Chiclayo (Perú), 10 may (EFE).- León XIV no se quedaba en las palabras, la atención a los más necesitados que predicaba constantemente en sus homilías la trasladaba a la acción y, prueba de ello, son los comedores sociales que creó en varios puntos de la diócesis peruana de Chiclayo, donde los pobres más pobres acuden para tener sustento.

“Nos ha dejado mucha enseñanza, sobre todo la virtud de la caridad, llegar a las personas de extrema pobreza, el alimento no debe de faltar en ningún hogar del mundo”, dice a EFE Daría Chávarry, voluntaria en un comedor social chiclayano.

En el distrito de San Antonio, una de las zonas humildes a las afueras de la localidad donde el nuevo papa fue obispo ocho años, es testigo de las numerosas acciones que realizó a favor de las personas más necesitadas.
“Llegó aquí, porque realmente veía la necesidad del pueblo”, indica junto a las ollas del comedor Rosa Victoria Ruiz, que cocina diariamente en este espacio inaugurado por Robert Prevost, hoy conocido universalmente como León XIV.
En 2019, ante la llegada masiva de venezolanos a Perú, el entonces obispo de Chiclayo invitó a las parroquias de su diócesis a abrir sus puertas y encontrar formas de ayudar a estas personas que arribaron al país andino sin nada.
Prevost tuvo la idea de abrir un comedor social en un espacio del distrito para acoger a esta población migrante, pero hizo lo mismo en otros puntos de la ciudad.
“Llegaron muchísimos migrantes venezolanos, estaban por las calles sufriendo, no tenían donde estar, ni donde alimentarse, entonces fue la iniciativa de nuestro papa que tiene un corazón grande que comienza con el comedor”, apunta Rosa, quien recuerda a la perfección el día de su inauguración, el 19 de julio de 2019.
Una fecha que los miembros de esta comunidad recuerdan con un cariño inmenso como muestran las ya descoloridas fotografías pegadas a la pared con el nuevo papa como protagonista.
El comedor está rodeado de tierra y ese día regaron abundantemente “para que estuviera verde y bonito para la llegada del obispo”, pero se creó gran cantidad de barro. Detallan que a Prevost no le importó, metió sus zapatos en el fango, y comió junto a los migrantes arroz, ensalada y pollo.
“Él vino, compartió con nosotros y fue uno más, no fue el obispo, fue uno más de nosotros. Imagínense que ahorita tenemos el orgullo, da hasta ganas de llorar, porque tanta emoción nos da que yo, a los 76 años, tengo un papa que conozco, con el que he compartido, he caminado”, expresa conmocionada la voluntaria.
La pequeña cocina de tres fogones y grandes ollas llegó a repartir 150 raciones diarias para venezolanos, pero últimamente la migración ha bajado, y en la actualidad llegan cada día alrededor de 50 personas tanto de este país, como también peruanas.
Al ser sábado, este comedor no reparte almuerzo sino desayuno, y frente a humeantes vasos de avena, Carlos, usuario de este servicio desde hace años, cuenta feliz que el papa le bendijo una imagen religiosa del Señor de los Milagros que atesora junto a su cama.
“Dios nos ha bendecido con nuestro papa, que demuestra la humildad y la sencillez del ser humano. Él mira desde abajo, está junto a los hermanos que más necesita. Está con ellos esa era su prioridad, los migrantes, la gente humilde, la gente pobre de extrema pobreza”, añade Rosa.
La alegría y emoción que sintieron personas como Rosa, Daría y los beneficiarios de estos servicios que el propio León XIV creó cuando se enteraron de que su pastor iba a ser el nuevo papa es difícil de transmitir, especialmente cuando saludó a esta Diócesis de Chiclayo en el balcón.
“Nos enteramos de que monseñor Prevost era el nuevo papa justo cuando íbamos a servir el almuerzo, lloramos, nos abrazamos, fue una emoción enorme”, indica la veterana voluntaria.
Paula Bayarte