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Los cascos azules prestan atención médica en un sur del Líbano destruido y sin servicios

Un grupo de niños juegan con los soldados de FINUL en las inmediaciones del hospital de campaña. EFE / Edgar Gutiérrez

Wata al Khiam (Líbano), 10 sep (EFE).- En una tienda de campaña erigida en un descampado de Wata al Khiam, en el sur del Líbano, un equipo médico de cascos azules atiende a pacientes de esta región gravemente golpeada por la guerra del pasado año con Israel y que aún espera el regreso de diversos servicios básicos.

«Un, dos, tres, toca la pared», grita una soldado antes de darse rápidamente la vuelta para ver si ha pillado a alguno de los niños en movimiento. Así se entretienen los pequeños de la aldea en medio del trajín de familias que entran y salen del ‘campamento médico’ organizado por la misión de paz de la ONU (FINUL).

Es una iniciativa de hace tiempo, pero más necesaria que antes dada la destrucción causada por el reciente conflicto, con unas 10.000 estructuras devastadas o muy dañadas solo en el periodo de invasión terrestre al sur del Líbano entre octubre y enero pasados, según estimaciones de Amnistía Internacional (AI).

«La zona está destruida, hay falta de todo, de dispensarios, de centros médicos y aquí nadie está dando atención a esta zona», lamenta a EFE el vecino Mazen Hassan Nemer, que actúa como una suerte de portavoz de Wata al Khiam, al igual que hizo su padre antes que él.

Incluso para quienes se puedan desplazar, los precios de los servicios sanitarios son demasiado altos, agrega el hombre.

Un grupo de WhatsApp

Un bebé es atendido por una médico española en el hospital de campaña en Wata al Khiam, sur de Líbano. EFE / Edgar Gutiérrez

Aunque no es un representante político elegido en las urnas, Nemer se enorgullece de ostentar la portavocía del pueblo por ser «el más querido» entre las 45 familias que lo habitan. Según explica, más de la mitad de la población ha vuelto tras el conflicto, pero otros tienen sus hogares «completamente destruidos».

«Tuvieron que alquilar casas en Ain Arab para estar cerca de su pueblo, pero siempre vienen a ver los campos, a ver la zona aquí, necesitan estar cerca», comenta.

En Wata al Khiam, el agua corriente proviene de otra localidad vecina, Wazzani, donde afirma que el suministro todavía no ha podido ser restaurado pasados nueve meses de alto el fuego con Israel.

A través de un grupo comunitario de ‘WhatsApp’, es el propio Nemer quien se encarga de avisar a los vecinos cuando los cascos azules organizan una nueva jornada médica, con una duración aproximada de unas cinco horas y alcance para medio centenar de pacientes.

La de esta mañana está a cargo de una doctora española y uno serbio, arropados por sus respectivos enfermeros y ayudantes, además de por una teniente farmacéutica que dispensa las medicinas después de cada consulta.

«Como hablo diariamente con los representantes, alcaldes o ‘mukhtares’, me van diciendo sus necesidades y, en función de eso, pues agendo con ellos el día oportuno y cuando poder hacer la asistencia médica», dice a EFE el coordinador de cooperación cívico-militar Óscar Castillo Cantos.

Encargado de este tipo de actividades en el área de responsabilidad española de la FINUL, el soldado asegura que las necesidades «más básicas» para las que les piden apoyo son el regreso de la electricidad y el agua.

«Ahora están en este mismo pueblo instalando nuevos tendidos eléctricos, que eso todo lo hace el Gobierno libanés. Pero nosotros con las Fuerzas Armadas Libanesas les ayudamos para, sobre todo en la zona sur, ir con ellos a los sitios más complicados que requieran un poco de seguridad», apunta.

La escolta es especialmente importante para arreglar infraestructura como la bomba de agua destruida en Wazzani, pues se ubica en las inmediaciones de Ghajjar, una localidad fronteriza en manos de Israel.

El sustento de los ganaderos

Pacientes esperan a ser atendidos por los médicos de FINUL en el campamento de Wata al Khiam, sur de Líbano. EFE / Edgar Gutiérrez

No muy lejos de allí, en una pequeña clínica de El Meri, el batallón indio también tiene en marcha un ‘campamento médico’ por el que esta mañana han pasado ya más de una veintena de heridos y enfermos de diabetes o hipertensión.

Cuenta el responsable de cooperación cívico-militar de la parte india, el comandante Ranjan Singh Bhanuka, que sus iniciativas cobraron especial importancia durante el conflicto y la fase inmediatamente posterior al cese de hostilidades.

«Durante aquella época, las diversas ONG que estaban funcionando aquí y los dispensarios gubernamentales que estaban activos aquí, básicamente todo quedó paralizado. Así que fue un tiempo en el que el batallón indio y la FINUL al completo arrimó el hombro», relata a EFE.

En este contexto, nada más entrar en vigor el alto el fuego, su batallón lanzó una cantidad «enorme» de campamentos médicos y veterinarios, en los que este año han sido atendidos unos 1.500 pacientes, vacunado a unos 100.000 animales y ayudado con otras necesidades a unos 30.000 animales más.

«Para los pastores, todos esos animales que tienen son su vida, su salario, la única fuente de ingresos que tienen. Si se les protege, básicamente se está ayudando económicamente al pastor para que saque adelante su hogar», concluyó Bhanuka.

Noemí Jabois