Jon Aristu
Pamplona, 12 jul (EFE).- Los Sanfermines atraen a Pamplona cada año a miles de personas y se convierten en un macroevento a nivel internacional, lo que conlleva que, al igual que la población, todos los aspectos se multipliquen, también el consumo de alcohol y drogas.
El sociólogo Sergio García-Magariño explica en una entrevista con EFE que “la psicología de masas es diferente a la individual” y que “con las fiestas hay algo que conecta con los orígenes. Ese componente ritual para reforzar la identidad colectiva”.
“En sociedades individualizadas, adquiere más importancia, aunque se diga que en las sociedades modernas ha perdido fuerza. Estos grandes eventos hacen que en la conciencia quede un recuerdo bonito sobre el grupo al que se pertenece”, señala.
Esta reflexión está potenciada por el consumo de sustancias como el alcohol o las drogas, algo que, según explica, también ha estado históricamente vinculado a los rituales, desde los «chamanes».
García-Magariño sostiene que en la modernidad los rituales tradicionales han evolucionado hacia “objetos de consumo”, comparables a unas vacaciones. “El uso de sustancias psicoactivas conecta los elementos rituales tradicionales con la lógica moderna del consumo”, afirma.
En el caso español, el alcohol, una droga legal normalizada, juega un papel central. “Hemos perdido el miedo al alcohol, y esto hace que se incremente la criminalidad. Es una combinación explosiva: una fiesta internacional, con personas muy diversas, en la que quienes han hecho de la delincuencia su estilo de vida ven una oportunidad”, advierte.
“Cuando veo fiestas como los Sanfermines con tan poca violencia, pienso que es casi un milagro. Estamos hablando de una bomba de relojería, y tratamos de controlar la onda expansiva”, comenta.
Un dispositivo policial para controlar lo incontrolable

El portavoz de la Policía Foral, Mikel Santamaría, señala que la coordinación entre cuerpos policiales es clave para afrontar los retos del evento. La Junta Local de Seguridad, presidida por el alcalde de Pamplona, reúne a Policía Municipal, Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Foral.
Cada cuerpo actúa en su ámbito, y la Policía Foral concentra sus esfuerzos en el Casco Viejo, así como en labores de seguridad ciudadana y tráfico.
“Desgraciadamente se consumen drogas y alcohol, y hay servicios preventivos en lugares donde sabemos que se puede vender alcohol a menores”, explica Santamaría. Además de estas actuaciones administrativas, también se trabaja en el ámbito penal: “El año pasado se tramitaron más de 300 sanciones por consumo en vía pública y varias por tráfico”.
Los controles comienzan incluso antes del 6 de julio, con vigilancia reforzada en estaciones, autopistas y el uso de guías caninos. “Sabemos que entra droga en Pamplona. A veces es imposible llegar a todos los sitios, porque Sanfermines es una locura para todos”, reconoce.
Las fuerzas de seguridad elaboran un “mapa delincuencial” en función de las denuncias recibidas, lo que permite desplegar patrullas tanto uniformadas como de paisano.
Uno de los retos más complejos es la venta de alcohol a menores, que se incrementa durante las fiestas. “Es como buscar una aguja en un pajar, pero si se detecta, puede conllevar la retirada de la licencia del establecimiento”, subraya.
Respecto al tráfico de drogas, Santamaría señala que “el trapicheo en Pamplona es habitual, por desgracia”, y lo más difícil es “llegar a la punta del triángulo, a quienes introducen grandes cantidades, porque tienen sus propias medidas de seguridad”.
Una fiesta con identidad singular

García-Magariño recuerda que, aunque se puedan establecer paralelismos con otras celebraciones masivas, los Sanfermines tienen una naturaleza propia. “A una persona de inicios del siglo XX le sorprendería el tamaño actual de la fiesta. Navarra ha estado históricamente bastante aislada”.
En la actualidad, señala, “conviven en el mismo espacio personas con diferentes lenguas, religiones y sensibilidades”. Para abordar los desafíos que plantea este escenario, el sociólogo propone una combinación de educación, políticas públicas y regulación. “La reducción del consumo de alcohol es muy difícil, pero se pueden generar cambios con campañas de concienciación desde la educación o los medios de comunicación”.
Después, las instituciones podría regular los precios o reducir los espacios de consumo, como se ha hecho con el tabaco, “serían más aceptados que si se hacen a golpe de legislación”.