Los perros de docencia universitaria se van de vacaciones con familias de acogida

Un beagle adulto de siete años a punto de 'jubilarse' en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. Los perros que manejan los alumnos de la Facultad de Veterinaria de la Complutense (UCM) en sus clases prácticas abandonan cada año el animalario del Hospital Veterinario para pasar las vacaciones en familias de acogida, según una fórmula novedosa en España que la universidad madrileña ha implantado con "excelentes resultados". Estos canes de la raza Beagle, conocidos por ser compactos, musculosos e inteligentes, "los utilizamos exclusivamente para prácticas del grado de Veterinaria, para enseñar a los alumnos a explorar a los animales, cómo escuchar el corazón, palpar el abdomen o poner un termómetro", explica a EFE la profesora Mercedes García Sancho. EFE/ Mercedes García Sancho SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Madrid, 27 jul (EFE).- Los perros que manejan los alumnos de la Facultad de Veterinaria de la Complutense (UCM) en sus clases prácticas abandonan cada año el animalario del Hospital Veterinario para pasar las vacaciones en familias de acogida, según una fórmula novedosa en España que la universidad madrileña ha implantado con «excelentes resultados».

Los perros que manejan los alumnos de la Facultad de Veterinaria de la Complutense (UCM) en sus clases prácticas abandonan cada año el animalario del Hospital Veterinario para pasar las vacaciones en familias de acogida, según una fórmula novedosa en España que la universidad madrileña ha implantado con "excelentes resultados". Estos canes de la raza Beagle, conocidos por ser compactos, musculosos e inteligentes, "los utilizamos exclusivamente para prácticas del grado de Veterinaria, para enseñar a los alumnos a explorar a los animales, cómo escuchar el corazón, palpar el abdomen o poner un termómetro", explica a EFE la profesora Mercedes García Sancho. EFE/ Mercedes García Sancho SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Estos canes de la raza Beagle, conocidos por ser compactos, musculosos e inteligentes, «los utilizamos exclusivamente para prácticas del grado de Veterinaria, para enseñar a los alumnos a explorar a los animales, cómo escuchar el corazón, palpar el abdomen o poner un termómetro», explica a EFE la profesora Mercedes García Sancho.

Los perros que manejan los alumnos de la Facultad de Veterinaria de la Complutense (UCM) en sus clases prácticas abandonan cada año el animalario del Hospital Veterinario para pasar las vacaciones en familias de acogida, según una fórmula novedosa en España que la universidad madrileña ha implantado con "excelentes resultados". Estos canes de la raza Beagle, conocidos por ser compactos, musculosos e inteligentes, "los utilizamos exclusivamente para prácticas del grado de Veterinaria, para enseñar a los alumnos a explorar a los animales, cómo escuchar el corazón, palpar el abdomen o poner un termómetro", explica a EFE la profesora Mercedes García Sancho. EFE/ Mercedes García Sancho SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

No sufren «ningún procedimiento invasivo, solo manejo y exploración». Actualmente son ocho animales que, de media «nos llegan con un año y los jubilamos a los siete años de edad», dándoles en adopción definitiva a las familias.

Ya antes de la covid, «se nos ocurrió que en vacaciones los perros estaban más solos porque no había alumnos, y les buscamos casas para que pasaran el verano. Como vimos que funcionaba bien, lo ampliamos a las vacaciones de Navidad», añade la profesora.

Durante el confinamiento, para no dejarlos en el animalario de la facultad sin saber qué iba a pasar, «buscamos estas mismas casas de acogida, que suelen repetir, para que se llevaran a sus perros. Estuvieron desde marzo hasta enero siguiente».

En la facultad «solo los necesitamos para prácticas programadas entre enero y mayo. Entonces pensamos que podríamos alargar esas acogidas, en un principio obligadas por la covid y después fijadas ya desde junio cuando acaban las prácticas hasta enero cuando vuelven a empezar», continúa la profesora.

Como anécdota, cuando volvieron de la primera acogida larga tras la pandemia, «no sabíamos cómo iban a venir, pero en cuanto se vieron todos juntos, se pusieron a jugar, a dar brincos y no querían ni despedirse de las familias después de tantos meses» con ellas.

Como era la primera vez, «fue un ‘shock’ para las familias, pero ahora ocurre enero tras enero. Los animales se reconocen entre sí, son como un grupo de amigos», explica Daniel Alonso, actual responsable del animalario docente del Hospital Clínico Veterinario.

Están todos castrados y se alojan en el animalario de dos en dos en parejas estables, «macho y hembra o bien hembra y hembra, pero macho y macho no».

Acaban de «jubilarse» a los 7 años Nutella, Stitch, Lilo, Dory, Croqueta, Lasaña, Pumba y Gus, cuyos nombres fueron elegidos por los propios estudiantes en votación.

Los nuevos cachorros que los sustituyen, recién llegados, han ido directamente a las casas, pero las familias «los traen a las clases que imparte en la facultad una de las etólogas». El curso sirve para ayudar tanto a las familias como enseñar a los perros a habituarse a las instalaciones y al manejo.

«Se les enseña a sentarse, tumbarse, órdenes sencillas para que estén habituados de cara a las prácticas y no se estresen», mientras se crían en «un ambiente lo más normal posible», según Alonso.

Los acogedores no tienen que sufragar «ni comidas, ni vacunas, desparasitación o collares. La facultad lo cubre todo». La familia solo compra «los caprichos, chuches y juguetes que quieran darles. Les indicamos que no deben pasarse, otra cosa es que lo cumplan», ironiza.

De enero a mayo, cuando los perros «trabajan», se organizan paseos desde el animalario por la mañana y a la hora de comer, mediante un sistema montado por alumnos colaboradores y algunas familias que vienen a pasear a su perro para no estar tanto tiempo sin verlo.

Ambos profesores coinciden en que este modelo puesto en marcha en la Complutense hace siete años «no es una fórmula muy extendida en los animalarios de otras facultades, no es lo habitual. Estuvimos dándole vueltas y vimos que era factible, fue fácil», aseveran.

Los acogedores suelen ser gente «más o menos ligada a la facultad», docentes, estudiantes y exalumnos. No hay una lista de espera formal, se difunde dentro de la facultad mandando correos electrónicos de difusión y la gente «siempre responde».

Finalmente, llegado el momento de la adopción definitiva, las familias «suelen tener los brazos más que abiertos para recibir a estos beagles porque ya viven con ellos la mitad del año», concluyen ambos veterinarios.

Juliana Leao-Coelho