Berriozar (Navarra), 21 ago (EFE).- El estadounidense de origen gallego Ignacio Francisco Caneda Deza, asesinado en 1936 tras un intento de fuga del penal de San Cristóbal donde estaba encarcelado como anarquista, ha recuperado este jueves la «dignidad» tras casi 90 años enterrado en una tumba común y ha sido «devuelto al calor de su familia».
Ha sido en un emotivo acto organizado en Berriozar, en cuyo cementerio han reposado sus restos durante décadas, hasta que el pasado año pudieron cotejarse con el de sus familiares e identificarlos como el del joven estadounidense con familia tanto en Nueva York como en O Grove (Galicia), localidad gallega donde será definitivamente enterrado este fin de semana junto a sus padres y hermanos.
La lluvia ha obligado a trasladar el acto desde el cementerio del pueblo viejo de Berriozar donde estaba previsto a un espacio al aire libre aunque cubierto, a donde habían llegado unas emocionadas Mauricia Caneda y su hija Rosa González Caneda, a su vez su sobrina y sobrina nieta.
Tras décadas sin conocer su paradero, aunque sí sabían que había muerto en algún momento de la Guerra Civil tras ser encarcelado por una revuelta en 1934, la casualidad hizo que el pasado año familiares de O Grove les enviaran una reseña de un periódico gallego en el que el Instituto Navarro de la Memoria pedía contactar con ellos.
La familia recibe los restos con «gran emoción»

La sobrina nieta ha puesto voz al sentimiento de la familia, a la «gran emoción» con la que reciben los restos y al «profundo reconocimiento» hacia instituciones y personas que han hecho posible este día tan esperado y significativo».
De una extensa y repartida familia, ya que Ignacio Francisco -a quien llamaban «Frank»- nació en Estados Unidos de padres emigrantes gallegos, aunque al fallecer allí la madre volvió hacia 1920 a España, donde su padre se volvió a casar y tuvo más hijos.
Ya en España trabajó como marinero y conectó con las ideas anarquistas. Fue detenido y encarcelado en Galicia en 1934, y en 1936 ingresó en el Fuerte de San Cristóbal, donde se perdió su pista, aunque sus hermanos y hermanas «mantuvieron vivo su recuerdo a través de sus relatos a hijos y nietos».
«La memoria familiar conserva el dolor, el sufrimiento de nuestro bisabuelo -y padre de Frank- y la angustia que lo consumió al no poder encontrar a su hijo tras su arresto en el año 1934», ha dicho la sobrina nieta, quien ha recordado que, dada la doble nacionalidad de su tío, en su momento llegó a intervenir la embajada de Estados Unidos, sin éxito.
Por ello, para las sobrinas «poder compartir este momento trascendental representa el cumplimiento de un anhelo familiar que durante casi 90 años hemos guardado en nuestros corazones, la recuperación de los restos de nuestro querido tío».
Será «en la paz que tanto mereció y que durante décadas le fue negada», ha subrayado para mostrar su «agradecimiento eterno» a quienes han hecho posible «este momento de justicia, dignidad y reencuentro familiar».
Su emotivo discurso ha sido refrendado después por el baile de un aurresku en su honor y la entrega de los informes de exhumación y de los restos, que han abrazado en una caja con su nombre y que enterrarán en O Grove.
También ha intervenido la vicepresidenta Ana Ollo, que ha destacado el compromiso firme del Gobierno de Navarra con el Plan de Exhumaciones, por encima de las dificultades para localizar nuevas fosas, y la necesidad de cimentar la convivencia democrática sin olvidar la memoria de la brutal violencia sufrida a partir del golpe de Estado de 1936.
