David Asta Alares
Baler (Filipinas), 8 jul (EFE).- Antoni Bauza fue uno de los «últimos de Filipinas», los soldados españoles que hace 127 años resistieron durante once meses el asedio de las tropas del país asiático, que luchaban por su independencia. Para su bisnieto de nombre homónimo, el homenaje este martes a ambos bandos es prueba de cómo la historia puede a veces sanar sus heridas.
«Es algo realmente bonito el que una guerra termine en una amistad», afirmó Bauza desde la emblemática ciudad costera de Baler, hasta donde el bisnieto de uno de los 33 supervivientes del sitio y actualmente profesor de español en Manila se desplazó con motivo de la vigesimotercera edición del día de la amistad hispanofilipina.
La emoción de los descendientes

Una efeméride celebrada con honores militares ante la iglesia de San Luis Obispo de Tolosa en Baler en un acto «muy emotivo y emocionante» para Bauza, porque «se pueden sacar conclusiones muy positivas en lo que son las relaciones entre dos países, incluso cuando estamos hablando de un país que colonizó a otro durante más de 300 años».
Mayor emoción incluso sintió su padre cuando visito Baler y pisó la iglesia en 2019, junto con otros descendientes de los «últimos de Filipinas», con motivo del 120 aniversario del sitio.
La historia de heroísmo y locura se remonta al 1 de julio de 1898, cuando en torno a medio centenar de soldados españoles se atrincheraron en la iglesia junto con unos monjes franciscanos, para resistir el sitio de las tropas filipinas que luchaban por su independencia con ayuda de Estados Unidos.
La guarnición resistió durante 337 días en unas condiciones terribles, sufriendo enfermedades como el beriberi por la falta de vitamina B, y desoyendo las reiteradas llamamientos a rendirse ante la derrota ya consumada de las fuerzas españolas el 10 de diciembre de 1898.
Un conflicto que el bisabuelo de Bauza, originario del pueblo mallorquín de Petra, recordó como «el calvario mas grande que ninguna persona pueda creerse» en una carta escrita en 1919 al también superviviente del sitio José Hernández Arocha.
Dos de los soldados murieron por disparos, mientras que otros 14 fallecieron por enfermedades y otros dos fueron ejecutados por ayudar a un desertor. Los supervivientes fueron recibidos por el primer presidente filipino, Emilio Aguinaldo, quien alabó la resistencia heroica de los «últimos de Filipinas» y promulgó un decreto en el que ordenó tratar a los rendidos «como amigos».
«Este gesto tiene un significado excepcional, ya que es realmente poco frecuente en los anales de la guerra tratar a los combatientes contrarios con tanta magnanimidad», alabó desde Baler el embajador español en Filipinas, Miguel Utray Delgado.
El acto lanzó una amistad entre ambas naciones «que se ha reforzado constantemente», añadió.
Una historia rescatada del olvido

La historia de los «últimos de Filipinas» es hoy en día conocida en España, inmortalizada primero por el cine franquista en 1945 y más recientemente por el director Salvador Calvo en 2016.
También en Baler, una ciudad donde ondean estos días la bandera filipina y la española una junto a otra, y donde sus habitantes se vuelcan cada año con bailes y actuaciones con motivo del aniversario.
Pero no siempre fue así, explicó Bauza, ya que el sitio de Baler «pasó muy desapercibido en España durante todo el siglo XX», al ser percibido como «una derrota». El país quería pasar página tras el desastre del 98, al menos hasta que descendientes como el periodista Jesús Valbuena empezaron a hurgar y fundaron una asociación.
El propio padre de Bauza se encontró con la historia de pasada, al descubrir unas fotos de su antepasado en uniforme militar, y empezó a investigar su pasado familiar más a fondo.
«Mi padre me lo inculcó a mí desde pequeño, yo he he crecido escuchando todas esas historias de los últimos de Filipinas», explicó Bauza, que en el año y medio que lleva viviendo en Manila no deja de sorprenderse por las conexiones culturales que hay entre ambos países. EFE
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