Santiago de Chile, 16 mar (EFE).- Son cerca de las once de la mañana de un viernes cualquiera del verano austral y en el segundo piso del Palacio de La Moneda, epicentro del “Gobierno más progresista de Chile” desde el fin de la cruenta dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1989), reina un silencio espeso, casi monacal, pese al ruido político que habitualmente lo envuelve desde fuera, ese día algo más atronador.

Hace apenas unas horas se ha difundido la imputación del presidente de la República en una querella presentada por la ultraderecha por la fallida compra por parte del Gobierno de la casa del derrocado mandatario socialista Salvador Allende (1971-1973), pero Gabriel Boric asoma calmo y concentrado desde el balcón de su escritorio, plagado de papeles ordenados y un rimero de libros en difícil equilibrio.
A su espalda, el general Bernardo O´Higgings, libertador de Chile, pierde la mirada en lontananza, como si tratara de alcanzar la orla con los rostros en blanco y negro de un grupo de detenidos desaparecidos que domina el rincón izquierdo de la pared frontal, junto a un globo terráqueo de vieja escuela y dos fotos históricas, insertas en un solo marco, que surcan y enlazan dos épocas sobre un rio negro de la historia chilena.
En la primera, tomada en la década de los pasados setenta, destacan en sepia la achatada figura de Allende y la espigada presencia de su ministro del Interior, José Tohá, rodeados de oficiales del Ejército y de Carabineros de Chile, instituciones protagonistas de aquel sangriento golpe a la democracia.
La segunda muestra el mismo acto, esta vez en color, con Boric igualmente en el centro de la imagen acompañado de su ministra de Interior, Carolina Tohá, hija de José, y de la que hasta días antes era su ministra de Defensa, Maya Fernández, nieta de Salvador.
“Es una foto que me gusta mucho”, dice el presidente, que después señala observando con solemnidad a los detenidos desaparecidos: “Ésta es para recordar de donde venimos”.
Al mandatario más joven de la historia chilena le gusta la música: presume de su colección de vinilos, muchos de los cuales tiene a la derecha de su escritorio, junto a un pequeño tocadiscos; ama la cartografía, como atestiguan los mapas que cuelgan de las estrechas paredes, y en los que marca los muchos lugares visitados como mandatario.
Destaca también una bandera de Chile, desgarrada por el viento en uno de los puntos más remotos de la larga frontera nacional, y un cuadro clásico que recrea el Fuerte Bulnes, fortaleza española en el estrecho de Magallanes, homenaje a su tierra natal.
Pasea decidido por la estrecha estancia -el mismo despacho que eligió su predecesor, el ya fallecido Sebastián Piñera- y antes de sentarse de nuevo declara su pasión por los trenes, con varias maquetas sobre una abigarrada mesita en la que destacan otros objetos muy simbólicos: una estrella de metal hecha con piedrecitas incrustadas de la casa de Tomás Moro, la última en la que durmió Allende antes de quitarse la vida en La Moneda el 11 de septiembre de 1973, y un árbol de la vida regalado por la comunidad palestina.
Ya en la estrecha mesa de trabajo, donde se celebra la entrevista, el protagonismo lo arrebata una sencilla taza blanca con el escudo de Universidad Católica, el equipo de fútbol del que es fanático.
Y, como si de un partido de fútbol se tratara, se lanza a un intercambio de reflexiones sobre la geopolítica, la historia, el futuro, la música, la literatura y la economía que en cuarenta minutos deja estos once titulares:
1.- Yo creo que una de las cosas que hemos logrado como Gobierno es darle al país la tranquilidad de que se puede salir adelante, de que podemos volver a encontrarnos y de que es posible llegar a acuerdos que mejoren la vida de las personas, cosa que en algún momento parecía muy improbable, dada la crispación que existía.
2.- Yo creo que ese proceso (de integración entre los partidos que integran la amplia coalición de Gobieno) debimos haberlo acelerado y que, desde el inicio del Gobierno, hubiese sido mejor tener un diálogo intergeneracional más fluido y contar con la síntesis con la que contamos hoy día entre nuevas generaciones y generaciones que vienen de antes.
3.- No considero el proceso constitucional como un fracaso, sino como un gran aprendizaje. Me parece que, por ejemplo, la reforma de pensiones es en alguna medida fruto del aprendizaje de la clase política, de la necesidad de saber llegar a consensos.
4.- Yo estoy de acuerdo con la lógica de los cordones sanitarios, con lo que acaba de pasar en Alemania respecto a partidos que en su práctica niegan principios que son esenciales por lo menos para el mundo occidental.
5.- Creo que este tipo de liderazgo (el de Trump) busca que entremos en una suerte de histeria colectiva y que nos gane el miedo. Por eso yo discrepo mucho con quienes dicen que Chile tiene que hacer todos los esfuerzos por pasar desapercibido.
6.- Respecto a Trump, nosotros estamos porque se respeten las reglas del orden internacional. Nosotros no somos el patio trasero de nadie y reivindicamos nuestra autonomía estratégica y nuestra multilateralidad en el mundo.
7.- La política no es un circo de sorpresas, tiene que tener una visión de largo plazo y proyectar un camino en donde uno vaya ajustando la ruta según las condiciones del tiempo. Pero los liderazgos tienen que ofrecer predictibilidad y lo que tenemos en Estados Unidos hoy es justamente lo contrario.
8.- No es suficiente decir que la ultraderecha es una amenaza. ¿Qué estamos proponiendo nosotros? Nosotros estamos proponiendo mayor integración, mejores derechos sociales, un crecimiento que sea sustentable.
9.- A mí la ultraderecha no me da miedo; a mí lo que me preocupa es cuál es la alternativa que nosotros estamos ofreciendo.
10.- Los problemas hoy día son totalmente globales. Si bien es deseable que los progresismos, desde mi punto de vista, ganen las elecciones, cuando no se ganen las elecciones, sigue habiendo mucho que hacer.
11.- Una persona que no cambia nunca en su vida me parece tremendamente aburrida. Lo importante es mantener los principios y creo que en eso he sido consecuente. EFE
Javier Martín