Ascot (R.Unido), 18 jun (EFE).- Tocados, pamelas, chaqués y vestidos dan luz y color al segundo día de la competición de carreras de caballos de Royal Ascot, al que asistió la familia real británica, con la ausencia inesperada de última hora de la princesa de Gales, Catalina.
Bajo un sol de justicia y unas temperaturas infrecuentemente altas, el glamour se cita de nuevo hasta el sábado 21 en el hipódromo de Ascot (unos 50 kilómetros al oeste de Londres), donde cada tocado es más sofisticado que el anterior y la paleta de colores parece alcanzar una nueva dimensión.
Mujeres y hombres eligen la mejor de sus galas para acudir a uno de los eventos del año dentro de la alta sociedad británica, donde el deporte ecuestre y la moda se fusionan.
El evento fue creado por la reina Ana (1665-1741) en 1711, y desde aquel entonces más de una docena de monarcas le han mostrado su apoyo, aunque hasta principios del siglo pasado no se convirtió en una cita anual.
En esta ocasión, el rey Carlos III junto con su mujer Camila y su hijo mayor, el príncipe heredero Guillermo, llegaron en la procesión real a un estadio entregado, del que se ausentó a última hora la princesa Catalina.
La princesa se encuentra en su regreso gradual a las labores oficiales tras su diagnóstico de cáncer, revelado en marzo del pasado año.
La duquesa de Cambridge se siente «decepcionada» por no poder participar en la prestigiosa cita social y deportiva, según fuentes cercanas al Palacio de Kensington.
Entre la pasarela de moda y las carreras

«Esto es un espectáculo. Mira a tu alrededor, esto es algo especial. ¿Cómo me siento? Me hace sentir muy especial», dijo a EFE Manor Smith, cirujano en Belfast, que viene con un grupo de amigos «para disfrutar de las carreras, echar unas apuestas y disfrutar del sol».
«Ves a todo el mundo, de todo tipo de formas y tallas en sus mejores galas. Colores en abundancia, sombreros… lucen espectaculares», considera.
Entre los atuendos, los vestidos largos ligeros con estampados se abren espacio entre los de una pieza y descubiertos en la espalda, la falda corta también se deja ver entre los asistentes, así como abanicos y ventiladores de mano, para combatir el calor.
«Es un ambiente maravilloso, es genial poder estar aquí”, afirma a EFE Julien Scott con su pamela roja, gafas de sol y un vestido adornado con rosas en su primera vez en Ascot.
Scott siempre lo veía por la televisión dice, hasta que el año pasado decidió comprar finalmente los billetes.
“Todo es hermoso, todo el mundo es acogedor. Los caballos son fabulosos y es genial poder ver la procesión real. Definitivamente necesitas dos días para verlo todo, las carreras y después el té de la tarde», dice.
Guillermo Garrido
