São Paulo, 26 jun (EFE).- El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, selló este jueves el principio del fin de la última favela del centro de São Paulo, al otorgar un subsidio para las familias que serán desalojadas de esta barriada informal que algunos aún se resisten a abandonar.
El mandatario viajó hasta la ‘Favela do Moinho’ (favela del Molino) para formalizar la ayuda y terminar así con una disputa de meses entre los vecinos de la comunidad y el Gobierno del estado de São Paulo.
Encasquetado entre dos vías de tren, en esta favela viven 880 familias, de las cuales 791 ya han aceptado mudarse a otro hogar, según datos de la administración regional.
El subsidio anunciado por Lula habilita a las familias de renta baja a que abandonen la barriada con una ayuda de 250.000 reales (unos 45.000 dólares), procedente de recursos del presupuesto federal y regional, para acceder a una nueva vivienda.
Su nuevo hogar está entre una serie de proyectos inmobiliarios que los gobiernos ponen a disposición de las familias, algunos de ellos aún en proceso de construcción. Los que se decidan por un inmueble que aún no esté listo recibirán temporalmente 1.200 reales (cerca de 220 dólares) para el alquiler.
En el acto de este jueves, Aline Santos, de 22 años, residente de la favela hace más de una década, manifestó su tristeza por dejar “el lugar donde creció”.
“Estoy triste porque crecimos acá. Nuestra familia, nuestros amigos, la casa que construimos ladrillo por ladrillo… Pero sabemos que es un avance en la vida tener una casa propia, a tu nombre”, confiesa a EFE.
La joven, madre de dos niñas, al principio no se mostró convencida con la propuesta, ya que no ofrecía proyectos inmobiliarios por la región que permitieran a su familia vivir cómodamente.
“La mayoría de las opciones que ofrecían eran buenas pero estaban lejos. Y teníamos que cambiar a las niñas de escuela, cambiar los médicos, cambiar de vida”, relata.
Los comercios del barrio, la “otra lucha”

Hellen dos Santos, que llegó al Moinho con cinco años, confiesa que está feliz, aunque preocupada, porque su madre es comerciante, y los casi 40 comercios que forman parte del barrio desaparecerán.
“Esa es otra lucha (…) Nos fuimos del barrio y nos quedamos sin renta. Vemos que solo se habla de vivienda y los comerciantes no son llamados a conversar”, se queja esta mujer de 23 años.
Jorge de Santana, de 59 años, operaba un comercio en su propia casa y se quedará sin trabajo cuando se derrumben los domicilios.
“Por la edad que tengo, nadie me va a dar trabajo. Es difícil. Hambre no voy a pasar, tampoco voy a robar. Quiero trabajar y dar trabajo también”, explica el hombre, que está en el barrio hace casi dos décadas.
Lula critica al posible sucesor de Bolsonaro

Sobre el terreno de la favela, el Gobierno de São Paulo, liderado por Tarcísio de Freitas, quien se perfila como un posible sucesor del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), planea construir un parque.
En el acto de este jueves, Lula criticó la iniciativa y la forma de actuar del Ejecutivo de Freitas.
“Por más bonito que sea, un parque no puede ser construido a costa del sufrimiento de un ser humano”, dijo el mandatario, adversario político de Tarcísio de Freitas.
A inicios de abril, la gestión regional ordenó desocupar la favela en un intento por aumentar la seguridad y combatir el menudeo de droga en el centro de la mayor ciudad de Brasil.
Casi un mes después, la Policía intervino el barrio y destruyó algunas viviendas de familias que ya se habían mudado, lo que desató una serie de protestas que terminaron con enfrentamientos y heridos.
“Estábamos todos afuera, vinieron los policías y nos gritaron a todos que entráramos”, dice Hellen. “Hubo mucha opresión policial. Mucho gas pimienta contra nosotros”, añade.
La represión desató la reacción del Gobierno federal, propietario de estos terrenos, que frenó el desalojo y puso en marcha una negociación con la administración regional que derivó en un acuerdo.
Ailén Desirée Montes