Madrid, 26 jun (EFE).- El público estaba entregado desde antes de que se iluminara el escenario del Teatro de la Zarzuela de Madrid para dar la bienvenida a Raphael, unas tablas donde ha celebrado varias citas importantes y donde este jueves volvió a demostrar que sigue siendo aquel, «el mismo», como él se encargó de resaltar.

Pese a algunos problemas de sonido al comienzo y pese a los olvidos de letras que el artista adornaba con más dotes de actor que de cantante, el concierto fue un triunfo de Raphael ante su público más fiel.
Tras empezar el pasado día 16 en Mérida su gira ‘Raphaelísimo’, su regreso seis meses después de que le fuera diagnosticado un linfoma cerebral primario, el cantante de Linares tenía hoy la primera de sus tres citas en Madrid, con todas las entradas vendidas.
Tres conciertos sobre las tablas de la Zarzuela, el teatro donde debutó como Raphael y al que regresó tras recuperarse de su trasplante de hígado.
Y en el que cada gesto, cada sonido, cada sonrisa, eran celebrados con gritos, aplausos y todo el público en pie tras cada una de las 27 canciones que entonó.
Muchas mujeres con ganas de ver a su ídolo en una especie de fiesta privada en la que todas se conocían, ese era el público mayoritario de un concierto al que asistió gran parte de la familia del cantante.
Algunos de sus nietos ocupaban la primera fila en un palco en el que detrás se podía ver a dos de sus hijos -Jacobo y Alejandra- y en el fondo, casi en la penumbra, a su mujer, Natalia Figueroa.
Un piso más arriba se levantaba de su asiento para aplaudir el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, y en el patio de butacas se veía al defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, al humorista Pero Ruiz o al exministro de Defensa José Bono, cuya hija Amelia estuvo casada con Manuel, el hijo pequeño de Raphael.
Todos entregados al arte de un cantante de 82 años que ha sabido sobreponerse a varias enfermedades y que lucha contra todo, como hoy demostró sobre el escenario, en el que se emocionó, cantó, declamó y dejó que su público terminara muchas de las canciones.
Los primeros gritos -«guapo», «único», «te queremos»- llegaron cuando Raphael apareció en el escenario, enteramente vestido de negro, como siempre hace, con el único toque brillante de las lentejuelas de su chaqueta.
Una chaqueta que se quitó tras interpretar el primer tema, ‘La noche’. La dejó sobre el piano de cola y al lado de una silla sobre la que se apoyó en no pocas ocasiones y en la que se sentó para interpretar algunos temas.
Con el segundo tema dejó claras sus intenciones en una actuación en la que no habló al público, aunque tampoco hizo falta porque antes de que él hablara, los asistentes se adelantaban con sus coros y sus gritos de ánimo.
«Yo sigo siendo aquel, el mismo, el Raphael de siempre», dijo cambiando la letra de la que es su canción más emblemática.
Como siempre, dominó el escenario con veteranía y con fuerza, con una voz que a veces tronaba y a veces susurraba y que por momentos parecía perder, aunque no se fue.
La orquesta, con piano de cola, violín y violonchelo, además de batería, guitarra o bajos, arropaba cada tema, a veces incluso demasiado.
Y hasta se agradecieron los temas que cantó solo acompañado con una guitarra española. Ahí, entonando ‘Gracias a la vida’, el himno de Violeta Parra, fue cuando su voz sonó más clara.
También se escucharon algunos de los cortes de su último disco, ‘Ayer…aún’, homenaje a grandes clásicos. Sonaron ‘Padam padam’, ‘Himno al amor’, ‘Vida en rosa’ o ‘Je Ne Regrette Rien’, cantada a dúo con Edith Piaf gracias a la tecnología y que fue uno de los momentos más bonitos de la noche.
La imagen de Piaf se unió a la de Raphael en una pantalla que ocupaba todo el fondo del escenario y por la que se fueron proyectando imágenes del cantante joven, muy joven, en su época más internacional.
Pero la locura se desató con sus canciones más clásicas, desde ‘Hablemos del amor’ a ‘Estuve enamorado’, ‘Cuando tú no estás’, ‘Bésame’, ‘Qué sabe nadie’, ‘En carne viva’, ‘Yo soy aquel’, ‘Escándalo’ o ‘Como yo te amo’, con la que cerró el concierto.
Gran ovación y una ligera petición de bis, no muy insistente, que era evidente el cansancio del artista.
Alicia García de Francisco