Madrid, 14 (EFE)-. España, adelantada en Europa en el reconocimiento de derechos a la naturaleza con casos como el del río Tins (A Coruña)y el del Mar Menor, ya perfila nuevas iniciativas que, aunque aún incipientes, siguen un movimiento global que busca proteger los ecosistemas.
Esta corriente internacional nace de forma teórica alrededor de los años 70 y logra sus primeros efectos prácticos en 2008, cuando la Constitución de Ecuador reconoció que la naturaleza tiene derecho «a existir (…) mantener y regenerar sus ciclos vitales».
Desde este momento se han dado derechos a ecosistemas de lo más diverso, como Bolivia en 2010 con la «Ley de Derechos de la Madre Tierra», el río Atrato (Colombia) o el Whanganui (Nueva Zelanda), reconocido tras una larga lucha de los pueblos indígenas maoríes.
Lo que persigue este reconocimiento, según la profesora de Derecho Internacional Público en la Universitat Rovira i Virgili, Susana Borràs, es dar mayor protagonismo a la naturaleza.
De esta forma, se le otorga una serie de derechos para reconocer su valor intrínseco, con independencia de la utilidad o el significado que tengan para el ser humano.
Mar Menor
El Viejo Continente ha sido el último en sumarse a esta corriente, que parecía ser un fenómeno más propio de países del sur global, con la aprobación de la Ley para el reconocimiento de la personalidad jurídica a la laguna del Mar Menor.
Esta norma estatal, que entró en vigor en 2022, nació a partir de una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), un mecanismo de democracia directa por el que se recogieron más de 600.000 firmas.
El profesor en Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Luis Lloredo, destaca la importancia de este procedimiento pues «es la ciudadanía organizada la que suele presionar para que se reconozcan estos derechos”.
Borràs coincide en la importancia de la conciencia ecosocial que, de abajo hacia arriba, ha permitido una transformación jurídica y que expande la idea de respeto por la naturaleza.
La experta en Derecho Internacional Público también ha valorado la capacidad de impulso que ha logrado su aprobación en el panorama europeo y español, sobre todo en relación con los elementos de articulación y de movilización social que se pueden trasladar a otros contextos.
Otras iniciativas
No es el único caso de éxito en el país, pues en 2024 el río Tins en el concello de Outes (A Coruña) se convirtió, a su vez, en un curso fluvial con una Declaración Formal de Derechos que, aunque no jurídicamente vinculante, tiene valor político.
Siguiendo su ejemplo y en Galicia, varias organizaciones ecologistas están solicitando la defensa de los derechos del río Ulla en respuesta a la amenaza que representa para su existencia la instalación de la macrocelulosa Altri, que podría contaminar el río y la ría de Arousa.
Lloredo menciona además el Delta del Ebro, la Albufera de Valencia o Doñana, en los que se planteó la posibilidad de otorgar este reconocimiento, pero el experto juzga que son casos que “todavía no están lo suficientemente maduros”.
Borràs añade los ríos Carrión (Palencia) o Ter (Cataluña) como posibles iniciativas, no obstante afirma que «muchas de ellas aún se están articulando a nivel social, antes de poder impulsar algo a nivel jurídico».
Futuro
En el marco de su avance futuro, Lloredo los califica de “derechos más que humanos”, pues no marcan una ruptura tajante con lo anterior, sino que los considera un paso más en su progreso.
Los derechos de la naturaleza son “una realidad en marcha (…) que ha llegado para quedarse”, opina el experto, no solo en España, sino a nivel internacional.
«Se seguirán ampliando en la medida que no se atiendan los índices ecológicos y planetarios y se continúe con el crecimiento económico a costa de los recursos naturales», señala Borràs.
En el ámbito nacional, la Ley del Mar Menor fue recurrida ante el Tribunal Constitucional, que sentenció la plena compatibilidad de la misma con la carta magna, pero Borràs finaliza anotando que “seguramente” este caso llegue al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que se podrá pronunciar.