Los cascos azules españoles que vigilan la tensa Línea Azul, entre el Líbano e Israel

Soldados de la FINUL en Líbano. EFE/Str

Línea Azul (Líbano), 5 sep (EFE).- A escasos cien metros de la denominada Línea Azul, la frontera de facto entre el Líbano e Israel, se erige una posición española de la misión de paz de la ONU (FINUL) desde donde los cascos azules vigilan las 24 horas del día una divisoria clave para el futuro de los libaneses.

A la derecha, Ghajar, una localidad hasta hace dos años dividida en dos mitades por la Línea Azul y ahora cercada en su totalidad por un muro israelí. Sobre cada elevación visible en la distancia, una posición israelí e, incluso, en el extremo este, una base de operaciones avanzada (FOB, en inglés).

«En esa elevación, donde se ve la arena, está la FOB israelí», explica uno de los militares desde un punto de observación en la posición 4-28 de la FINUL.

Por esta divisoria entraron hace once meses las tropas israelíes que invadieron partes del sur del Líbano durante el conflicto con el grupo chií Hizbulá, dejando muchas poblaciones fronterizas arrasadas, y su delineación será uno de los puntos más candentes en cualquier futuro arreglo de seguridad entre ambos países.

Ahora, la Línea Azul es en verdad una línea de repliegue establecida por la ONU, pues hay 13 puntos en disputa territorial.

Dentro de la 4-28

La 4-28, una de dos posiciones españolas en las inmediaciones de la frontera de facto con Israel, está a cargo de un grupo táctico con tres secciones en rotación, una conformada por 45 soldados de El Salvador y otras dos homogéneas con 28 militares de España cada una.

«Nuestra misión principal es mantener la observación 24 horas sobre la Blue Line (Línea Azul) y que se respete esa Blue Line», dice a EFE el jefe de la posición, el capitán Víctor Mendoza Mancheño.

Aquí, la torre de vigilancia está activa día y noche, sumándose a otros puestos de observación que ocupan a lo largo de la divisoria y a las patrullas que realizan en su mayoría junto a las Fuerzas Armadas Libanesas (LAF), pues el despliegue está pensando para «ayudarlas» a ellas.

A excepción de las misiones, la vida de estos cascos azules transcurre dentro de la propia posición, pero al menos ya no están en vigor las medidas de protección de la fuerza que marcaron la estancia de rotaciones anteriores durante el conflicto del pasado año.

Por aquel entonces, los miembros de la FINUL tenían que vivir pegados a sus chalecos y cascos, constantemente bajo la sombra de un sistema de alertas que podían activarse en cualquier momento, haciéndoles acogerse a la posición más cercana o incluso mandándoles directamente al búnker.

«Aquí siempre se ha dicho que vivimos una calma tensa. Es cierto que el espectro del combate ahora mismo no es de alta intensidad, pero eso no significa que en cualquier momento tengamos que cambiar, o que cambie la situación por un agente externo y tengamos que adaptarnos», sentencia Mendoza.

Los búnkeres se mantienen siempre preparados, con sus raciones y botellas de agua al lado de la entrada, dando paso a dos largos bancos. Por ahora, solo les ha tocado sentarse en ellos durante la guerra del pasado junio entre Irán e Israel, debido a la potencial caída de fragmentos de proyectiles interceptados.

«Estuvimos cuando el conflicto entre Irán e Israel, en el cual hubo bastante situaciones de misiles que se miraban por esta posición», comenta a EFE el comandante de la sección salvadoreña, el teniente de fragata Eder Ruiz Hernández.

Patrullar la Línea Azul

De esta y otras posiciones de la FINUL, salen cada día patrullas conformadas por dos vehículos que transitan el sur del Líbano durante tres o cuatro horas.

Hoy, una de ellas va recorriendo los lindes de la Línea Azul y pasando por poblaciones devastadas como Wazzani, cuyo nivel de destrucción contrasta con la aparente integridad que se deja atisbar desde el blindado en la localidad israelí de Metula, al otro lado de la frontera invisible.

El comandante Cándido Galán Mancha, portavoz del Sector Este de la FINUL, bajo mando español, explica a EFE que cuando una de sus patrullas encuentra un arsenal de armas, un bloqueo de carretera u otra cosa «inesperada» enseguida avisan a las LAF, en caso de que no estén ya con ellas.

Si el hallazgo es un almacén de armas, la misión tiene a disposición de las fuerzas locales un equipo para asesorarlas con la desactivación de explosivos. «Pero siempre son las LAF las que actúan en esos momentos, FINUL es un mero asesor», puntualiza el español.

Todo ello apoya el retorno seguro de los desplazados por el conflicto al sur del Líbano, como también hacen las máquinas de ingenieros de los cascos azules que ayudan a reabrir caminos obstruidos por la destrucción.

«Lo que en FINUL esperamos es que toda esa población pueda volver a sus casas y que puedan tener una vida fructífera, y que sus hijos puedan crecer y sean el futuro del país», concluyó Galán.

Noemí Jabois