida de Beneficencia, quinta del abono de la Feria de Santiago de Santander.

Dos toros de El Pilar, primero -sin fuerza ni raza- y cuarto  -noble sin empuje ni transmisión-; dos de Domingo Hernández, segundo -muy noble y con clase- y tercero -sin vida después de un puyazo fortísimo-; y dos de Álvaro Núñez, quinto -de cara suelta y áspero-  y sexto  -tosco, también soltando los pitones-. De diversas hechuras y presentación digna, con algunos en el límite.

Morante de la Puebla: Estocada desprendida, saludos; pinchazo, sablazo que enhebró al toro, dos pinchazos y estocada, silencio; estocada una chispa desprendida, ovación.

Juan Ortega: Pinchazo, estocada tendida, aviso, saludos; pinchazo, aviso, pinchazo hondo, silencio; pinchazo, estocada desprendida, aviso, silencio.

Saludó Iván García tras banderillear al tercero.

Lleno de “no hay billetes”.

Juan Antonio Sandoval

El torero Juan Ortega se dispone a entrar a matar, durante el 'mano a mano' con Morante de la Puebla en el quinto día de la Feria de Santiago de Santander celebrado este miércoles en la capital cántabra. EFE/Pedro Puente
- El torero Juan Ortega da un pase con el capote, durante el 'mano a mano' con Morante de la Puebla en el quinto día de la Feria de Santiago de Santander celebrado este miércoles en la capital cántabra. EFE/Pedro Puente